Los especialistas alertan: «Los pacientes con trastorno alimentario son cada vez más jóvenes y con mayor gravedad»
Familiares y enfermos advierten de la necesidad de desestigmatizar una enfermedad que afecta a cerca de 102.000 personas en la Comunitat y exigen muchos más medios para afrontarla
B. González
Valencia
Sábado, 29 de noviembre 2025, 01:43
Este domingo, 30 de noviembre, se conmemora el Día Internacional de la lucha contra Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA). Una enfermedad que está ... avanzando de manera peligrosa entre la población más joven y que, como una enfermedad mental más, cuenta con el estigma social que la invisibiliza.
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Según los datos de la Conselleria de Sanidad, entre enero y noviembre de este 2025 se han diagnosticado 9.797 casos nuevos. De ellos, 6.794 son pacientes con anorexia nerviosa. Hasta el mes de abril, el número de pacientes con TCA en la Comunitat Valenciana era de 101.741. En todo 2024 fueron 101.447, por lo que la cifra ya se ha superado en el primer trimestre de 2025.
Además, hasta el mes de noviembre se han realizado 25.359 consultas en Atención Primaria por TCA. Más de 18.000 de esas consultas han sido a mujeres frente a las 7.000 consultas registradas de hombres. Así mismo, más de 3.800 consultas eran de pacientes con edades entre los 15 y los 24 años.
En la Comunitat hay tres unidades específicas de atención a pacientes con trastornos de conducta alimentaria que se ubican en el Hospital La Fe, Hospital Sant Joan d'Alacant y Hospital Provincial de Castellón. En ellas, en lo que va de año, se han registrado 66 ingresos hospitalarios, 15 en Alicante, 1 en Castellón y 50 en Valencia.
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En lo que va de 2025 se han diagnosticado en la Comunitat 9.797 nuevos casos de TCA, en su mayoría de anorexia nerviosa
Los datos corroboran lo que advierten los expertos: que cada vez es mayor el número de pacientes con TCA. Y no sólo eso sino que «los pacientes cada vez son más jóvenes y con sintomatología más grave». Lo subraya la psicóloga, profesora de la Universidad Miguel Hernández de Elche e impulsora del Centro de Recuperación Emocional y Alimentaria, María José Quiles, que lleva funcionando desde hace 12 años y donde son remitidos pacientes desde la sanidad pública.
En esta incidencia está teniendo mucho que ver el impacto de las redes sociales. «Hay mucha presión social sobre la delgadez. Estamos identificando casos en los que los pacientes han sufrido burlas por su aspecto físico», asegura. Si bien este es uno de los principales detonantes de un TCA, las causas pueden ser otras.
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«Dejar de comer, los vómitos, el estar haciendo ejercicio todo el día, el cambio de humor… Esa es la punta del iceberg, lo que se ve, pero detrás pueden haber múltiples factores que han derivado en el trastorno alimentario como tener altas expectativas o una baja autoestima; problemas con las relaciones interpersonales; un trastorno de la personalidad o bullying», explica.
De ahí, que el tratamiento sea largo y requiera de una intervención multidisciplinar de especialistas. «Hasta que no se ve y se trata todo lo que hay debajo, el trastorno alimentario no se va a resolver», asegura.
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La psicóloga insiste en la necesidad de diagnosticar cuanto antes el problema y para ello considera fundamental el papel de la familia y los amigos. «Cuando se detecte un cambio relacionado con la comida o del estado de ánimo, se debe pedir ayuda a especialistas de inmediato. «Los casos con buen pronóstico son los que cuentan con el apoyo de la familia», apunta.
La psicóloga subraya que la mayoría de personas se recuperan completamente. Según los datos especialistas del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, en el caso de la anorexia nerviosa, un 60% consigue una remisión completa a los 2-3 años y en la bulimia nerviosa, el dato es del 45%. Pero también hay alrededor de un 20% de pacientes que acaban conviviendo con el TCA toda su vida, convirtiéndose en un trastorno crónico. Incluso hay quienes pierden la vida por fallo orgánico debido a la desnutrición o problemas derivados de la falta de alimentación e incluso por suicidio.
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Lo sabe bien Cristina Gómez. Ella es una paciente recuperada de anorexia nerviosa y reconoció su enfermedad cuando su compañera de habitación se intentó suicidar. Es el ejemplo de que esta enfermedad, aunque mayoritariamente se da en adolescentes, también afecta a personas con la vida resuelta.
«Hacía llorar a mi marido todos los días y decidí ingresarme voluntariamente»
Cristina ingresó en una unidad de enfermedades mentales, hace diez años, con 26 años. Tenía su trabajo y estaba casada. El detonante de la enfermedad: «La suma de pequeñas cosas y la falta de gestión emocional. Mi necesidad de control se centró en la alimentación».
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Comenzó con una ansiedad encubierta. Le dolía constantemente el estómago y comenzó a restringir la ingesta de alimentos. Dos años estuvo realizándose pruebas médicas porque sólo buscaban una causa física. Cuando le diagnosticaron la anorexia pesaba 36 kilos.
