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Las obras hidráulicas salvan vidas

La zona sur de Valencia precisa de un plan ambicioso que la proteja ante la posibilidad de otra dana. El nuevo cauce del Turia fue lo que impidió la inundación de la ciudad el 29 de octubre de 2024.

Editorial

Valencia

Domingo, 30 de noviembre 2025, 10:47

Con el paso del tiempo y tras haberse cumplido el primer aniversario de la tragedia, el análisis sobre la monumental catástrofe humana y económica que ... supuso la dana del 29 de octubre de 2024 se ha ido centrando en las responsabilidades políticas y penales de los protagonistas del suceso. No hay día en que no aparezcan novedades de una investigación judicial que se va comunicando al minuto y que deja en muy mal lugar a quienes tenían la responsabilidad de las emergencias, así como de la reacción una vez se desató la furia de la naturaleza. Se habla y no se acaba del tristemente famoso Cecopi, de los sistemas de vigilancia de caudales, de las previsiones meteorológicas, de las alertas a los ciudadanos. Incluso de la necesidad de una unidad de intervención propia, una UME valenciana, aunque no militarizada, que pueda llegar al terreno afectado en el menor tiempo posible. Debate este último más ideológico o identitario que técnico, por cuanto no parece razonable duplicar competencias y organismos sino procurar que lo existente funcione. En definitiva, demasiado ruido mediático y político que impide centrar el tema en el asunto capital, en la gran pregunta que deben hacerse las autoridades: ¿cómo se puede evitar que otra dana, en caso de producirse, cause un daño similar? ¿Dónde hay que intervenir, qué inversiones se deben acometer? Porque las alertas no van a evitar que el agua de unas lluvias torrenciales se desborde. Entre la dimisión de Mazón, la elección del nuevo president, las revelaciones sobre El Ventorro y la instrucción de la jueza de Catarroja, este debate, que es inaplazable, queda relegado a un segundo plano.

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Sin embargo, sabemos lo que hay que hacer. Si se hizo durante la dictadura franquista, con menos medios, menos conocimiento y ninguna libertad, cómo no va a ser posible acometerlo ahora que España es un país miembro de la Unión Europea, que recibe sustanciosos fondos de asistencia y que cuenta con profesionales acreditados en la ingeniería y la planificación urbanística y medioambiental. Tras la riada del 57 se elaboró el Plan Sur, documento que dio origen al nuevo cauce. Aquella descomunal obra, que precisó de unas traumáticas expropiaciones a los agricultores que se vieron afectados por su trazado, es la que hace trece meses salvó el casco urbano de Valencia de las inundaciones que asolaron l'Horta. El diagnóstico no admite discusión: la orografía valenciana y el régimen de lluvias convierte una parte de la provincia en zona inundable. Por consiguiente, hay que actuar con obras hidráulicas, la única solución que de verdad salva vidas. Los corredores verdes o zonas de amortiguación para que el agua de los barrancos se remanse y no llegue a las poblaciones deben ir acompañados de estanques de tormentas y de presas o embalses que en algunos casos están previstos desde hace medio siglo, como el de Vilamarxant. Y por supuesto, allá donde sea posible, de encauzamientos de los cursos naturales. Inversiones cuantiosas que durante años pueden no llegar a prestar servicio. Hasta que un día, cuando la lluvia no da descanso, demuestran su utilidad, como ocurrió con el nuevo cauce del Turia.

La competencia para abordar el Plan Sur del siglo XXI corresponde tanto a la Generalitat -y en menor medida a los ayuntazmientos- como, principalmente, al Gobierno central. Que si con la dana se mostró cicatero en la ayuda y si encima trata de obtener rentabilidad electoral del desgaste del PP por el papel de Mazón, tampoco se acaba de comprometer con el único proyecto que de verdad puede llevar la tranquilidad a los municipios que el 29 de octubre padecieron la gran tragedia valenciana.

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