Un poema, una dama y las nuevas reglas del deporte que nació en Valencia hace 550 años
La ciudad conmemora con numerosas actividades su condición de cuna de una disciplina deportiva cuya versión moderna alumbró en el siglo XV un río de escritores, devotos de este pasatiempo y también de la literatura
Si usted pasea estos días por Valencia, acude al aeropuerto o curiosea entre sus monumentos más icónicos, habrá observado salvo despiste mayúsculo cómo unas piezas ... de orden gigante saludan su caminata: son las figuras de un elefantiásico tablero de ajedrez dispuestas por la ciudad como recordatorio de una efeméride que no debería pasar inadvertida, igual que tampoco tendría que renunciar al olvido el hito que conmemoran. Hace 550 años, nuestra ciudad acogió la primera muestra del ajedrez moderno, el deporte convertido casi en religión por unos 600 millones de practicantes en todo el mundo. Una disciplina que cuenta también con fervientes seguidores entre nosotros: sus fans aspiran a que esa condición valenciana como cuna de esta longeva actividad se divulgue mejor entre la ciudadanía. De ahí esas piezas gigantes diseminadas por la ciudad y de ahí también que uno de sus más apasionados defensores en la Comunitat, José Antonio Garzón, aproveche para proclamar la buena nueva entre quienes desconocían ese timbre de honor que luce Valencia.
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Su historia es por cierto un relato de tinte legendario, que hunde sus raíces en la Edad Media y transpira ese aire en efecto medieval de algunos mitos... que en el presente caso resulta que son verdad. Realidad auténtica, verificada por la ciencia, que sirve para atribuir a un trío de escritores de la época, los valencianos Bernat Fenollar, Narcís Vinyoles y Francí de Castellví, el feliz alumbramiento de un poema escrito a seis manos y titulado con una bella nomenclatura: 'Scachs d´amor'. Ajedrez de amor: el texto que en el lejano año de 1475 inaugura la edad moderna del ajedrez, fija las reglas aún vigentes, abandona la normativa que nos legaron los árabes (su origen es persa, por cierto) y concede un nuevo rol, muy feminista, a la pieza clave desde entonces: la reina. O, mejor dicho, «la nueva y poderosa dama» que desde luego reina desde entonces en cada tablero, «como emblema de esa revolución normativa», como subraya Garzón. «Una sola generación, luminosa y genial, de humanistas y ajedrecistas valencianos fue capaz de clausurar por sí misma el ajedrez medieval», resalta.
Garzón ha dedicado profundos estudios, en compañía de otros investigadores, a radiografiar aquel momento histórico. El big bang del ajedrez moderno quedó sellado en ese documento donde los tres autores, cuyo escrito inaugura una nueva era: hasta entonces, como detallan los diferentes estudios históricos, se sostenía de acuerdo con las teorías contradictorias que señalaban su origen en Francia, Italia o España. Había versiones para todos los gustos hasta que la ciencia determinó que el movimiento moderno tanto de la dama como del alfil vio la luz en aquel texto donde Fenollar, Vinyoles y De Castellví desbancan el viejo modo medieval de jugar y apuestan por un formato más dinámico, el que ha llegado hasta nuestros días intacto. Un milagro que cumple 550 años.
Cuenta esta historia que la condición valenciana de cuna del ajedrez tuvo que esperar a acreditarse hasta 1905, cuando el manuscrito de nuestros tres antepasados fue descubierto por el padre Ignasi Casanovas en el Archivo de la Real Capilla del Palau Requesens en Barcelona. Un hallazgo formidable que debe su divulgación internacional a los estudios impulsados por el erudito José Paluzíe en 1912. Esas reglas alumbradas en la Corona de Aragón se habían convertido durante siglos en las empleadas por los deportistas devotos de esta disciplina, sin saber que la primera descripción mundial del movimiento de la dama (o reina) había nacido verso a verso, en valenciano: ese poema donde encontramos la partida más antigua jugada en estilo moderno, una tesis que triunfó a escala mundial gracias a la labor documental de otro estudioso, Ramón Miquel y Planas, quien en 1914 tuvo el acierto premonitorio de fotografiar íntegro el manuscrito.
