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Mujer que pasea por la orilla de Port Saplaya. IRENE MARSILLA

Los vecinos de Alboraia, hartos de que los vertidos lleguen a las playas

Los hosteleros se quejan de la pérdida de clientes en los locales: «En invierno hay más gente que ahora con el arenal prohibido al baño»

Rosana Ferrando

Valencia

Martes, 29 de julio 2025, 23:53

La estampa es inusual: una playa casi desierta a finales de julio. No hay sombrillas, tampoco niños que jueguen a construir castillos con la arena ... mojada, solo hay personas sentadas lejos de la orilla y una chica solitaria que camina por las comisuras del mar. La playa norte de Port Saplaya permanece cerrada un día más y ya son cinco por una amenaza invisible: residuos contaminantes que pueden afectar a la salud de los bañistas. Los vecinos lo achacan a una causa: la desembocadura de las acequias que transportan vertidos hasta la playa y no a las lluvias del pasado jueves.

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Francesco, dueño de un restaurante homónimo a primera línea del arenal, piensa que la estrategia que regula los contaminantes que llegan al mar a través de estos canales «está mal hecha y lleva así toda la vida». «Los que nos pasamos el día aquí sabemos que hay vertidos, pero el resto de personas no son conscientes y se bañan. No entendemos por qué lo gestionan así, y menos en verano, que es temporada alta», ha explicado el hostelero. Para él, lo lógico sería transportar el agua contaminada con unas tuberías submarinas a cuatro o cinco kilómetros de la orilla, donde los bañistas no acceden. «Así se hace en muchos países, como Cuba o Puerto Rico, donde hay muchas playas», ha ejemplificado Francesco, que dice que no les ha llegado ninguna notificación de la Conselleria de Medio Ambiente o la Confederación Hidrográfica del Júcar sobre que (CHJ) haya alguna solución en marcha para acabar con esta situación. El resultado de la falta de una solución es una comunidad que convive con el problema, pero lo hace en voz baja y con discreción: «No queremos que se sepa que los vertidos están en la zona de baño porque perjudica a la hostelería y a los negocios que están cerca de la costa», ha expuesto un vecino de la zona. Esta situación no implica que las exigencias para terminar con el problema deban ignorarse, los residentes quieren una solución. El Ayuntamiento de Alboraia ha hecho peticiones a la Generalitat y a la CHJ para ver si pueden poner fin a unos residuos que se generan en otros municipios.

El cierre de la playa no solo afecta a los locales y los turistas que tienen ganas de disfrutar una de las formas favoritas de pasar los días de verano, también lo pagan los establecimientos que viven de ello. La Horchatería Glasol, uno de los negocios más frecuentados en la zona norte del arenal, este martes no tenía muchas mesas ocupadas. Su clientela ha caído al menos un 25% desde que se prohibió el baño. «No vienen ni siquiera los que toman café por las mañanas de forma habitual», se ha lamentado la trabajadora que está a cargo de la horchatería.

Para ella, lo más grave es la falta de información: «Nadie nos comunicó el cierre el pasado viernes y tampoco nos han actualizado sobre el día de hoy. Como es de esperar, nadie nos avisará cuando abra de nuevo», ha comentado la joven. Son los socorristas los que dan el aviso a los comercios afectados y a las personas que van con la intención de meterse en el mar. «La gente no entiende que no puede hacerlo, no se explican como puede estar prohibido el baño», ha recordado la hostelera.

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En el restaurante Náutico Port Saplaya, el panorama no es mejor. Ha tenido un fin de semana al completo, como es habitual en los lugares que sirven arroces al lado de la playa. Pero ni el lunes ni el viernes ha sido como se esperaría en el mes de julio. A la una de la tarde de este martes no había ni una mesa ocupada. «¡En invierno hay más gente que ahora!», ha dicho sorprendido uno de los camareros que trabaja en el lugar. «Al calor, que no invita a venir a la playa a medio día, se le suman las bacterias» se ha quejado el trabajador del local.

El problema no es inherente al paisaje, no forma parte de las circunstancias propias del verano, es una cuestión de gestión y cambio. No es suficiente con esperar a que pase la tormenta, literal y metafóricamente, porque los vertidos van a seguir en la desembocadura de las acequias mientras estas sigan en el mismo lugar. Los test pueden mostrar niveles elevados de parámetros microbiológicos por muchos motivos, pero los vecinos piensan que se debe a los residuos que acaban en sus orillas

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