Paco Lobatón: «La dana de Valencia fue ejemplo de cómo debe ser un buen rastreo de desaparecidos»
Periodistas con historia ·
El presentador de 'Quién sabe dónde' ensalza la coordinación policial para localizar a víctimas del desastre, carga contra la «televisión donde se grita» y hace autocrítica sobre cómo se cubrió el caso AlcàsserLa voz serena de Paco Lobatón resuena desde antes de los años 90. Su 'Quién sabe dónde' es historia de la televisión en España. Encarna ... al periodista dispuesto a entregarse por la víctima, por la familia que sufre. Su cruzada, la de las desapariciones, se ha padecido en la Comunitat con las niñas de Alcàsser, con Marta Calvo, con el reciente caso de la joven Bea de Oliva o con las víctimas de la dana.
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De Jerez de La Frontera (Cádiz) y con 73 años, está curtido en mil oficios y batallas. La pistola del policía torturador 'Billy El Niño' apuntó a su cabeza y fue preso y exiliado del franquismo. Nunca supo callar verdades y este año las sigue contando en TVE en el programa 'Directo al grano', con un espacio para desaparecidos, a cuyas familias apoya como vicepresidente desde su asociación QSD Global.
–Periodismo, la asociación... Paco, ¿No se cansa?
–Mientras acompañe la salud mantendré mi compromiso de por vida con esta causa. Tomé conciencia de la envergadura social de las desapariciones y de la profundidad del sufrimiento. Ya no pude mirar a otro lado. La diferencia entre vivir o existir es tener una causa. La mía son las personas desaparecidas.
-Y lleva así más de tres décadas desde 'Quién sabe donde'.
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–No lo busqué yo. Me vino cuando Ernesto Sáenz de Buruaga recibió el encargo de llevar a La Primera el programa, que había iniciado su recorrido en La Dos. Funcionó muy bien y por eso la dirección de TVE tomó la decisión Yo lo acepté y ahí nació un vínculo de por vida.
–Siempre le ha rodeado un halo de hombre tranquilo, afable. No me imagino a Paco Lobatón enfadado.
–Combato el enfado de forma consciente y coherente. He acuñado algún eslogan muy de la era de internet e Instagram: «Del buen humor, el buen amor. Y viceversa». Uno puede y tiene que enfadarse, pero no vivir en enfado permanente o mantener deudas de gratitud o ingratitud y convertirse en un resentido. Resentimiento y rencor son rémoras para cualquier vida.
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–¿Y cuándo fue la última vez que se cabreó?
–Con la edad te haces más maniático. A mí me molestan los espacios ruidosos y las personas que para entenderse tienen que elevar la voz. Conversar es una de las grandezas humanas. Poder intercambiar ideas.
«La tertulia se ha llevado a una confrontación más que a intercambio sosegado»
–A mí me parece que los periodistas conversamos menos que antes. ¿Aprecia también este cambio?
–Vivimos una transición. Lo comparo con cuando llegó la televisión a nuestra casa de Jerez de la Frontera. El salto es de una dimensión incalculable: internet, las redes sociales... Hoy no se concibe prácticamente nada que no tenga alguna implicación en la inteligencia artificial. Y surgen dudas. Realmente, ¿nos va a dejar deshumanizados?
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–¿Echa entonces algo de menos respecto a los tiempos pasados?
–El periodismo que yo viví en la Transición tras volver del exilio conectaba con una sociedad en transformación. Estrenábamos la libertad de expresión, de opinión... Eso fue maravilloso y empezaron las primeras tertulias. Ahora han evolucionado, y no para bien, a una escenificación de posiciones encontradas, a una confrontación más que a un intercambio sosegado.
–Digamos... La exaltación de la polarización.
–Antonio Gramsci, pensador marxista italiano decía que una verdadera discusión sólo existe cuando cada parte entiende y desea aprender algo de la otra parte.
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–¿Qué redes consume y qué le pregunta a la IA?
–Estuve en Facebook y los últimos comentarios eran despedidas de seres queridos. Se estaba convirtiendo en un obituario, pero estoy pensando en retomarlo. Después mi hija (Berenice Lobatón, de 23 años, también es periodista), me hizo entrar en Instagram. De X estuve tentado de borrarme al hacerse propietario Elon Musk, con sus límites a la libertad de expresión. Pero me contuve al ser una plataforma para difundir los casos de desapariciones. A Chat GPT le pregunté algunas cosas para un curso.
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–¿Qué televisión disfruta hoy y cuál le irrita?
–No veo demasiada televisión. Amo Informe Semanal y veo telediarios, pero se me hace necesario contrastar los de varias cadenas. Me irrita la televisión donde se grita. Se ha pisoteado el concepto del debate que hizo digna y noble 'La Clave' de Balbín. Tampoco me gusta el desnudismo de vidas privadas de personajes supuestamente célebres.
