Protejamos y cuidemos a los buenos camareros…¿están en peligro de extinción?
Si queremos seguir presumiendo de que en la Comunitat se come de lujo necesitamos profesionales formados, respetados y bien pagados
¿Se están extinguiendo los buenos camareros? A veces lo parece. Igual que se habla del lince o la cerceta pardilla, habría que empezar a ... hablar del camarero ibérico, porque cada vez cuesta más encontrarlo en bares, chiringuitos o restaurantes. Hablo de ese que sabe llevar cinco platos sin derramar una gota y con una sonrisa en la cara, que te canta el menú del día como si fuera un pregón y que distingue entre una mistela y un moscatel. Una especie en serio peligro.
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Los números lo confirman, pero no voy a aburrirte con ellos. En las tres provincias de la Comunitat pasa lo mismo. Los ciclos de hostelería siguen formando a camareros y la práctica totalidad encuentra trabajo en los primeros seis meses, pero no es suficiente. Algo falla si la formación corre, pero la demanda corre aún más rápido. Es cada vez más frecuente ver carteles en los bares y restaurantes donde se busca personal. Sin embargo, es aún más común comprobar cómo esas nuevas contrataciones se van con la misma rapidez con la que entran. Vas un día y te sirve un camarero y a la semana siguiente ya le ha sustituido otro.
¿Qué está pasando? Pues, como todo en esta vida, hay muchas versiones al respecto, aunque se pueden simplificar en dos. Por una parte, está la poca o nula aptitud y actitud que tienen algunos camareros a la hora de trabajar, lo que solivianta al propietario que lleva más de 30 años luchando para levantar su negocio. Por otra, los nuevos empleados se encuentran con algunas ofertas de trabajo que rayan la ilegalidad: sueldo ínfimos, horarios eternos y gritos cada diez minutos, incluso de comensales maleducados. En definitiva, unas condiciones laborales que deberían estar penadas por la Seguridad Social, la Organización Mundial de la Salud o la mismísima ONU.
Lo curioso es que no hablamos de un sector cualquiera. La hostelería, englobada dentro del turismo, es la columna vertebral de la Comunitat Valenciana. Y aun así, seguimos tratando el oficio de camarero como si fuera un trabajo de paso, de verano. Cierto es que los hosteleros necesitan cubrirse las espaldas con camareros eventuales cuando el trabajo desborda, pero eso no quita contar con una plantilla fija, del número que sea, bien formada y pagada.
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El resultado de todo este despropósito es una paradoja: tenemos playas llenas, restaurantes que sacan menús como churros, turistas buscando la paella perfecta pero cada vez menos camareros capaces de dar ese servicio que convierte la comida en experiencia. Ese que te pone un cremaet con historia o que sabe perfectamente lo que quieres antes de que se lo pidas.
Mientras tanto, los buenos camareros son cazados como si fueran Messi en el mercado de fichajes: se los rifan entre locales, ofrecen sueldos más altos y hasta días libres en fin de semana. Porque saben que un servicio impecable es tan importante como un buen plato. Puedes tener la mejor paella, pero si te la trae alguien que ni te mira a los ojos ni sabe decirte si lleva o no garrofó la experiencia se queda coja.
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¿Solución? Pues como con cualquier especie en peligro de extinción: protegerla. Mejorar las condiciones, dar prestigio al oficio y formar con cabeza. Porque si no, dentro de poco pediremos una botella de vino al QR de la mesa y nadie nos contará que ese caldo que estamos a punto de probar fue vendimiado en luna llena por trabajadores que llevaban calcetines blancos decorados con dos raquetas cruzadas. Y seamos sinceros, para algunos no sabe igual sin esa historia detrás. Aunque sea por el postureo
Así que la próxima vez que un camarero te sirva una ración de callos sin meter el dedo gordo dentro de la salsa, que te recomiende una tapa con cariño o que sepa qué demonios está fuera de carta dale las gracias. En serio, díselo. Es más, levántate y dale un abrazo. Porque igual dentro de unos años tenemos que montar campañas de 'adopta un camarero' como si fueran los 'samarucs' de la Albufera.
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Y ojo, esto no va sólo de romanticismo de barra de bar. Si queremos seguir presumiendo de que en la Comunitat se come de lujo, necesitamos camareros de lujo. Formados, respetados y pagados como toca. Porque si no, nos quedaremos con la paella y el arroz al horno…pero sin nadie que nos los ponga en la mesa con una sonrisa. Y eso, querido amigo, es casi un crimen gastronómico.
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