El Ayuntamiento de Valencia ha decidido nombrar a Ramón Almazán como Hijo Predilecto de la ciudad. No está demás reflexionar sobre el porqué de este acertado reconocimiento. La ciudad de Valencia y, en particular, la música valenciana le debe mucho a Almazán. Durante buena parte de las dos últimas décadas ocupó el puesto de subdirector de música del Palau de la Música bajo la presidencia y dirección de Mayrén Beneyto. Bajo este binomio el auditorio valenciano se convirtió en referente de la música sinfónica a nivel nacional, algo que conviene recordar ahora que la institución se encuentra en su peor periodo. Del trabajo de Almazán como subdirector de música yo destacaría tres aspectos.
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En primer lugar, el haber hecho de la Orquesta de Valencia la razón de ser del Palau. Bajo su impulso, la orquesta de profesionalizó; fue especialmente relevante el periodo de titularidad de Miguel Ángel Gómez-Martínez que supuso un cambio de mentalidad en la agrupación. Además, bajo la dirección de Almazán la orquesta ocupó el lugar que le corresponde a la orquesta sinfónica de la ciudad profundizando en el repertorio sinfónico.
En segundo lugar, el papel que jugó a la hora de la recuperación del patrimonio musical valenciano. Obras como 'Maror', 'L'Indovina' o 'Roger de Flor' se recuperaron gracias a su determinación y lo mismo ocurre con buena parte del repertorio sinfónico valenciano y español. No había efeméride de un compositor, sea valenciano, español o internacional que se le pasase, y uno ha echado de menos ese papel del Palau de la Música en centenarios como el de Matilde Salvador o Francisco Llàcer, así como en el recuerdo de compositores como Cristóbal Halffter (medalla del Palau).
En tercer lugar, fue coprotagonista de la época dorada de grandes agrupaciones internacionales que visitaban Valencia. En aquellos años todas las grandes giras de orquestas internacionales en España hacían parada obligada en Valencia. La función del Palau no debe ser solo esa, pero también debe de ser esa y no puede ser que nuestra ciudad quede fuera de los circuitos internacionales.
Pero, además, Ramón Almazán es un hombre sensible y de cultura profunda y enciclopédica, conocedor como pocos del gran repertorio clásico y sus intérpretes. No puedo cerrar este artículo sin darle mi personal agradecimiento. Yo conozco a Almazán antes de su periodo en el Palau. Fue mi profesor de filosofía medieval en la facultad de filosofía y a él le debo mi amor por el mundo medieval y su pensamiento: ambos, elementos profundos de mi formación intelectual. Que mi admirado maestro se haya convertido con los años en amigo es uno de esos regalos que la vida nos da.
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