«Anglés se escapó por la rendija de la descoordinación entre la Guardia Civil y la Policía Nacional»
–Amarillismo. Pero bueno, usted fue de los que hizo directo en Alcàsser cuando las niñas aparecieron asesinadas. ¿Acaso ahí no hubo excesos?
–Esas crónicas y prácticas no fueron ejemplares en su conjunto. En 'Quién sabe dónde' nos ocupamos de la desaparición intensamente, con pistas de telespectadores a cara descubierta que identificábamos plenamente. Decían ver a las tres jóvenes en lugares distintos y distantes. ¿Eran falsos testimonios? Yo creo que eran verdaderos y los emitimos con la conciencia de que podrían aportar algo. El caso suscitó tal empatía que hubo una especie de imaginación solidaria.
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–Con la perspectiva de los años ¿admite algún error en el tratamiento del caso?
–Cuando las niñas aparecieron muertas yo estaba entrevistando al pintor Antonio López. Me quedé sin aire. Contacté con el director y le propuse ir a Alcàsser para acompañar a la familia y agradecer a la audiencia la ayuda. Así lo hicimos. En un reportaje grabado, una persona del pueblo entrevistada, muy herida, como es lógico, se explayó llamando a la venganza y pidiendo pena de muerte. Eso no se debió hacer. Todo lo que se va a emitir tiene que conocerse. Asumo mi responsabilidad. Hay que tener sentido de la medida ante un hecho de desgarro emocional.
–¿Ha sentido la presión de buscar audiencia a través del morbo?
–La espectacularización del dolor nunca fue para mí un planteamiento válido. En 'Quién sabe donde' el pacto era que no se captaran escenas de desmayos o excesos de emociones.
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–¿Llegó a creer algo de la conspiración en la sombra en el caso Alcàsser?
–Nunca. El juicio marcó la verdad judicial con muchas pruebas. Lo que hizo Antena 3 en 'Mississippi' fue engordar un bulo tremendo. Aquello fue la catedral del morbo. Disculpo al padre de Míriam por participar en ello porque su trance fue tan doloroso...
–¿Y cómo cree que acabó Anonio Anglés?
–Lo más probable es que en su escapada a Irlanda muriera. La reflexión más importante es por qué logró huir. Anglés se escapó por la rendija de la descoordinación entre la Guardia Civil y la Policía Nacional. Ahora ha cambiado. Estamos en las antípodas y el Centro Nacional de Desaparecidos (CNDES) es un ejemplo. Aunque todavía hay camino por andar.
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–¿Qué rasgos presentan las desapariciones en la Comunitat?
–En los años 90 hubo muchas desapariciones. Como la de Gloria Martínez, también joven sin resolver. Y algunos casos más. Marta Calvo, por ejemplo...
«Haría falta una unidad especial con los mejores agentes de la Policía Nacional y la Guardia Civil para desapariciones estancadas»
–¿Algún desaparecido le ha pedido que no le busquen?
–Más de uno. Cuando dirigí 'Quién sabe dónde' creé una opción que llamé 'lista reservada' para quien quisiera eludir una búsqueda. Fue tras la llamada de un hombre preocupado porque no podía impedir que su familia viera el programa. Confesó que había tenido una familia anterior de la que no había hablado a la actual. Quería mantener ese secreto. Pero la 'lista reservada' tuvo una inscripción muy limitada, del dos por mil. En los seis años que duró 'Quién sabe dónde' registramos 20.000 peticiones de búsqueda.
–¿Falta más esfuerzo con las desapariciones estancadas?
–Falta una ley, el estatuto de la persona desaparecida. Ese borrador del estatuto lo llevé en junio al Congreso de los Diputados y fue bien valorado por todos los grupos políticos. Hay que cambiar cosas tan crueles como declarar a una persona «fallecida» a los 10 años cuando se podría denominar «desaparecida no retornada». Encima, las familias tienen que abonar para esta gestión entre 1.000 y 1.500 euros. Es como pagar una multa por tener a alguien desaparecido.
–¿Qué pasa cuando policías o guardias ya no tienen modo de avanzar en una desaparición?
–Un responsable policial nunca te dirá que ha enterrado o archivado un caso. Ellos tienen una capacidad de trabajo limitada. Lo que planteamos es que sea un imperativo legal llevar la búsqueda a término. Las familias no piden un milagro. Piden una respuesta y eso requiere que la investigación no se detenga. Es más una cuestión de especialización que de cantidad de agentes. Por ejemplo, sería bueno crear unidades en las que confluyan los mejores especialistas de las Fuerzas de Seguridad.
