La innegociable identidad política
Frente a la radicalización y el populismo, la respuesta esperada es la de un centroderecha unido en torno a los valores de la casa común
En un panorama político tan fragmentado y polarizado como el actual, la sociedad española busca, más que nunca, un referente sólido, serio y con experiencia. ... Una opción que no solo aglutine las aspiraciones de una mayoría social, ideológica y culturalmente de centroderecha, sino que ofrezca garantías de estabilidad y gestión competente desde el gobierno de la Nación frente al desgobierno actual de Pedro Sánchez. No solo por higiene política, sino para asegurar el futuro de la España constitucional.
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Una pregunta que surge de inmediato en los ámbitos de convivencia: ¿es el partido de Núñez Feijoo la opción que reúne esas características? Por su origen y trayectoria, sigue siendo la casa común donde convergen liberales, conservadores, demócratas cristianos y, en definitiva, todos aquellos que creen en una España constitucional, plural, autonómica y próspera.
Sin embargo, está por responder si resulta ser hoy un proyecto político con una identidad clara, forjada en décadas de gestión en municipios, autonomías y en el gobierno de la Nación. La respuesta puede encontrarse en su solvencia política como su principal activo y en lo que la ciudadanía espera de él: determinación y liderazgo; es la voluntad y el sentido expresado en su reciente XXI Congreso de julio por su militancia.
Sin embargo, frente esto emergen otras opciones políticas con un discurso aparentemente más novedoso y a menudo maximalista que capta la atención de un electorado descontento; un ejemplo es Vox. Es preocupante observar su ganancia en intención de voto, no solamente por un trasvase a su favor desde el espacio de centroderecha, sino también desde el del PSOE y Sumar. Este fenómeno responde, en muchos casos, a un voto de castigo o de protesta, un grito rebelde de clases medias y jóvenes que se sienten perjudicados y olvidados por las políticas de la izquierda en temas cruciales como la vivienda o el empleo precario.
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Pero gobernar no es protestar. Exige realismo, competencia y un profundo respeto al marco constitucional que nos dimos en 1978, en especial al ordenamiento territorial en las autonomías. Aquí radica una diferencia fundamental. Mientras el Partido Popular ha demostrado su capacidad de administrar y mejorar la vida de la gente desde las instituciones ordenadas constitucionalmente, los de Abascal se mueven con mayor comodidad en el terreno de la oposición y la imposición ideológica con un comportamiento político al margen de la Constitución frente al Estado de las Autonomías.
Solamente hay que observar su trayectoria desde que abandonaron los gobiernos de las autonomías, han purgado a la disidencia interna y han condicionado su acción política a su cambio de Eurogrupo integrándose en Patriots. Plantean exigencias y propuestas que, con frecuencia, son ajenas a las competencias reales de las comunidades autónomas, suponen reformas legales de una complejidad y radicalidad que las alejan de la factibilidad, o son claramente anticonstitucionales, más allá del impacto mediático que puedan generar.
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Desde la Comunidad Valenciana, donde hoy se está negociando entre el PPCV y Vox el contenido del pacto de gobierno que condicionará la investidura del nuevo presidente del Consell y los presupuestos de 2026, con el riesgo de exportarse al resto de autonomías donde Vox tenga capacidad de veto, el PP tiene el deber de mantenerse firme en su ideario dejando claros los límites de la transacción política.
A pesar de los condicionantes de la aritmética en las actuales Cortes Valencianas, y pensando en el futuro, no puede dejarse arrastrar por una cultura política que no es la suya. La tentación de ceder para conseguir apoyos coyunturales es un camino peligroso que diluye la identidad y confunde a los votantes; y mayo de 2027 está a la vuelta de la esquina. No es cuestión de pragmatismo, sino de que la sociedad no necesita un partido que imite otros discursos, sino uno que ofrezca un proyecto político propio. El original vs la copia.
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La proximidad de citas electorales en comunidades como Extremadura, Castilla y León, Andalucía o Aragón convierte esta reflexión en una cuestión urgente. La respuesta esperada es si el Partido Popular es el único garante constitucionalista o no, de un cambio de rumbo sensato y posible a la situación política dramatizada por el "sanchismo" del Partido Socialista. Lo será si sigue siendo un partido que cree en la España de las autonomías, en la gestión práctica y en las soluciones reales a los problemas de la gente, y no en aventuras políticas imposibles e importadas.
Frente a la radicalización y el populismo, la respuesta esperada es la de un centroderecha unido en torno a los valores de la casa común, con la determinación de ser la alternativa de gobierno que España necesita. El PP ya ha demostrado que sabe hacerlo. Otros recién llegados aún tienen que demostrar que quieren hacerlo más allá de la confrontación y el titular.
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