He vuelto a ver el cine lleno gracias a 'Los domingos', la última película de la directora Alauda Ruiz de Azúa, un apunte del natural de la familia española contemporánea. El argumento es sencillo: Ainara, una niña de diecisiete, anuncia que quiere tomar el hábito como monja de clausura, con lo que desata una cadena de reacciones que retratan bien a nuestras actuales familias, su osteoporosis, su quiero y ya no puedo. La niña dice «monja», pero valdría lo mismo si hubiera dicho ganadera, actriz porno, legionaria o que estaba saliendo con una profesora, porque su papel consiste en lanzarse a un estanque de falsa mansedumbre para mostrarnos cómo lo agitan las ondas. La película tiene la virtud de no tomar partido, describe a los personajes y sus posiciones sin prejuicios, por eso están yendo a verla los unos y los otros. De hecho, de lo mejor de la obra es la disputa existencial, a cara de perro, a veces sorda y a distancia, que mantienen la tía atea y la madre superiora sin que ninguna de las dos dé el brazo a torcer.
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Yo tuve una tía monja. La recordé al terminar la sesión porque me vino a la memoria 'Teorema', la película de Pasolini, cuya novela, que tanta influencia ejerció en mis propios diecisiete, ella me regaló. En 'Teorema' un visitante muy bello aparece en el seno de una casa acomodada. De manera natural, el extraño seduce a los miembros de esa familia burguesa uno a uno y se acuesta con todos: la criada, el hijo, la hija, la madre y, por fin, el padre. Luego, desaparece, dejándolos desnudos y expuestos. Por alguna razón, la chica de 'Los domingos' me condujo al chico de 'Teorema', y eso que Ainara quiere ser religiosa y el visitante es un dios del sexo, que una la he visto de bastante mayor y la otra la leí de adolescente. Mi tía monja, exclaustrada y de particular, representaba a la Iglesia de los setenta, jipi, experimentadora, obrera; la que fotografía Ruiz de Azúa es la del siglo XXI, identitaria, resistente, mística. Sí, hay mucha distancia entre 'Teorema' y 'Los domingos', pero ambas van de lo mismo: el poder revolucionario de la radical verdad que empuña la juventud.
Soy consciente de lo imposible que lo tienen los jóvenes de hoy, del grotesco universo, consumido y con las armas cargadas, que les dejamos y, aún así, me muero por volver a ser alguien como Ainara o el visitante para no perderme la insurrección de los desheredados que se avecina. 'Los domingos' es la bofetada más sonora que he escuchado a los adultos incapaces de mi generación: si no les servimos y tampoco les damos razones, mejor que nos apartemos.
A los jóvenes, si no les servimos y tampoco les damos razones, mejor que nos apartemos
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