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Lingotes de oro y plata puros en la joyeria de Argimiro Aguilar. Jesús Signes.

Las joyerías se resienten del precio del oro en máximos: «Una pulsera de comunión no puede costar 1.000 euros»

El precio de este metal precioso supera los 4.000 dólares por primera vez tras subir un 50% este año

Pau Alemany

Valencia

Sábado, 11 de octubre 2025

La obsesión por el oro que arrastra el ser humano desde hace siglos se ha intensificado recientemente. La cotización en el mercado del que está ... considerado como el metal precioso por excelencia lleva disparada desde principios de 2024 y esta semana ha alcanzado cotas históricas. El pico máximo, registrado el pasado miércoles, alcanzó los 3.500 euros por onza, lo que supone prácticamente el doble que los 1.800 registrados en enero del pasado año. Una subida que despierta la sonrisa de los inversores, pero que, sin embargo, está llevando a las joyerías por la calle de la amargura. Y es que cuanto más sube el precio, menos margen de beneficio les queda en todos aquellos artículos que lucen oro en su composición.

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La tendencia alcista está «succionando» las ganancias del gremio, según describe la presidenta de la Asociación del sector de la Joyería y afines de la Comunidad Valenciana (Avajoya), Merche Navarro, que advierte también de la «penalización» que está sufriendo el sector. «La afectación se da en una doble dirección: por un lado, las fábricas tienen que realizar un mayor desembolso o anticiparse con antelación para evitar que las subidas les repercutan y, por otro lado, los puntos de venta se ven obligados a incrementar el precio con el riesgo de dejarlo fuera del alcance del comprador», desmenuza. El cinturón económico de las joyerías, pues, está cada vez más apretado.

En la misma línea apunta Argimiro Aguilar, dueño de una joyería a la que le puso su nombre de pila y que está ubicada en la calle Colón de Valencia capital. En su caso ha percibido como «la demanda de oro se ha contraído», lo que ha derivado en que cada vez más clientes apuesten por piezas brillantes donde este metal precioso no esté tan presente. «Una pulsera de comunión no puede costar 1.000 o 1.500 euros», ejemplifica. Así, cadenitas, cruces o pulseras son accesorios que han visto como su precio es cada vez más elevado.

La otra cara de la moneda para las joyerías, aunque con asterisco, es que la venta de lingotes también ha aumentado. De hecho, hay locales que están derivando parte de su negocio en este mercado, según apunta la presidenta de Avajoya. Pero este giro tiene una letra pequeña, y es que el margen de beneficio «es mínimo», según matiza el dueño de Argimiro Joyero. «A día 28 de febrero de este año habíamos vendido la misma cantidad de lingotes que en todo 2024. Incluso hay personas mayores que ya nos los piden para estrenar a los nietos en Navidad», señala.

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Hay múltiples factores que explican la subida tan abrupta en los últimos tiempos del oro y otros metales preciosos como la plata o el platino. Uno de ellos es la inestabilidad geopolítica, con dos guerras militares como la de Rusia y Ucrania y la de Israel y Palestina (esta en vías de detenerse tras el acuerdo de paz consensuado esta semana) y una batalla comercial desencadenada por los aranceles estadounidenses. Este contexto está minando la confianza en el dólar y está auspiciando la compra de valores refugio como el oro. También la batalla entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y la Reserva Federal (FED), que está poniendo en duda la independencia de la segunda, empuja al oro hacia cotas más elevadas.

Incremento de la plata y el platino

Ser el metal precioso por excelencia le ha valido al oro para llamar más la atención con la subida de precio de los últimos tiempos, pero también hay otros como la plata o el platino que no se quedan atrás y que se han enganchado a la ola inflacionaria. De 28 a 43 euros ha pasado el primero de ellos en el último año, lo que implica un aumento del 53% y posicionarse en máximo histórico. Y de 902 a 1.400 euros el platino, aunque en su el récord se registró en 2008.

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La subida generalizada y disparada está dejando a las joyerías con cada vez menos margen. Un efecto que se acentúa en las más pequeñas, donde el cliente tiene más cuidado a la hora de vaciar el bolsillo. «El desfase de la percepción del precio es demasiado elevada para lo que la persona tiene pensado gastarse», lamenta Navarro. Sin embargo, lanza un mensaje de optimismo: «Las joyerías existen y seguirán existiendo porque el ser humano lleva adornándose desde su existencia».

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