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El mismo día de su presentación, la nueva directora del IVAM, Blanca de la Torre, anunció una de sus apuestas. Abrirá dos salas permanentes para mostrar piezas de la colección. Con la noticia salía a la luz una de las realidades que acompañan a los museos valencianos y a la práctica totalidad de las pinacotecas. Todas las salas de exposiciones guardan numerosos tesoros en sus almacenes; en Valencia hay mucho arte que no se ve. Tanto es así, que el porcentaje de lo que duerme en la sombra es mayor que lo que luce colgado de las paredes o brillando en las vitrinas.
En este asunto, como sucede en muchos otros, las cosas no suceden porque sí. Falta de espacio que en algunos casos llega a ser inquietante, criterios museográficos ya definidos o a la espera de definición, necesidad de disponer de banquillo con el que completar salas cuando se descuelgan obras para préstamos, exigencias de conservación o un criterio selectivo a la hora de mostrar lo mucho que se posee de algún autor, se encuentran entre las razones que explican que gran parte del arte que posee y custodia Valencia no se encuentre a la vista.
Del relato que los responsables de la conservación de obras ofrecen a LAS PROVINCIAS en tres museos de la ciudad del Turia se extrae que nada puede conducir a pensar que las piezas están guardadas porque carecen de interés. Todo lo contrario, pues en muchos casos son primeros espadas del arte.
En compañía de responsables de la gestión y custodia de obras, éste diario ha entrado en los almacenes de tres salas expositivas de referencia: en el Museo de Bellas Artes San Pío V, en el IVAM y en el Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias González Martí. Cada uno afronta una realidad, pero todos comparten el hecho de que pesa más lo que se guarda que lo que se muestra.
Largas tiras de peines y baldas de estanterías contienen obras de Constantino Gómez, Bartolomé Mongrell, José Mongrell, José Pinazo, Ignacio Pinazo, José Capuz o Mariano Benlliure en el Museo González Martí junto con otros tesoros como dibujos, piezas cerámicas, ánforas griegas y otros objetos que conforman unos fondos de 31.708 piezas en el Museo Nacional de Cerámica, de las que sólo se exponen 1.451, tal como explican desde la institución cultural.
Cuando la visita alcanza las salas de almacén y la cámara acorazada del IVAM, saltan a la vista colgadas de los peines piezas de artistas como Carmen Calvo, Saura,Tapies, Miralles, Soledad Sevilla, Equipo Crónica, Miquel Navarro, Cualladó o Renau, entre muchos otros artistas presentes en una colección de 14.000 piezas de las que se ven un millar. Y al llegar al Museo de Bellas Artes se descubre que la pinacoteca atesora cerca de 30. 000 piezas de las que se muestran 700. Pese a lo que puede parecer, el San Pío V no sólo conserva pintura, de ahí la elevada cifra. Los lienzos ascienden a 3.700, de los cuales se ven una quinta parte.
En las salas subterráneas descansan pinturas de Juan de Juanes, Vicente López, José de Ribera, Jerónimo Jacinto de Espinosa, pequeñas piezas de Sorolla, Muñoz Degraín o Pinazo por nombrar sólo unos ejemplos de la pintura. En el recorrido sorprende todo lo que se guarda en esta casa incluyendo una buena colección de escultura e innumerables objetos que en ocasiones proceden de investigaciones arqueológicas o de donaciones.
Pero, ¿por qué hay tanto guardado? El director del San Pío V, Pablo González Tornel, es contundente en su respuesta. Asegura que «nunca hay que hacer un museo que no resulte entendible», algo que necesariamente conduce a la selección «de lo mejor», sobre todo cuando las colecciones cuentan con varias obras de un mismo autor necesario en el discurso de la casa que lo acoge.
González Tornel sostiene que «ningún museo bueno tiene más del diez por ciento de sus fondos expuestos» e insiste en la necesidad de contar con obras siempre disponibles –en el estado idóneo– para no dejar vacíos en las salas cuando se plantean los préstamos, algo de gran trascendencia para el prestigio de los museos. Advierte también de la importancia de permitir la rotación de obras. Finalmente todo conduce al plan museográfico, a la guía que marca el discurso de cada sala incluyendo el programa de exhibiciones temporales para las que también se necesitan recursos procedentes de los propios fondos.
El San Pío V se encuentra a la espera del ansiado plan museográfico para definir su trazado, una urgencia que depende de decisiones delMinisterio de Cultura, titular del espacio, que todavía no ha materializado limitando así las posibilidades del diseño del museo del futuro.
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Si bien el plan museográfico de la que se considera la segunda pinacoteca de España está detenido, no es el peor asunto que el ministerio tiene pendiente en Valencia. El Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias González Martí lleva más de veinte años a la espera de la ampliación cuyo retraso genera no poca inquietud.
El abigarramiento que se observa en sus almacenes deja bien a las claras la urgencia para una sala que «atesora tantas maravillas que es imposible mostrarlas todas», explican las técnicos del González Martí que acompañan la visita. El almacén «es un iceberg» del que se pueden ir extrayendo innumerables objetos, tantos que «todos nos tienen cabida en un discurso», pero sí en exposiciones temporales. En el Palacio del Marqués de Dos Aguas salta a la vista que el gran problema es la necesidad de espacio incluso para guardar. El recorrido descubre que salas que en otro tiempo fueron visitables en la actualidad se han convertido en almacén aun cuando sobre las puertas todavía luce el nombre de galerías como la que estuvo dedicada a los humoristas.
El IVAM aporta otro motivo que explica la razón de reservar tantas obras. La jefa de Registro, Cristina Mulinas, aclara que hay muchas piezas que no pueden estar demasiado tiempo expuestas a la luz. Es el caso de la obra de papel, muy presente en esta colección. Mulinas coincide con González Tornel cuando advierte de la conveniencia del banquillo cuando los préstamos dejan vacíos en las paredes. Y el marco del discurso expositivo vuelve a saltar a la conversación de la visita una ampliación. En 2003 se presentó un ambicioso proyecto de los arquitectos japoneses Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa. Hace sólo unos meses se conoció que el museo renunciaba al suelo que en su día se expropió para ganar espacio. Era el final definitivo a la ansiada ampliación. En 1989, cuando nació el IVAM, los peines estaban huérfanos. Pasan los años y las cámaras y almacenes se van llenando de obras. Las adquisiciones y las donaciones no cesan en las pinacotecas.
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