Urgente Largas colas en la V-30 entre Mislata y Vara de Quart en la mañana de este viernes
Juan muestra la furgoneta donde pernocta desde hace dos meses su amigo Daniel. M. R.

El drama de Daniel, enfermo de Alzheimer que vive en la calle desde hace dos meses

«Le llevo ropa y comida, y duerme en una furgoneta pero no puede estar así», señala Juan, amigo suyo que estuvo ayudando en Picanya tras la dana

Martes, 5 de agosto 2025, 00:19

No es aún ni mediodía, pero Juan ya está bañado en sudor. Se frota la pierna, donde le han picado dos avispas. Ha tirado comida ... que se ha podrido por el calor y ha llenado de hielo la nevera de playa. La deja al fondo de la furgoneta, donde hay un colchón de espuma, resguardándola lo que puede del sol, que no del calor. Juan es un argentino afincado desde hace décadas en España, dueño de un restaurante en Russafa y uno de tantos benefactores que ayudaron tras la dana, en su caso, en Picanya. Pero sobre todo es amigo de Daniel, el hombre que malvive desde hace más de dos meses por las calles de Bétera.

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Daniel vaga a diarjo por el municipio sin rumbo fijo y pernocta en ese vehículo, aparcado junto a un taller que hay en una gasolinera, a las afueras de Bétera, cerca del retén de la Policía Local. No puede moverla porque tiene el motor roto. Mejor así, porque Daniel padece de Alzheimer. Tras adecentar el vehículo, Juan busca por todo el municipio a su amigo, un anciano de casi 83 años con el que se ha cebado la vida hasta postrarlo en una situación de máxima vulnerabilidad. Tras un rato, el hombre aparece a pocos metros de la estación de metro de la localidad de Camp de Túria: «Iba a coger el ferry, y de ahí te mueves a donde quieras, pero al final no».

Esta es la primera de infinidad de frases sin demasiado sentido que demuestran el avanzado estado de la cruel enfermedad degenerativa que sufre Daniel: lleva una pizza que alguien le ha regalado y afirma que fácilmente puede ingresar 10.000 euros por ella; asegura que cuando quiera se va a Argentina porque los billetes son baratos, cuando hace pocos días se negó a irse con su hijo… «Yo aquí estoy bien, tengo de todo». Habla con amabilidad y con una sonrisa, pero la verdad es que no tiene nada y malvive gracias a la caridad de su amigo y de otros residentes de Bétera.

Porque de esa enorme y desvencijada furgoneta donde pernocta emerge un olor más que desagradable. Y alrededor del vehículo están las avispas que picaron a Juan mientras adecentaba el refugio de su viejo amigo. Él mismo le trajo una mesita, una silla y una sombrilla: «Para que al menos pueda resguardarse». Pero, ¿cómo ha acabado así Daniel, que reside en España desde hace más de cuatro décadas y que regentó una empresa de serigrafías? Pues la mala fortuna, alguna decisión desacertada y, sobre todo, un Alzheimer que le afectó por partida doble.

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«Vivía desde hace dos años con Pilar, otra mujer que también estaba enferma, igual que él», relata Juan: «Daniel tenía el ingreso mínimo y estaba en un piso que era del banco. Pero al juntarse con ella, se hicieron pareja de hecho y por los ingresos de ambos dejaron de ser personas vulnerables». Entonces la entidad financiera inició el proceso de desahucio y ambos acabaron en la calle, donde permanecieron algún tiempo. Hasta que un familiar de ella los alojó a ambos. O lo intentó. Porque a los cinco días la convivencia con dos personas con una severa enfermedad degenerativa era insostenible.

Se hicieron cargo de Pilar, pero no de Daniel, que dio con sus huesos de nuevo en la calle, con la furgoneta como único refugio. De eso hace ya más de dos meses. «A veces se ducha en la estación de lavado de la gasolinera. Echa una moneda y ya está. La gente se queja de que hay un hombre ahí desnudo, pero es que claro, él esta enfermo y no es consciente de la situación», explica Juan. «Hace unos días vino a despedirse, nos dijo que en tres días se iría a Argentina», comenta una pareja que regenta una cafetería en uno de los bajos de la finca donde residía Daniel antes de que lo desahuciaran. «Era mentira, nada que ver. ¡Si vino su hijo a por él y se negó a irse!».

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Es el lamento de Juan, a quien le duele ver así a su amigo. «Estuvimos diez años en La Coruña, luego coincidimos en Valencia. Nos conocemos mucho tiempo. Es un hombre muy culto, que jamás ha bebido un sorbo de alcohol… pero así no puede vivir. Cualquier día aparece muerto. O bien por el calor que hace dentro de la furgoneta o cuando dentro de unos meses venga el frío», lamenta. Sabe que la salida es que su hijo se lo lleve a Argentina, donde trabaja en la gestión de hoteles. Pero Daniel se negó. Dice que está bien, que tiene de todo. Pero basta con pasar tres minutos con él para percibir que está totalmente desamparado, salvo por el ejercicio de caridad que está realizando Juan y algún conocido más. «¿Quién es Pilar?», le pregunta a su amigo para, un instante después, asegurar: «No he conocido otra mujer como Pili. ¡Es el amor de mi vida!».

Visitas de la Policía Local y de los sanitarios

Según cuenta Juan y otras personas consultadas, la Policía Local y el Ayuntamiento de Bétera son conocedores de la situación que Daniel atraviesa desde hace dos meses. También los efectivos del centro de salud, que lo visitaron después de una llamada al 112. No obstante, tras una revisión, estos profesionales, de acuerdo con este relato, constataron que el hombre está buenas condiciones de salud más allá de su enfermedad degenerativa que padece. Sin un familiar directo que se haya hecho cargo de su situación y la haya gestionado, a los amigos les han informados de que debe ser un juez el que dicte cualquier tipo de acción encaminada a sacar al hombre con Alzheimer de la calle e ingresarlo en un centro especializado.

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