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La historia se nubla durante algún tiempo en el siglo pasado pero luego emerge una evidencia central. Ya no hay lugar a dudas: la certeza científica acompaña desde entonces el manuscrito debido al talento de los tres autores, como se determina gracias a los estudios sobre la parte poética, lingüística y, especialmente, biográfica de su creación y el papel central que juega la ciudad, Valencia, donde todos ellos desarrollaron su vida y sus carreras literarias, «sobre todo teniendo en cuenta», apunta Garzón, «que el siguiente eslabón del ajedrez moderno, la obra en la que difundían internacionalmente las reglas del ajedrez moderno, es también valenciano». Se trata del 'Llibre dels jochs partits dels scachs en nombre de 100, una obra de Francesch Vicent, fechado el 15 de mayo de 1495.
Así que ya tenemos la historia más o menos completamente forjada. Falta no obstante una vertiente clave: que un especialista en Historia del Ajedrez culminara la investigación. El señalado para tal cometido fue otro valenciano, el prestigioso experto alcoyano Ricardo Calvo, «a quien tanto debe el renacer actual de la investigación ajedrecística en España» como observa Garzón. Calvo asumió se reto. Decodificó los tres planos superpuestos de expresión (uno de los atractivos del poema: el poético, el alegórico y el estrictamente ajedrecístico) y el resultado fue mágico. Fruto de sus pesquisas, «el poema emerge mostrando su verdadero valor para nuestro campo», advierte Garzón. La datación segura del poema en el periodo infranqueable de 1470-1490, con preferencia a la primera década, queda fijada desde entonces, «concluyendo que el ajedrez moderno había surgido en un círculo literario en Valencia».
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¿Fin de la historia? Sólo hasta cierto punto. Para Garzón, continúa pendiente de despejarse alguna cuestión primordial, como el grado de participación de cada cual en la elaboración del poema. «En mi opinión», dice, «se percibe la presencia de notables ajedrecistas, por la precisión en las definiciones técnicas del propio Fenollar, árbitro y legislador en la partida, amén del genio innovador que subyace en toda la obra, que modificó para siempre la historia del ajedrez». Y la historia del amor: a ver quién es capaz de enhebrar un poema a su amada mediante una composición de 64 estrofas, a razón de una por cada casilla del tablero. Un poema cuya estrofa 54 cita el movimiento inaugural de la reina, la dama del verso. Un poema cuya conclusión central valía para 1475 y vale 550 años después: «Si se pierde la dama, se pierde la partida».
Una conjunción astral y un pergamino medieval
En la inolvidable película 'El hombre que mató a Liberty Valance' uno de sus protagonistas dejaba para la historia la frase según la cual en el Lejano Oeste entre la leyenda y la verdad, preferían la leyenda. Es un principio que por el contrario no vale para radiografiar la admirable historia del ajedrez moderno y su parentesco con Valencia: aunque la historia ingresa a menudo en el territorio del mito, los estudios científicos aportados por investigadores como Garzón y otros eruditos determinan la validez de atribuir al trío de escritores formado por De Castellví, Fenollar y Vinyoles su admirable olfato para que la posteridad siga sus designios: las piezas se mueve según sus normas y también a través de otros hallazgos igual de atinados. Por ejemplo, su capacidad para trasladar al verso aquella alineación astral que detona su creación... y que en efecto ocurrió: la conjunción planetaria de Mercurio, Marte y Venus se observó en el cielo de Valencia el 30 de junio de 1475. Una teoría validada por los expertos en ese ámbito de acuerdo con un canon científico que sirve igualmente para determinar la fecha en que se compuso el poema célebre: una rigurosa investigación desveló que filigrana que decora el pergamino original (una mano abierta con los dedos juntos) nació en un taller... de la Valencia medieval. Jaque mate al mito.
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