Duelo, indignación, esperanza
El aniversario de la tragedia de la dana debe centrarse en el recuerdo de las víctimas, aparcar aunque sea sólo por un día el enfrentamiento político y servir como impulso para avanzar en la recuperación
El duelo. Hace un año, la muerte y la desolación se apoderaron de Valencia. Tierra de riadas, es cierto, aunque ninguna tan terrorífica como la del 29 de octubre de 2024. En la memoria de los valencianos estaban aún vivas la del 57 y la del 82, la 'pantanada' de Tous. Ambas con víctimas mortales y cuantiosos destrozos. Pero la dana fue mucho peor: arrasó media provincia, mató a 229 personas, anegó viviendas, fábricas y almacenes, destruyó infraestructuras viarias y ferroviarias y dejó inservibles más de cien mil coches. Los efectos del desastre aún son visibles en buena parte del territorio afectado. Y, sobre todo, en la memoria de quienes lo sufrieron. Son incontables los casos de personas que cuando comienza a llover se echan a temblar, reviviendo las escenas de una tarde y una noche de pesadilla. En el aniversario de la mayor catástrofe natural registrada en España en lo que llevamos de siglo, el recuerdo de las víctimas es el tributo que debe rendir una sociedad golpeada y aturdida, que quiere levantarse sobre el barro de una dana letal. Cuando se celebra el funeral de Estado, no puede haber otro enfoque que el homenaje a los 229 valencianos que en la noche más oscura de Valencia encontraron la muerte.
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La indignación. La tragedia dejó escenas escalofriantes y momentos que reconcilian al ser humano con su especie. Como la marea de voluntarios camino de la zona cero. O las historias de superación personal, de ayuda desde otras comunidades, de apoyo entre los necesitados. Por contra, la clase política no ha hecho del 29-O un antes y un después. No ha servido este día tan negro para unir a los rivales en el objetivo común de la recuperación económica y anímica de una tierra devastada. Casi desde el minuto uno, se han dedicado a lanzarse acusaciones por cómo afrontaron e intervinieron en el día de autos. Una polémica que vivió su momento más tenso durante la visita de los Reyes de España a Paiporta, cuando la indignación popular se lanzó contra los monarcas -ajenos por completo a estas disputas partidistas- y contra el presidente del Gobierno y el de la Generalitat. La figura de Carlos Mazón ha sido más que cuestionada por sus ausencias en el día de la dana, con manifestaciones multitudinarias que reclaman su dimisión. Frente al ejemplo de la ciudadanía, sus representantes públicos han fallado, no han mostrado la altura de miras que demandaba un reto formidable y han ofrecido un triste espectáculo.
La esperanza. Valencia, decíamos, es tierra de riadas. Se levantó en el pasado y se está volviendo a levantar ahora. Sus empresarios han dado muestras del carácter emprendedor que corre por las venas de los valencianos, de su capacidad de superación incluso en circunstancias tan adversas. Miles de empresas han vuelto a funcionar como antes del 29 de octubre. Es cierto que muchos comercios no han levantado la persiana pero en líneas generales la respuesta ha sido extraordinaria ante una crisis sin precedentes. Pasado el primer momento, las administraciones públicas -el Estado-también han respondido con obras urgentes en infraestructuras dañadas e imprescindibles para el buen funcionamiento de las poblaciones. No hemos regresado al punto de partida porque por el camino se han perdido 229 vidas irremplazables. Pero pese a todo, Valencia encara un futuro en el que es prioritario trabajar en la prevención de futuras riadas, como se hizo tras la del 57 y que dio como resultado el nuevo cauce del Turia. El 29 de octubre es un día triste por el recuerdo pero también es una jornada para la esperanza. La que derrocharon los voluntarios y la que exhibe un pueblo orgulloso que ha vuelto a ponerse de pie.
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