La vuelta de tuerca de Macron
Nueva Caledonia ·
París propone una pseudosoberanía para el archipiélago para calmar el deseo secesionista de la población nativaFrancia es un territorio difícil de gobernar. El 'premier' británico Winston Churchill reconocía que su política resultaba complicada, pero también aseguraba que nunca se vendría ... abajo un país capaz de fabricar 360 tipos de quesos. Además de ese abundante surtido de productos lácteos, nuestros vecinos cuentan con unas fronteras también vastas y diversas. Porque Francia limita al norte con el Canal de la Mancha, al este con Bélgica, Luxemburgo, Alemania, Suiza e Italia, al sur con España y al oeste con Brasil. Porque, más allá del hexágono continental, la geografía de la potencia gala se extiende a través de tres continentes.
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El entramado institucional del Elíseo para englobar diversas realidades físicas y humanas es dispar y evoluciona para responder a fuerzas centrífugas. El último giro llevado a cabo pretende responder a los deseos secesionistas del archipiélago de Nueva Caledonia, a más de 16.740 kilómetros de París, en plena Oceanía. La fórmula de la cosoberanía, ofrecida como instrumento de conciliación, riza el rizo para preservar los jirones de la 'grandeur'.
El Imperio colonial francés, como el inglés o el holandés, comenzó a quebrarse tras la Segunda Guerra Mundial, tanto de forma negociada como violenta, como sucedió en Indochina y Argelia. Pero la metrópoli no se va de forma definitiva, sólo se retira discretamente. Como el globo aerostático y el cinematógrafo, el neocolonialismo es un invento genuinamente galo. En sus antiguas posesiones París mantiene bases y tropas y suele tutelar gobiernos que responden a sus intereses militares y económicos. La FrançAfrique ha sido un velado sistema de tutela y clientelismo que ha permanecido hasta su progresivo derrumbe en los últimos años.
Ahora bien, en el caso de la remota Nueva Caledonia no ha movido ficha en un intento de preservar el control de sus recursos. El antiguo establecimiento penal no siguió el camino de los dominios franceses. La razón radica en las características de su población y es que nada como la ingeniería demográfica para controlar la política local. Desde su ocupación, a mediados del siglo XIX, diversas oleadas de colonos procedentes de Europa, Sudeste Asiático y el entorno del Pacífico, han generado una nutrida comunidad afín a la metrópoli que supera en número al colectivo indígena.
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Los restos del Imperio francés
Las diferencias sociales resultan abismales entre sus 271.000 habitantes. Aquellos de origen foráneo, los 'caldoche', son la elite dirigente, mientras que los indígenas o kanak reciben un 32% menos de ingresos, según la IWGIA, organización de derechos humanos que aborda la situación de los pueblos nativos.
El declive responde a la esquilma de tierras, la reclusión de los nativos en reservas durante el primer periodo de control y el efecto letal de la malnutrición, las enfermedades y el alcoholismo. El Acuerdo de Bougival, firmado el 12 de julio entre el poder central y las fuerzas insulares, intenta abrir un nuevo periodo o, quizás, mantener el estatus veladamente.
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El pacto pretende convertir a Nueva Caledonia en un Estado dentro del Estado francés, una aparente paradoja, y dar una nacionalidad dual a sus ciudadanos.
Acuerdo con condiciones
Si esta fórmula resulta difícil de comprender, la letra pequeña lo embarra aún más. Teóricamente, la nueva entidad podrá solicitar competencias en materia de defensa, justicia, seguridad e incluso moneda, siempre que lo solicite el Congreso con una mayoría de tres quintos y se celebre una consulta local vinculante. Con estos condicionantes, cualquier propuesta choca con la realidad demográfica y la polarización correspondiente. Además, el marco incluye el otorgamiento de la facultad de votar a los individuos con más de diez años de residencia, una manera de reforzar aún más las fidelidades de los foráneos.
El desarrollo económico es otro de los pilares del compromiso e implica la introducción de grandes inversiones para reducir el abismo de ingresos. La economía local depende de las extracciones de níquel, un recurso esencial para la fabricación de las baterías de los vehículos eléctricos. Nueva Caledonia tiene un tercio de las reservas mundiales y la extracción proporciona la cuarta parte de los empleos de la isla y el 90% de sus exportaciones. Pero los conflictos políticos han paralizado prácticamente la explotación.
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El camino hasta Bougival ha venido surcado por problemas y acuerdos previos, como el de Numea de 1998, y referéndums saldados con el rechazo a la autodeterminación. Los disturbios de mayo de 2024, en los que hubo varios muertos y 200 millones de euros en pérdidas por la ola de saqueos e incendios, provocaron la reacción del presidente Macron y este acuerdo tan sibilino.
El país que también inventó la centralización administrativa más piramidal, fruto del ideario jacobino, crea ahora la cuadratura del círculo. Quienes lo rechazan, allí en el Pacífico, aducen que esta iniciativa ya la puso en marcha el general De Gaulle cuando, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, el imperio se desgarraba en África. Lo llamó la Comunidad Francesa y no duró más de dos años. Luego, llegó la inevitable independencia de las colonias. O no. La 'grandeur' es maquiavélica.
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