Así se fraguó el boom de los chiringuitos de playa en la Comunitat
El Oli-ba-ba es una referencia histórica entre los cerca de 200 puestos que animan las playas de la Comunitat. Este icono de Oliva, nacido hace cuatro décadas, refleja la evolución para adaptarse a la Ley de Costas
Corría el año 1984. Miguel Ángel, inspirándose en uno de sus rincones favoritos de Altea, aterrizó en la playa de Oliva para realizar una apuesta ... de ocio que, en aquella época, se asomaba a la Comunitat. «No hicimos publicidad. El primer día, dejamos a dos amiguetes en la barra por si venía alguien y fuimos a cambiarnos. Cuando volvimos, estaba lleno a reventar. Hasta arriba. Desde entonces, no hemos parado», cuenta. Música, estructura minimalista y desmontable, cócteles… Era el origen de los chiringuitos de playa en la región. El suyo, bautizado como Oli-ba-ba, está considerado como el más antiguo de la costa valenciana que permanece en activo. Este verano ha cumplido 41 años. Y de forma ininterrumpida. Se alza como un icono, un símbolo. Dos descomunales esculturas de moáis dan la bienvenida a los clientes. El panorama ha cambiado por completo durante estas cuatro décadas. Lo que en su día se presentaba como una iniciativa rompedora se ha convertido en una manera de entender el entretenimiento en los arenales. A lo largo del litoral, se distribuyen cerca de 200 instalaciones con este inconfundible espíritu estival. Un boom que tiene su semilla en el irreductible puesto de Oliva.
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Miguel Ángel García Marvizón tiene 66 años. Él fundó Oli-ba-ba en 1984 y mantuvo su propiedad durante una década. En 1994 lo traspasó a Willy y Rosa, pero sin desvincularse por completo. Llegó con ellos a un acuerdo que le permitía continuar como colaborador. Un papel clave que sigue desempeñando con pasión: «Los fines de semana pongo yo la música en streaming desde casa, pero pinchando en directo».
Existe una clara evolución en este tipo de negocios. «Antiguamente, éramos famosos por las fiestas de noche. No teníamos horarios y cerrábamos al amanecer. Hacíamos muchos conciertos. Con DJ Gee, hicimos una fiesta y colapsamos el pueblo», recuerda Miguel Ángel. Eran otros tiempos. La nueva Ley de Costas, junto a las políticas locales de conservación del medio ambiente, condujeron a una mayor regulación de las actividades realizadas sobre la misma playa.
De esta forma, hace una década aproximadamente, se produjo un giro. «Nos hemos convertido en un beach club, que es una fórmula de dar un servicio más completo: desayuno, comida, cena, cóctel... Por la noche sigue habiendo cierto ambiente festivo, pero es tranquilo. Antes la gente venía a tomar copas y bailar. No venían a comer ni cenar. Conseguir ese cambio de mentalidad es una cosa que nos ha costado mucho trabajo y mucha inversión», explica Miguel Ángel. El chiringuito funciona de junio a septiembre desde las diez de la mañana hasta las tres de la madrugada.
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«Nos dejan montar hasta octubre, pero en la playa de Oliva es peligrosísimo estar más allá de la primera quincena de septiembre por las danas. Siempre hay temporales. El mar ya se ha llevado nuestro chiringuito tres veces», rememora. Hay noches con 150 comensales: «El cambio de filosofía ha sido un reto brutal porque el tipo de instalación que nos permite Costas es un chiringuito de 20 metros cuadrados y 50 metros de terraza. Minúsculo. En ese espacio tan pequeño, tener capacidad de cocina es imposible. Entonces creamos detrás un obrador donde preparamos las comidas. Y una empresa local nos hace las paellas y fideuás». Miguel Ángel lanza una reivindicación.
«En Cádiz o Tarifa hay chiringuitos de 170 y 200 metros cuadrados. Y no molestan nada. Se puede entender en una playa pequeña, pero en la de Oliva no va a afectar nadie tener 100 metros ocupados. No entendemos esos criterios tan diversos. Queremos tener un espacio para poder dar un buen servicio en la playa. Los espacios deberían ser proporcionales a la ubicación», comenta al fundador, quien también reclama que las concesiones por parte del Ayuntamiento duren más de cuatro años: «Y que no se hagan por subasta, sino por proyecto».
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El pasado mes de mayo, quedó aprobada la Ley de Protección y Ordenación de la Costa Valenciana. Con esta norma, en un futuro próximo, la Generalitat asumirá el control de las concesiones. Actualmente, la gestión corresponde a los Ayuntamientos.
En 2016, Oli-ba-ba cambió de ubicación, aunque sin salir de las playas de Oliva. Sus raíces. Y, pese a tener que adaptarse a las nuevas circunstancias y reglamentaciones, nunca ha perdido su identidad. Una atmósfera única.
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Su decoración permite trasladarse a la isla de Pascua. «Viajo allí todos los años. Soy un fanático de la cultura rapanui», comenta Miguel Ángel, quien derrocha arte: «El gran mérito es que todo el chiringuito lo hemos hecho nosotros con nuestras manos. Estructura, decoración… También los moáis. Somos los autores».
Los chiringuitos se encuentran en pleno auge: «Ahora hay más que nunca. El boom está asociado al boom turístico». La competencia en las subastas ha crecido ostensiblemente. La puja mínima ronda los 12.000 euros, pero en Oliva se ha llegado a pagar 60.000 por una concesión: «La inversión es tan alta que estás obligado a que funcione muy bien». Oli-ba-ba, que se define como un chiringuito «puro y duro», saborea el éxito desde hace cuatro décadas.
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