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A tope

Sabías que Amazon...

Miércoles, 22 de octubre 2025, 23:20

No sé cuántas contraseñas podemos tener guardadas, ¿has pensado en algún momento cuántas puedes tener almacenadas, olvidadas y/o duplicadas? Y cada vez que se ... actualiza una aplicación, lo normal es rescatar la contraseña porque el sistema te la pide para reiniciarla de nuevo. Eso era lo que yo creía cuando recibí una llamada preguntándome si habíamos cambiado la contraseña del 'Canva', una aplicación en línea para diseñar y hacer creatividades digitales. El problema no era una actualización, el tema era mucho más gordo y viene de una parte de la historia que la gente, en su mayoría, desconoce.

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¿Recuerdas un proyecto llamado 'Cadabra'? Seguro que no, hablamos del embrión de Amazon, una tiendecita online de libros que Jeff Bezos bautizó así porque sonaba a 'abracadabra', hasta que alguien lo confundió con 'cadáver' y claro, la magia se le fue de las manos. Por suerte, para él, cambió el nombre, la idea, y de paso el curso de la economía mundial.

Lo que empezó como un portal para vender libros, ahora vende... bueno, lo que sea. Pero ojo, que ese no es el negocio importante. No. El verdadero músculo de Amazon, el que le paga los caprichos a Jeff y le permite lanzar cohetes al espacio, se llama AWS: Amazon Web Services.

Empezó vendiendo libros y ahora es dueño del estante, de la biblioteca y hasta del wifi del bibliotecario

¿Y qué es eso? Pues básicamente la nube donde vive medio internet. Y el día que esa nube se resfría, todos cogemos una pulmonía. Lo hemos visto esta semana: se cayó AWS... y con ella, se fue al garete medio planeta digital. Apps como Canva, Duolingo, Fortnite y hasta Prime Video, dejaron de funcionar: el chaval no podía practicar inglés, la madre no podía ver su serie, y el gamer no podía echar su partidita. Drama generalizado.

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Pero eso no fue lo peor. Lo grave vino cuando la caída se extendió al sistema financiero: sin datáfonos, sin transferencias, sin Bizum. El bar de la esquina volvió al siglo XX y los comercios vieron que su flamante TPV era poco más que un pisapapeles caro. ¿La causa? La alta dependencia de la infraestructura de pagos que está alojada... sí, otra vez, en Amazon Web Services.

Y es que Amazon no solo vende productos. También vende invisibilidad. Porque nadie ve la nube, pero todos vivimos en ella. Empresas, bancos, gobiernos... todos tienen parte de su 'cerebro digital' en esos servidores que, cuando fallan, nos devuelven de golpe a la edad de piedra.

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Ya ves: Amazon empezó vendiendo libros y ahora es dueño del estante, de la estantería, de la biblioteca y hasta del wifi del bibliotecario. Y cuando ese gigante se resfría, el mundo se queda sin conexión... y hasta sin café con leche en la terraza.

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