«La dana me quitó mi salón, pero la gente me dio fuerza»
Rebeca Moreno, propietaria de Nansa Estilistas, celebró el 25 aniversario del centro de estética tras la reforma de la barrancada en julio
Nacho Roca
Paiporta
Viernes, 15 de agosto 2025, 01:07
El 29 de octubre de 2024, a primera vista, no parecía un día distinto en Paiporta. En la peluquería Nansa Estilistas, Rebeca Moreno Martínez atendía a sus clientas como cualquier tarde sin imaginar que, en apenas unos minutos, una riada provocada por la dana iba a arrasar todo lo que había construido durante años.
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«Eran las seis y cuarto cuando la vecina de la cafetería de al lado llamó al timbre para avisarnos: '¡Viene el agua, salid de ahí!'. No entendíamos nada, pero en cuestión de segundos el agua empezó a entrar con una fuerza descomunal», recuerda Rebeca. En ese mismo momento, afuera, la calle se transformaba en un río. «Veías a la gente subiéndose a los coches, los columpios del parque flotaban, fue una noche de mucho miedo e incertidumbre».
Esa noche, Rebeca no pudo volver a su casa. Sabía que su marido y su hijo estaban a salvo en la vivienda de un amigo porque logró contactar con ellos antes de que se cortasen las comunicaciones. Su hermana y el resto de la familia también estaban fuera de peligro. «Saber que estaban bien me tranquilizó, pero la incertidumbre de no saber qué me iba a encontrar me tuvo en vilo toda la noche».
Sin embargo, la noche no fue para nada tranquila, «los chicos de la cafetería quedaron atrapados, agarrados a la ventana, mientras la corriente tiraba de ellos. Un vecino se lanzó y los salvó. Fue una escena durísima, y decidí no quedármela grabada en la cabeza por nada del mundo».
Al día siguiente, cuando el agua bajó, «me llegó el golpe. El salón estaba completamente destrozado. Era como ver un naufragio dentro de mi propio negocio. Muebles, herramientas, productos… todo arruinado. Esa peluquería era el resultado de muchos años de trabajo y esfuerzo. Sentí que me arrancaban una parte de mí».
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En los días posteriores, la tristeza se mezcló con un aluvión inesperado de cariño. «No podía parar de llorar, pero venía gente que hacía tiempo que no veía, clientas, amigos, me abrazaban, me ofrecían ayuda. Ese apoyo fue un motor para no rendirme».
La reconstrucción del salón de peluquería ha sido un camino largo y, a veces, desesperante. Entre papeleos, reformas, presupuestos y trámites, pasaron seis meses hasta que Nansa Estilistas volvió a abrir sus puertas. «Volver a ver a mis clientas de siempre ha sido como regresar a casa», confiesa Rebeca, emocionada. Su agradecimiento es doble, porque «también ha empezado a venir gente nueva que quería conocerme y apoyarme, para dar una nueva vida al salón. Me siento muy agradecida».
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Desde la reapertura, el pasado abril, Rebeca no ha dejado de mejorar el local con pequeñas reformas para minimizar el impacto de una posible nueva inundación, ajustes en el nivel del suelo, mejoras en el acceso y refuerzo de materiales. Sin embargo, reconoce que «no he cambiado la estructura del local porque no podía, como tampoco puedo trasladarme a otro sitio». Por eso insiste en que «las soluciones tienen que venir de todas las administraciones. Nosotros, a nivel individual, podemos hacer poco».
Aun así, su balance no es amargo del todo. Pese a todo lo vivido y sufrido con la dana, Rebeca prefiere quedarse con lo bueno, y asegura que «la dana me quitó todo en cuestión de minutos, pero me enseñó que no estoy sola. Ese cariño, esas manos que se ofrecieron sin pedir nada a cambio, me devolvieron las ganas de luchar». Con las puertas de la peluquería abiertas, cada tijeretazo y cada nuevo peinado son un recordatorio de que la resiliencia también se construye con la ayuda de los demás.
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