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Caster destacó pronto por sus facultades para jugar al fútbol y practicar atletismo. AFP

Caster Semenya, la carrera más larga

Perfil ·

La Corte Europea da aire a la velocista sudafricana que avanza en su lucha judicial para competir con mujeres

Sábado, 26 de julio 2025, 18:05

Ella sigue corriendo, no ceja, se esfuerza, aunque ni siquiera sepa dónde está la meta. La velocista Mokgadi Caster Semenya no compite en pista, sino ... contra unas reglas que cercenaron su trayectoria deportiva. La última vuelta le ha sido favorable ya que la Gran Cámara del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo ha emitido recientemente un fallo en el que declara que careció de un juicio justo en su apelación contra las normas de la Federación Mundial de Atletismo. La sudafricana siempre se ha opuesto a medidas que le obligaban a reducir sus niveles de testosterona para seguir compitiendo. La sentencia no cambia la situación pero, siquiera, permite un resquicio para las denominadas atletas con diferencias en el desarrollo sexual (DSD), situadas en el ojo del huracán de la competición femenina de élite.

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La vida de Semenya está marcada por el éxito y la controversia. La excepcionalidad de nuestra protagonista quedó de manifiesto a edad temprana, cuando vivía en una remota aldea en el extremo nororiental del país austral. Nació en 1991 en el seno de una familia numerosa y pronto destacó por sus facultades físicas y aptitudes para jugar al fútbol y practicar atletismo. Su progresión en el deporte fue muy rápida, acorde con esas capacidades, y pronto se encaminó hacia la competición. En los Campeonatos Nacionales obtuvo medallas en varias distancias y el crédito suficiente para afrontar retos en el extranjero.

El resultado fue fulgurante. No sólo ganó en el junior africano en las distancias de 800 y 1.500 metros, sino que comenzó a acumular récords, como el conseguido tras vencer en los Mundiales de Atletismo en Berlín de 2009 y alcanzar la plata en los Juegos Olímpicos de Londres de 2012, aunque, cinco años después, le concedieron el oro debido a la sanción por dopaje de la ganadora.

Pero la sombra de la sospecha ya era alargada y acabó envolviéndola. El aspecto físico, con espaldas anchas, pecho plano y voz grave, alentaba dudas sobre su género. Los análisis demostraron que tenía cromosomas XY y determinaron su condición intersexual, denominada científicamente deficiencia de 5-reductasa 2 (5-ARD). A pesar de contar con rasgos femeninos externos, incluida la existencia de vagina, la atleta carecía de útero y trompas de Falopio, y poseía testículos internos que le proporcionaban niveles de testosterona de rango masculino y, por tanto, susceptibles de mejorar la masa muscular. El conflicto comenzó aquí porque las autoridades deportivas le exigieron reducirlos para seguir compitiendo como mujer, circunstancia a la que ella se negó aduciendo contraindicaciones médicas.

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El problema radicaba en una supuesta situación de privilegio ante sus rivales femeninas. La polémica suscitada fue aireada por los medios de comunicación y llegó al ámbito político. Winnie Mandela la apoyó asegurando que se trataba de una estrategia discriminatoria e, incluso, alentó cierto nacionalismo ya que Caster era una de las primeras atletas del país que conseguía repercusión internacional. También se descubrió que la condición de androgenismo no resultaba excepcional y que existían más como ella dentro de la élite del deporte. El reciente caso de la boxeadora argelina Imane Khelif es sólo el último detectado.

Sin un juicio justo

Tras un año de suspensión, la Federación Internacional de Atletismo Amateur (IAAF) reanudó su trayectoria y los triunfos aplastantes. La sudafricana se hizo con los campeonatos mundiales en 2011 y 2017, además de alcanzar las medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Londres en 2012 y Río de Janeiro de 2016. Pero un año después de su última victoria el nivel de exigencia cambió porque la entidad impuso una estricta norma sobre los niveles de testosterona en aquellas distancias en las que concurría Semenya.

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La atleta siempre se ha opuesto a medidas que le obligaban a reducir sus niveles de testosterona

La guerra judicial había comenzado. Sus abogados presentaron demandas ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo y el Tribunal Federal de Suiza, instancias que rechazaron sus demandas en las que se alegaba que el tratamiento era nocivo e inútil. Posteriormente, acudió al Tribunal Europeo de Derechos Humanos para denunciar al Estado helvético. La última sentencia de la entidad radicada en Estrasburgo considera que la atleta ha carecido de un juicio justo, si bien no acepta el argumento, presentado por la acusación, de que se ha violado su derecho a la privacidad.

La vida de la deportista, mientras tanto, ha transcurrido lejos de sus distancias preferidas, intentando, sin suerte, adaptarse a otras distancias como los 5.000 metros. En el plano privado, contrajo nupcias en 2015 con la mediofondista Violet Raseboya y la pareja cuenta con dos hijos nacidos a partir de la inseminación artificial.

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El último logro de Semenya no implica que pueda reanudar la competición allí donde la dejó hace seis años y sus 34 años juegan en contra de la posibilidad de recuperar una brillante trayectoria. Ella sigue corriendo, tal vez ya solo en pos de un resarcimiento económico, y ha afirmado que la última sentencia prueba que la prioridad de las instituciones debe ser la protección de los deportistas. Sus rivales, sin embargo, aducen que la equidad y la justicia no se cumplen en estas circunstancias de desigualdad física. La polémica no cesa.

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