«Oye, ¿tú crees que habrá desabastecimiento? Porque he visto a gente con los carros llenos y no sé yo», me comentaron el otro día, y dudé en la respuesta. Es verdad que el pasado agosto escribí una columna sobre los riesgos de los actuales costes de importación, pero en ningún caso me referí a alimentos de primera necesidad porque no creo que tengamos ese problema a la vista. Quizá en grandes ciudades, pero aquí en la Marina Alta, donde todavía existe producción agraria y es posible comprarla directamente a sus productores en muchos mercados de la comarca, estoy casi casi segura de que verduras y frutas frescas no nos van a faltar. Comer, vamos a tener qué comer.
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Aun así, los agricultores se quejan, y con razón, de que a pesar de que sus costes llevan años disparados no pasa lo mismo con sus beneficios, que son más bien escasos y a veces ni son. Lo que sí es residual en la comarca es la ganadería, y ello aunque se ha demostrado con creces el beneficio que supone para los entornos en los que se enclava. Miren la reintroducción de un rebaño de vacas rústicas que se realizó el año pasado en la marjal de Pego Oliva.
No les sucede únicamente a los agricultores, lo de los costes digo. Nuestras flotas pesqueras, por ejemplo, dependen de combustibles fósiles en su inmensa mayoría y a poco que tengan un coche ya sabrán lo que cuesta llenar el depósito hoy en día. O la electricidad: si la factura de la luz en casa nos parece demencial y estamos todos sacando mantas por retrasar el momento calefacción, pues imaginen lo que supone para los mercados y supermercados, que deben mantener grandes cámaras de refrigeración para carnes, pescados, fiambres, congelados, etc.
En mi opinión, me parece complicado que vayamos a sufrir un desabastecimiento de productos alimenticios generalizado. Quizá suban los precios, eso sí, o falten algunas cosas, también, pero en este caso podremos sustituirlas por otras. Estaría bien, por otra parte, que al menos unos cuantos euretes del dinero que nos van a enviar de Europa se pudieran invertir por un lado en la optimización de los procesos de producción agroalimentarios y por otro en la investigación de renovables para abaratar los costes energéticos en el medio y largo plazo.
Volviendo a la pregunta inicial, aunque albergo ciertas dudas, no creo que a un nivel doméstico nos veamos afectados más allá de los precios o cosas muy puntuales. Ahora, también es verdad que si me hubieran dicho hace dos años que un virus asiático nos iba a sumergir en la distopía actual, surfeando olas, pues hubiera pensado que no. Lo mismo que cualquiera.
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Por este motivo, visto lo visto, sobre lo que no voy a opinar -al menos por ahora- es sobre la posibilidad de que el 4660 Nereus bese la Tierra ni sobre las probabilidades reales de una invasión alienígena en los próximos 100 años. Por si los zascas.
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