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ÁNGEL CASTELLANOS

HÉCTOR ESTEBAN

Viernes, 5 de mayo 2017, 00:21

Las redes sociales se han convertido en una barra de bar donde cada uno proclama en un número limitado de caracteres su verdad. El otro día -el autor es lo de menos- un tipo de esos que suele repartir carnés de valencianista proclamaba sin ningún rubor: «Ángel Castellanos, ¡qué malo era el cabrón!». Y se quedó tan pancho. Incluso orgulloso por la machada. Castellanos era un tipo honesto. Tosco en su planteamiento futbolístico pero titular con todos los entrenadores que tuvo el Valencia. Ha sido uno de los jugadores más silbados por Mestalla pero el tiempo le ha convertido en un personaje entrañable y añorado. Su fútbol seguro que no era ni el más vistoso ni el más exquisito pero el del Miguelturra era un ejemplo para sus compañeros y un patrón de profesionalidad y compromiso. Levantó títulos en una de las épocas gloriosas del club, como comodín fundamental en un equipo en el que brillaban los Kempes, Solsona, Tendillo y compañía. Pero seguro que aquel Valencia nunca hubiera llegado a esos éxitos con la ausencia de tipos como Ángel Castellanos, tan rudimentario como necesario.

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También vivió la decadencia, la caída al infierno y si no recuerdo mal lució el brazalete de capitán en el Camp Nou el día que el Barcelona mandó al Valencia a Segunda con un contundente 3-0. Aquel brazalete, en el brazo de un tipo de Miguelturra dispuesto a caer con todos los honores, era un ejemplo de dignidad, de la cara alta, el principio de un regreso que una temporada después se daría ya sin Castellanos en la plantilla. Hoy en el Valencia no hay honor. Muchos de los jugadores transitan como paso previo a otro equipo. Están para agotar los días, para lograr un mejor contrato si es posible la próxima temporada y para alejarse del compromiso a la espera de las vacaciones de verano. Es hiriente escuchar después de una derrota que es complicado darlo todo en el campo cuando el club agota la Liga sin jugarse nada.

Es indigno que un futbolista, que luce el escudo del Valencia en el pecho, confiese su pasividad y que el club prefiera dejarlo pasar. El reconocimiento de la desidia lo han dicho hasta presuntos profesionales que en el momento de su declaración lucían el brazalete de capitán en el brazo. El mismo símbolo con el que se presentó Castellanos en el Camp Nou para partirse la cara en la última vida de una temporada que llevó al Valencia al único descenso de su historia. Y mientras se prepara un Valencia-Osasuna como radiografía exacta de una temporada para olvidar, el ausente Peter Lim trata de darle forma a su capricho a 15.000 kilómetros de distancia rodeado de asesores. Ojalá la decisión pase por once Castellanos en el equipo titular.

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