El detonante para su ingreso hospitalario, donde estuvo cuatro meses, fue el sufrimiento que causaba a su marido. «Le hacía la vida imposible. Le hacía llorar todos los días». Ingresó voluntariamente, pero, insiste, aún no reconocía su problema. «El chic en mi cabeza se produjo cuando mi compañera de habitación se intentó suicidar. Yo no tenía eso en la cabeza y comencé a tratarme».
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Un tratamiento que consistía en días de aislamiento, en los que no recibía visitas para que todo el proceso de negación, enfado, culpa se fuera calmando; medicación y consulta psiquiatra una vez a la semana y una quincenal con el psicólogo y, sobre todo, comedor comunitario donde obligan a comer.
Jornadas 'Rompiendo el Silencio'
La delegación de la Asociación La Barandilla en la Comunitat Valenciana, con la colaboración de Asociación de Familiares de Enfermos Mentales (Afem Altiplano) celebra este sábado la VI Jornada de lucha contra los TCA 'Rompiendo el Silencio'. El objetivo es visibilizar esta enfermedad y concienciar sobre el sufrimiento al que se enfrentan pacientes y familias. A través de los testimonios de pacientes, familiares, profesionales y asociaciones, pretendemos informar y romper estigmas sobre esta enfermedad. «Con estas jornadas queremos rendir homenaje a las víctimas silenciadas, al tiempo que ponemos el foco en la falta de medios y recursos en salud mental pública y universal», explica Rafael Martínez, delegado de La Barandilla y organizador de estas jornadas, que además perdió a su hija que padecía anorexia. «Con esta campaña y activismo pretendemos que la vida de Isabel no sea en vano y su legado sea el salvar a otras y otros pacientes, lo que nosotros sufrimos fue infame, incluso nos hicieron dudar como padres, hacen falta más profesionales y mejor formados que los que tuvimos. Por eso les pido siempre a los políticos aparten sus colores y banderas y trabajen por una prioridad y derecho básico una salud mental pública digna», asegura. La jornada se celebra a partir de las 10 horas en el Centro Cultural Nave 3 Ribes de Valencia.
Aún así considera, en su caso, que el tratamiento no verse tanto sobre la comida. «Yo salí con el problema de la nutrición resuelto. Ya te lo comes todo, pues todo bien. Sin embargo, el sufrimiento mental continúa. Tienes que asumir que estás enferma, que no es tu culpa, que no lo haces porque quieres y esa recuperación es muy lenta».
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Ella tuvo que acudir a un psicólogo privado porque cuando salió del ingreso le dieron cita para un mes y medio y temió por su recaída. Por eso asegura que hacen falta «muchísimos recursos» y recuerda a las instituciones que la principal pandemia de las nuevas generaciones es la salud mental.
Ela Huedo, es química y activista en redes sociales para divulgar estos trastornos (@comet.ela.vida). Ella aún lucha por recuperarse de anorexia. Su trastorno comenzó cuando llegó a la Universidad, con 19 años. El detonante fue que los compañeros le dijeron que había engordado. «Entonces me puse a dieta». Pero llegó un momento en que se sentía culpable de saltarse un día la dieta y empezó a dejar de comer para compensar.
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«Mi cerebro actuaba igual que una adicción. Me ponía como meta un peso y cuando llegaba, siempre quería adelgazar más. Cuando más adelgazaba más lo veía como un éxito. Llegué a perder 23 kilos y la sociedad tampoco ayuda porque además me decía que qué guapa estaba tan delgada», señala.
«Hasta entonces lo negaba todo, mentía a mis padres y a mis amigos. Comer se había convertido en un castigo y temía que llegaran fechas como la Navidad. Me negaba a cualquier tipo de ayuda», asegura.
Tocó fondo cuando llegó a autolesionarse. «Entonces me dije: ¿me odio tanto para hacer esto?, y busqué un psicólogo». Pero se encontró con los escasos recursos de la sanidad pública para afrontar este problema. «Hasta en los centros privados hay lista de espera para poder entrar», asegura. Al final consiguió un psicólogo privado que está ayudándola a «reprogramar su cerebro para anteponer la salud y que tu vida gire en torno a un plato de macarrones».
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La importancia de la prevención
Para asociaciones de familiares y enfermos es fundamental la prevención. María José Goñi. es psicóloga de la asociación AFEM Altiplano, que se ha especializado en TCA. La asociación ofrece charlas en colegios para visibilizar este problema. «Queremos informarles sobre estas enfermedades; transmitirles que las dietas deben estar bajo supervisión médica; que sigan hábitos saludables como dormir bien y practicar deporte para estar bien, no como compensación a la comida; huír de los hábitos tóxicos como las drogas; buscar amigos reales y no a través de las redes sociales y cuidado con el Bullying porque es una de las causas de estos trastornos», explica.
Goñi señala el estigma aún existente: «las propias familias lo ocultan» y eso puede deberse a que se encuentran desamparados porque no saben cómo hacer frente a este problema. Por ello considera importante la labor de información y acompañamiento que reciben en asociaciones, pero demanda recursos públicos. «Hay que actuar», insiste.
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