Daniel Guzmán Irene Marsilla

Daniel Guzmán: «Los fondos de inversión hacen negocio con las personas más vulnerables»

El director presenta en Cines LYS su tercera y más ambiciosa película, 'La deuda'

Martes, 16 de septiembre 2025, 00:47

Después de la cruda 'A cambio de nada' y de la tronchante 'Canallas', Daniel Guzmán ha vuelto a los cines con su proyecto más ... ambicioso (y también el más brillante). Se trata de 'La deuda', un film que pone sobre la mesa problemas de necesidad urgente: la crisis de la vivenda, el desprecio estructural a la vejez, la gentrificación de las ciudades... Y como consecuencia de todo esto, un personaje que interpreta él mismo llevado al extremo: están a punto de desahuciar a su nonagenaria madre y no tiene un duro. Hablamos con Guzmán sobre la película, sobre si la pobreza puede hacer malos a los buenos y sobre su trayectoria.

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-El tema central de la película es hasta dónde puede llegar una buena persona en una situación límite. ¿La pobreza nos arroja a la maldad?

-No tiene porqué. Las personas se definen como son en las peores circunstancias. Y en las peores circunstancias muchas personas hacen lo mejor. Hay un sinónimo de inteligencia que es reírse de uno mismo. El sentido del humor siempre aflora en las tragedias más grandes que existen. La pobreza conlleva también cierta esperanza, orgullo de clase, sentido del humor, necesidad de supervivencia... Lo difícil es no tener cubiertas las necesidades básicas. Eso es una putada. Se ve en Palestina, donde un chaval no puede salir a la calle tranquilo porque a lo mejor le pegan un disparo en la cabeza.

Daniel Guzmán Irene Marsilla

-El pasado año hubo casi 28.000 desahucios y, en la mayoría de los casos, se perpetran por impagos de alquiler. ¿Cómo valora la situación actual de la vivienda?

-Complicada. Por el modelo económico, urbanístico y social de las grandes ciudades. El modelo al que estamos abocando a España, que es un país de servicios, es terrible. Puro ladrillazo. La gentrificación lleva ocurriendo desde hace décadas en toda Europa y sus grandes ciudades, que están desubicando a las personas, expulsándolas de su entorno para sacar un beneficio económico que se llevan los fondos de inversión. Llevamos así mucho tiempo, es el modelo por el que apuestan los gobiernos. Es insostenible y alarmante. No puede ser que una persona con un sueldo de 1.250 euros tenga que destinar un 80% a la vivienda. Con el 20% restante no te puedes desarrollar como ser humano. No puedes siquiera comer en una situación así. Y lo peor de todo es que los fondos de inversión sigan haciendo negocios con las personas más vulnerables, que son quienes adquieren esas viviendas. Los gobiernos deberían tomar medidas drásticas, pero no lo hacen. El capitalismo no lo va a solucionar, es una jungla.

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-En sus películas siempre trata temas sociales con personajes de los de abajo, gente en situaciones de desgracia por las injusticias del sistema. ¿Qué le atrae tanto de esto?

-La propia vida, mi vivencia, mi relación con la calle, el barrio, la sociedad... Y que el cine social suele ser un cine de poca luz, feísta, triste, y yo creo que lo social tiene alegría también, elegancia... Y luego, también está el hecho de que a mí no me gustan el melodrama ni la autocompasión. En las peores circunstancias, en las situaciones difíciles de mi vida, he seguido hacia delante, con ilusión y ganas de salir del problema. Los barrios no son tristes y grises. En los barrios es donde más luz, color y alegría hay.

Daniel Guzmán Irene Marsilla

-'A cambio de nada' tiene detrás la maravillosa historia de cómo cogiste a Miguel Hernán por la calle cuando no era famoso, sin conocerlo, y le ofreciste el papel principal. ¿Hay alguna anécdota de esta peli que esté a la altura?

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-Sí, con Charo [Rosario García, la coprotagonista]. La encontré yo. Estuve buscando en centros y residencias y hablé con entre 500 y 700 personas, todas ellas mayores de noventa años, porque en esa edad está la vulnerabilidad y fragilidad que necesitaba mi historia. No quería coger a una actriz profesional de 80 años porque no me iba a contar lo que cuenta Charo de esa etapa de la vida. Para mí era fundamental que tuviera dependencia real, a nivel psicomotriz. Pero luego la ves y tiene una agilidad mental bestial, es una niña, en cierto modo. En 'A cambio de nada' y 'Canallas' también hice esto. Siempre mezclo actores profesionales con no profesionales o con actores profesionales que no han tenido todavía la oportunidad. No lo hago porque sea buen tipo, ni hostias de esas (ríe). Es porque me genera una verdad, una organicidad y una credibilidad que si nosotros los profesionales no sabemos apoyarnos en ese registro sin impostura y con verdad absoluta, nuestro trabajo no tiene la misma esencia. Y a ellos, si les damos un poquito de técnica, brillan. Pero para eso hay que tener un dirección muy precisa que equilibre a un Luis Tosar con un Miguel Hernán, o con mi abuela Antonia o con Charo. Es muy complicado, necesitas tres meses de ensayos, una técnica muy depurada para llegar donde quieres llegar... Es un riesgo, porque yo busco una cosa muy concreta para intentar trascender la pantalla y que te emociones, que te lo creas, que te atrape.

-¿Tenía claro desde el principio que querías interpretar tú al protagonista?

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No, de hecho hice un casting, y encontré un actor perfecto entre mis amigos y compañeros. Lo que pasa es que yo estuve dos meses ensayando con Charo, y justo cuando iba a entrar el actor para ensayar con ella, Charo se cayó en la residencia y se fracturó dos costillas. Estaba muy delicada, casi se rompe la cadera. Vimos que no podíamos esperar dos meses más de ensayos, porque igual tendríamos que haber cambiado a Charo. Yo quería que fuera ella, así que me tuve que meter yo. En dos semanas no podía meter a un compañero, darle un guion y empezar a grabar. La relación emocional entre Charo y yo ya se había establecido. Cuando estábamos juntos solo había que poner la cámara, porque nos queríamos, nos respetábamos, nos admirábamos. Al final ya era parte de mi vida y yo de la suya, porque yo la había sacado de una residencia para esto. Es una movida loquísima (ríe). Al final yo cuadraba en el personaje.

-¿Siempre ha querido ser director?

-Sí, creo que desde niño. Ahora me doy cuenta de que cuando empecé con 14 o 15 años en mi primera película como actor, observaba todo el rato el tema técnico, todos los departamentos... Además de eso, yo tengo un apego muy cercano a la calle, a la realidad, a los barrios... He vivido muchas experiencias porque me ha tocado vivirlas, y eso son archivos que quiero contar. En 'Aquí no hay quien viva', en 2003, yo ya había rodado mi primer corto, 'Sueños'.

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