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–¿Y qué le pareció la respuesta con los desaparecidos de la dana en Valencia?
–Es un buen ejemplo de cómo buscar a personas ausentes. Fue algo masivo y de otra naturaleza, pero se produjo la confluencia deseable. La coordinación necesaria, con el operativo de mayor envergadura de España en búsqueda. Ójala este esfuerzo se aplicara a todas las personas desaparecidas. Interior debería analizar la experiencia y ofrecer sus logros para futuras búsquedas.
–¿Qué opina sobre la responsabilidad en el desastre?
–Hay que escuchar a las asociaciones de víctimas. Su testimonio es el mejor retrato. Creo que la jueza está instruyendo el caso de manera ajustada a unos hechos tan difíciles de asimilar. Las responsabilidades deben ser depuradas, naturalmente.
«Entiendo a quienes culpan a Carlos Mazón. Las autonomías tienen unas competencias claramente fijadas»
–¿Sintoniza con quienes piden la dimisión del presidente de la Generalitat o lo ve excesivo?
–Yo entiendo que se personifique en Carlos Mazón. Tenemos un Estado basado en autonomías y tienen unas competencias claramente establecidas.
–Le voy a pedir que valore con una frase a más políticos. Empecemos por Pedro Sánchez y Alberto Núñez-Feijóo.
–No puedo entrar ahí. En nuestra asociación QSD Global tienen cabida familias de todo signo político, sin distinción. No me parecería respetuoso. Lo importante es que todos apoyen la causa de las personas desaparecidas. Sólo citaré a Churchill: «Los buenos políticos son los que se preocupan, no por las siguientes elecciones, sino por las siguientes generaciones». La élite política española no es la mejor que hemos tenido. Tampoco la peor. Es la que tenemos.
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–Salgamos entonces de España: Donald Trump.
–Mire, he venido a Madrid en avión. Y es como si de repente un loco hubiera dicho «¡dejadme a mí!» y hubiera tomado los mandos de la aeronave. Trump pilota el mundo sin un rumbo cierto más allá de su propio ombligo. Mi única esperanza es que la sociedad norteamericana reaccione.
«Netanyahu es un genocida. No se puede justificar una venganza tan desproporcionada tras los horrendos atentados de Hamas»
–Benjamín Netanyahu.
–Parece que es el autor de un genocidio. Ojalá se cumplan los mandatos de la Corte Penal Internacional. Es inconcebible el grado de maldad y cómo intenta justificarlo en todo momento en nombre de las víctimas de los horrendos atentados de Hamas. No se puede justificar una venganza de dimensiones tan desproporcionadas.
–¿Qué huella le dejó ser preso y exiliado del franquismo y las lesiones del policía 'Billy El Niño'?
–En la cárcel conocí a gente muy interesante y fue una escuela en tiempos duros. Mereció la pena correr el riesgo a pesar de pagar con cárcel. A Antonio González Pacheco lo sentamos en el banquillo por los golpes que me dio en interrogatorios y en el traslado desde la Facultad con una porra metálica que le habían regalado sus amigos fascistas italianos. En un momento del trayecto dijo al conductor del coche patrulla: «Para aquí, que vamos a liquidar a este». Conseguí resistir. Al final de todo sentí fortaleza. Luchaba por la democracia junto a los jóvenes más radicales y comprometidos de Europa.
–Su tercera hija, Berenice, sigue su estela con el Periodismo. ¿Qué aprende de ella?
–Me apoya en todo en mi lucha por los desaparecidos. En algún momento me pide que descanse un poco más. No del todo. Ella sabe que del todo no voy a parar.
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«Creo que la élite política española no es la mejor que hemos tenido, pero es lo que hay»
–¿Y qué consejos le da usted?
–Que se nutra mucho cultural e intelectualmente. Que adquiera conocimientos con la lectura y que los reponga constantemente, poniendo toda la energía en lo que decida hacer cada día.
–Ella, como tantos en la veintena, hereda un mundo muy difícil: vivienda por las nubes, extremismos, tensión casi prebélica en Europa... ¿Teme por sus tres hijos y cuatro nietos?
–La humanidad siempre termina por superar incluso las crisis más terribles. Tengo optimismo. Ahora mismo es difícil de aguantar ante el panorama de derribo general. Pero ese optimismo es como un paraguas. Yo espero que las nuevas generaciones puedan ver el renacimiento de los valores que hacen que merezca la pena vivir en este planeta.
–¿Confía en los jóvenes?
–Creo que sí. La mayor parte hoy no tiene una situación mejor que mi generación. Confío en que reconstruirán el mundo y salvarán la democracia.
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