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La misteriosa playa de Valencia contaminada y limpia a la vez
El cierre parcial de playas por la presencia de bacterias, con tramos restringidos junto a otros abiertos, genera confusión entre los bañistas
Stefania Di Nicola
Valencia
Jueves, 21 de agosto 2025, 00:44
En pleno verano, cuando el calor empuja a miles de vecinos y turistas a buscar alivio en la costa valenciana, Port Saplaya se encuentra ... partida: una parte de su playa luce acordonada por la contaminación fecal vinculada a vertederos cercanos, mientras que apenas unos metros más allá la bandera ondea verde o amarilla, y los bañistas entran al agua como si nada pasara.
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Entre la playa de Peixets y la arenal norte de Port Saplaya, donde se encuentra la playa canina, dos tramos permanecen cerrados desde el cinco de agosto. El cierre se debe a la presencia de bacterias como E.coli o enterococos intestinales en el agua, procedentes de los derrames de un vertedero cercano que desembocan directamente en esta parte de la costa. La otra parte del litoral donde sigue prohibido el baño es 100 metros antes de la playa de Meliana.
La Confederación Hidrográfica del Júcar es el organismo que marca las zonas seguras para el baño, a partir de las analíticas semanales que realiza y publica cada viernes, tanto el sitio web del ayuntamiento como en paneles informativos en la entrada de la playa. Con esos resultados en mano, el Ayuntamiento de Alboraya mantiene actualizada la información y recomienda mantener al menos 100 metros de distancia respecto a cualquier foco de vertido.
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Carlos Torres, el coordinador del Servicio de Salvamento y Socorrismo en las playas de Alboraya, ha comentado que las tres áreas están valladas y señalizadas para avisar a los visitantes de cuáles áreas contienen niveles altos de bacterias fecales, pero muchos desafían estas limitaciones.
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«Es también un tema político y presupuestario, pues no podemos vigilar todas las partes de la playa», ha dicho el socorrista al explicar que a pesar de que hay 26 efectivos en verano, no todas las secciones pueden tener vigilancia, y no pueden controlar que las personas se bañen en las áreas prohibidas a partir de las 19.30 horas, que es cuando cierran.
El cierre parcial de la playa de Port Saplaya no solo genera confusión entre vecinos y turistas —como expresa una residente habitual, que asegura: «Llevo veraneando aquí 20 años y no entiendo lo del cierre, no tiene sentido»—, sino que también está causando un impacto en la economía local, según explicaron comerciantes de la zona. Locales de hostelería, chiringuitos y pequeños supermercados dependen del flujo constante de bañistas en pleno verano, y la imagen de una playa vallada y asociada a materia fecal desalienta tanto al visitante ocasional como al turista extranjero.
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El coordinador de los socorristas asegura que los apartamentos turísticos y alquileres tipo Airbnb tampoco escapan de este efecto. A la percepción de inseguridad sanitaria se suma la idea de una gestión confusa, donde un tramo de playa se cierra mientras otro, a apenas cien metros, se declara apto para el baño. Esa sensación de contradicción mina la confianza y compromete la fidelización de quienes, como la vecina, llevaban años eligiendo Port Saplaya como destino veraniego.
La responsabilidad de quién debe proteger a los bañistas frente a la contaminación divide a la Conselleria de Medio Ambiente, Infraestructuras y Territorio y al ayuntamiento de la pedanía. La Conselleria ha pedido al Ayuntamiento de Alboraya que coloque señalización específica para prohibir el baño en las zonas de influencia de las acequias, donde existe mayor riesgo de contagio. Según el departamento autonómico, su papel se limita a marcar esos espacios y advertir de los riesgos, mientras que son los ayuntamientos los responsables de garantizar que los bañistas respeten las áreas calificadas como aptas.
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Desde el consistorio, sin embargo, se insiste en que esta tarea no puede recaer únicamente en la administración local. El Ayuntamiento de Alboraya reclama la implicación de organismos superiores para regular de manera efectiva el baño y, sobre todo, «que se trabaje en la prevención durante todo el año», tal y como ha dicho Torres. Su argumento es que no basta con poner carteles, sino que es necesario evitar de raíz que vertederos y acequias viertan residuos fecales al mar y acaben afectando a la salud pública y a la imagen turística de la zona.
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