El sábado hubo un incendio en un taller de desguace de motos de Alboraya. Y la columna de humo negro, que subía espesa y recta, ... se desviaba hacia al mar al llegar a los tres o cuatrocientos metros de altura. La fea nube que formó el incendio se quedó colgada a seis u ocho millas, mar adentro. Fue entonces cuando me acordé de lo de la Zona de Bajas Emisiones que se va a implantar a primeros de enero, con su constelación de engorros: papeleo, etiquetas para el parabrisas, baremación de coches y zonas, escalafón de matrículas, restricciones, prohibiciones, cámaras vigilantes, control de gases... sanciones.
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Como dice Pérez-Reverte a cuenta de Ryanair, estamos acorralados. Nos enchiqueran cada día más. Europa, desde la estupidez esa de los tapones de las botellas de plástico, ha cogido una marcha de requisitos, recortes y controles, una exuberancia de tiquismiquis, que está haciendo difícil no ya vivir en este continente sino no avergonzarse por ello.
Me van a reñir. Estoy seguro de que alguien me reñirá y me colgará la etiqueta que colocan a los peligrosos negacionistas. Pero la nube de contaminación de Alboraya, imposible de absorber por ningún organismo público, salió al mar y... igual ha contaminado el domingo de Ibiza. O va a despeñar su pestilencia hoy mismo sobre Menorca. La contaminación que hoy respiro, me digo en voz muy baja, igual es la de Ciudad Robledo o Móstoles. O la de los coches que circulan por la M-30 de Madrid, donde, según oigo en la radio oficial, se va a multar desde el 1 de enero a los vehículos viejos que contaminan porque andan quemando combustibles fósiles.
Etiquetas, listados, clasificaciones. Y mucha, muchísima gestión digital. Ryanair ya no emite billetes en papel, solo los cobra. El horizonte se va cerrando y vamos aprendiendo a asimilar las orejeras del Cero, el B, el C y el ECO. Se pretende rebajar la contaminación europea para que ocupe su lugar la venida de África o Asia. Dentro de cuarenta días, oído al parche, solo los coches eléctricos serán considerados buenos ante las tablas de la Nueva Ley. Y la mayor parte de ellos vienen de China, el país que más contamina del planeta: 13.259'6 megatoneladas de CO2 en el año 2023 y ausente en la reciente cumbre del clima, como Estados Unidos y la India, los reyes del mambo de la contaminación.
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A ver, enséñeme la etiqueta. Nos lo creemos todo y nos están digitalizando hasta la vesícula biliar. Pero cada día más, tragamos con todo, mejoramos en empatía y nos inclinamos mucho mejor. España acaba de encerrar 45'8 millones de gallinas, por el riesgo de la peste aviar, pero aquí nadie le mete mano a las 40.000 palomas que andan sueltas y pueden ser origen de los mismos problemas. ¿O esas son de China y tienen bula?
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