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Fachada de la Colegiata de San Bartolomé, obra de Andrés Cillero. Adolfo Benetó

Los últimos artistas que pintaron iglesias en Valencia

La renovación creativa de Michavila, Nassio y Cillero aporta estilo contemporáneo a los edificios religiosos construidos entre los años cincuenta y sesenta

Laura Garcés

Valencia

Martes, 26 de agosto 2025, 00:46

¿Ya no hay pintores que pinten iglesias o es que ya no hay nuevas iglesias para que las pinten los pintores? Los tiempos cambian ... y con ellos también lo hacen las manifestaciones de la creatividad. El patrimonio artístico cultural de Valencia está repleto de inmensas obras de la arquitectura religiosa. Más allá de los grandes e históricos edificios, de las paredes de los museos y las iglesias cuelgan pinturas de firma mayúscula como –sólo por citar dos ejemplos– la de los valencianos Juan de Juanes o José de Ribera. A todos esos factores y nombres esenciales en nuestra cultura les acompaña la antigüedad como valor añadido. Pero, cuidado, que no sólo ellos prestaron atención al arte sacro. También artistas valencianos contemporáneos han dejado sobresalientes trabajos en templos de la capital del Turia y otras localidades valencianas.

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Retablo de Nassio en San Nicolás de Gandia. Cedida por Javier Domínguez

Creadores como Joaquín Michavila, Nassio, Andrés Cillero o Ricardo Llorens ponen nombre a una generación que vistió de modernidad las iglesias que fueron poblando los barrios del crecimiento de la ciudad entre los años cincuenta y sesenta del pasado siglo. Pintaron, esculpieron o vistieron las paredes con cerámicas de colores muy alejados de lo que había acompañado a las celebraciones religiosas. Lo hicieron en nuevos templos estrenando estilos renovadores del arte en medio de un ambiente religioso que también respiraba los aires de renovación del Concilio Vaticano II, paso que la Iglesia se mostró dispuesta a dar a finales de los años cincuenta y que vio la luz en 1962.

La colegiata de San Bartolomé, la iglesia parroquial de San Miguel y San Sebastián y la del Remedio en Valencia, así como la iglesia de San Nicolás de Bari del Grao de Gandia y la capilla del Seminario de la Inmaculada de Moncada son ejemplos de cuanto hicieron aquellos creadores que abrieron nuevas puertas a la modernidad.

Pintura de Michavila en el Seminario La Inmaculada de Moncada. Adolfo Benetó

Con San Nicolás de Bari (1958-1962), obra incluida en el Docomomo Ibérico, Nassio Bayarri dejó en Gandia una obra de gran belleza y valor artístico que explica todo lo que estaba ocurriendo. Relata Javier Domínguez, arquitecto y experto en la obra de Nassio que éste fue un trabajo que obligó al artista a reflexionar sobre «la filosofía y el arte sacro». El encargo le llegó muy pronto, cuando tenía 27 años, y concibió para el edificio un retablo cerámico «consciente de que la clericalización del culto en el XIX distanciaba cada vez más a los fieles de la liturgia». Ya había corrientes «regeneradoras» en Europa que a España llegaron más tarde, pero hubo un acontecimiento clave: «La célebre alocución del pontífice en Asís en 1956 anunciando el camino para un concilio ecuménico», recuerda Domínguez. El camino estaba abierto y los artistas tomaron buena nota de un movimiento que muy pronto trasladaron a los estudios y talleres valencianos.

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Nassio no sólo dejó su impronta en Gandia. Lo hizo también en la iglesia del Remedio de Valencia, donde –tal como señala el Ayuntamiento de Valencia en Infociudad– dejó un tondo de la Virgen y un Cristo Crucificado de forja. Sin dejar este templo, según la misma fuente, en la capilla de la Comunión destacan «los dos paños de la pared del altar recubiertos con mosaico realizado por Joaquín Michavila», quien también aportó su paleta para otras pinturas de contenido sacro.

Tabla cerámica de Nassio en la iglesia de Gandia. Cedida por Javier Domínguez

Miembro fundador del Grupo Parpalló, pintó en el Seminario de Moncada un mural sobre el ábside de una de las capillas, como confirma su hija, la también artista Carmen Michavila. La contemplación de esta obra descubre la representación de un coro de ángeles entre otros elementos, todos concebidos bajo formas que de manera muy elocuente apuntan la modernidad de la obra, de la misma manera que también lo hace el colorido. Además, el pintor aportó su innovadora mirada creativa a la decoración de la iglesia de San Miguel y San Sebastián, declarada Bien de Interés Cultural en 1983. El retablo del templo da cuenta de un trabajo con novedosos trazos y colores, que como relata el párroco muestra una inscripción en latín en la que aparece el nombre de Michavila.

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Si son la vistosidad, la utilización de nuevos materiales y, por supuesto las formas que rompían con el pasado, los elementos que hay que observar para encontrarse con la renovación en el arte en el contexto religioso, el recorrido obliga a detenerse ante la colegiata de San Bartolomé. Allí Andrés Cillero, considerado avanzadilla en el pop art, dejó una fachada decorada con un «magnífico mural de cerámica, en color y relieve, de grandes proporciones. Es un trabajo original de gran valor artístico», según apunta el Ayuntamiento de Valencia en el canal Infociudad. Cillero representó el tema de la Santa Madre de Dios y el Colegio Apostólico.

No fue el único artista que aportó modernidad al templo que levantaron los arquitectos Borso di Carminati y Rafael Contell en 1964. La capilla del Santo Sepulcro ofrece un «gran fresco del pintor valenciano Ricardo Llorens Cifre, alusivo al Santo Entierro».

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Estos artistas de renombre –ganado con la calidad de su obra– son sólo ejemplos de lo que aportó aquella creatividad al arte religioso, manifestación creativa hoy infrecuente. Rara vez se construye un nuevo templo, y los que existen ya están decorados y en buena medida necesitados de restauración, ya sea de los históricos edificios o de las obras de arte que los visten. Cillero, Nassio, Michavila, Llorens... con su innovador trabajo se convirtieron en los destacados artistas que pintaron, esculpieron o decoraron las iglesias más modernas de Valencia, las últimas de aquel movimiento ligado a la expansión de la ciudad.

No obstante, siempre caben las excepciones, como la que devuelve a la iglesia del Remedio. Recientemente el pintor y teólogo José Cosme donó una obra a este templo parroquial: 'Virgen y Aguas', una pieza que según destacó la Facultad de Teología San Vicente Ferrer, está oficialmente catalogada por el IVAM. Se trata de una «reinterpretación contemporánea y profundamente simbólica de la figura mariana realizada con medios digitales». Nuevos tiempos, nuevas formas.

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