Trump, el protagonista de la desestabilización mundial que sufrimos, lleva ya seis meses en la Casa Blanca alarmando, de manera especial a los europeos, con ... la amenaza de una nueva guerra mundial, como las sufridas el siglo pasado. Pero, a la vista de la realidad que protagoniza, el peligro inminente es su indisimulado odio y deseo de venganza contra la Unión Europea -- no es fácil saber exactamente por qué --, al que se ha anticipado este fin de semana con un asalto, no con armas de fuego, pero si con el recurso a los aranceles susceptibles de destrozar la economía y liquidar el bienestar social.
Publicidad
Cuando unos meses atrás montó en el despacho Oval aquel espectáculo agresivo contra los tibios avances de paz mundial e igualdad con una pizarra gigante en la que aparecían los nombres de países de los cinco continentes y los porcentaje de los aranceles que se proponía imponerles, ya descubrió ante el mundo sus pretensiones de ganarse la condición de emperador universal y poder para manejar la docilidad de cada uno en función, no tanto del interés común sino como una manera de gestionar su control en función de sus méritos.
Nada le inhibió desde entonces de jugar con la aplicación arbitraria de aranceles como una forma de premiar o sancionar a las naciones, empezando por las que comparten fronteras – Canadá y México, a las que quiere tener bien sujetas --, y acabando por la Unión Europea, ese conjunto de veintisiete miembros bien avenidos que han conseguido enfrentar juntos su futuro una unidad que le resulta intolerable: negociar con cada uno le resultaría más fácil a la hora de manejar las exigencias ante su liderazgo único e inhumano. Nada le disgustaría más que otros países de otras latitudes consiguiesen imitar el ejemplo de unión que tantos beneficios aporta.
El anuncio de la multiplicación indiscriminada de aranceles a Europa, su arma de ataque y venganza, no puede decirse que haya sorprendido a nadie, pero el alarmante 30 por ciento si ha causado verdadero temor entre los europeos. La economía común ha conseguido condiciones de bienestar únicas, pero dista mucho de hallarse libre de peligros. Queda una ligera esperanza, abonada por la tradicional veleidad del magnate que intenta gobernarnos, de que en los días que faltan para el uno de agosto, la fecha fijada para la entrada en vigor, se consiga paliar la agresión.
Publicidad
En la espera será mejor no hacerse ilusiones y prepararse para esa imposición que puede causar daños al desarrollo, el empleo y la economía de las familias. Trump tampoco parece tener en cuenta los males que la multiplicación arancelaria a la UE causará a muchos norteamericanos en su vida cotidiana. Los países comunitarios más afectados son Alemania, con su industria avanzada, e Irlanda, exportadora de algo tan necesario como los medicamentos. Las exportaciones españolas no alcanzan esos niveles, pero si de productos que muchos degustadores echarán de menos como el aceite de oliva, el vino y otros muy apreciados por las clases a las que Trump intenta proteger. Algunos los echarán de menos.
Suscríbete a Las Provincias al mejor precio
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión