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Bruno Hortelano y el holandés Churandy Martina. :: reuters

Hortelano, la nueva estrella

Sergio Fernández consigue la medalla de plata en los 400 vallas y Toni Abadía finaliza en tercera posición en la prueba de los diez mil

FERNANDO MIÑANA

Viernes, 8 de julio 2016, 23:53

valencia. El de Bruno Hortelano, el velocista llamado a convertirse en la bandera del atletismo español, fue un triunfo en dos tiempos. Primero cumplió en la pista, donde corrió en progresión, machacando el tartán en la recta, superando a rivales hasta los cuadros, pero entró segundo (20.45) detrás del holandés Churandy Martina, campeón también en la final de los 100 metros en la que el español acabó cuarto. Pero unos minutos más tarde se anunció la descalificación del vencedor por pisar la calle de su izquierda en dos ocasiones y la medalla de oro se fue para este chico que va a ser toda una estrella. Su rival, pese a que ya le había pasado lo mismo en los Juegos de Pekín, donde terminó segundo tras Usain Bolt, destiló deportividad: «Son las reglas: si he pisado, he pisado».

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Hortelano corrió más rápido en las semifinales, contenido en la curva, explosivo en la recta, y eso le valió un nuevo récord de España (20.39, con -1.1 m/s), el tercero que logra en quince días tras los dos que batió en el Mitin de Madrid en los 100 metros. Y atendiendo al viento en contra es posible esperar una marca aún mejor en los Juegos de Río, adonde llegará ligero, con los deberes hechos, pero con la misma ambición que ha guiado toda su carrera.

Porque el nuevo talento es bueno, pero no tiene un físico como el de Usain Bolt, o como el de cualquiera de los velocistas hipertrofiados que copan las finales olímpicas, pero trabaja como mínimo igual que ellos y posee una mente, ahora sí, excepcional. «It's just another race», se repite, en voz alta, antes de cada carrera, cuando sale a morder sin importarle el apellido de los rivales. Antes de él era impensable ver a un español en las finales de un Europeo en las dos pruebas cortas de la velocidad.

Su caso es atípico. Hortelano, hijo de dos microbiólogos moleculares del País Vasco y Cataluña, científicos con espíritu nómada que ahora viven en Astaná (Kazajistán), nació en Wollongong (Australia), creció en Canadá y despuntó como atleta, al mismo tiempo que estudiaba, la prioridad innegociable de sus progenitores, en la universidad de Cornell, en el estado de Nueva York, un centro para niños bien de la costa Este acostumbrado a competir con Harvard, Yale o Princenton. Allí, mientras corría para los Big Red, acabó la carrera de Ingeniería Biológica en la especialidad de Biomedicina, con un expediente deslumbrante y una nota del 95%. Allí conoció también a Adrian Durant, un velocista de las Islas Vírgenes de Estados Unidos que fue olímpico en Atenas 2004 y que se ha convertido en su entrenador.

Un día después del tercer triunfo consecutivo de Ruth Beitia, España mudó su piel para mostrar a sus nuevos fenómenos. No solo Bruno Hortelano, también Sergio Fernández, uno de esos atletas periféricos que no resistió la tentación, o la atracción, de los centros de alto rendimiento. El vallista, sorprendente subcampeón de Europa, es de Barañain, un pueblo de los alrededores de Pamplona que no tiene nada que envidiar a esos focos de entrenamiento, pues también de allí, casi un milagro, salieron otros dos vallistas de postín como José Mari Romera o Íñigo Monreal. Recaló en Madrid para entrenarse con Jesús Álvarez. En un año ha logrado la mínima para los Juegos, la segunda mejor marca de la historia y ahora esta medalla de plata en los Europeos de Ámsterdam. Entró segundo (49.06) a ocho centésimas del campeón.

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Toni Abadía eligió el peor día para lograr una medalla y más después de ver que en la final de 10.000 metros los dos únicos rivales mejores que él fueron dos turcos incapaces de formar una frase en turco: Kembi Arikan y Ali Kaya.

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