El cardenal Antonio Cañizares cumple 80 años tras el servicio a tres papas
Una de las voces más significativas en el seno de la Iglesia es en estos momentos el único valenciano en la cúpula del catolicismo
El cardenal valenciano monseñor Antonio Cañizares, arzobispo emérito de Valencia, cumple 80 años este miércoles 15 de octubre. El único purpurado valenciano en estos momentos ... ha servido a tres papas a lo largo de una trayectoria que ha sido de gran peso en el seno de la Iglesia. La suya es una voz que a nadie ha dejado indiferente cada vez que ha sonado en diversas cuestiones, si bien sus pronunciamientos en materia de libertad de enseñanza y de la enseñanza de la religión han sido especialmente sonoros sin dejar de lado las declaraciones en torno a la unidad de España.
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El hecho de que haya alcanzado la edad de 80 años le lleva a perder el derecho a participar en un hipotético cónclave, es decir en la elección de Papa, una de las funciones que lleva aparejada la condición de purpurado. Aunque esta circunstancia pierde trascendencia en el caso de Cañizares, puesto que esta misión quedó descartada en el último cónclave. En la votación en la que salió elegido Prevost -León XIV- el valenciano no participó. Todavía no había cumplido los 80 años, pero su estado de salud le impidió el desplazamiento a Roma. El pasado verano vivió una crisis de salud de la que se repuso.
Aun cuando los 80 años implican algún cambio, Cañizares no deja de ser cardenal, pues el capelo una vez recibido se conserva para siempre. En estos momentos Cañizares es el único purpurado valenciano que forma parte del que se considera el club más selecto del mundo. Con anterioridad a él, el último cardenal valenciano fue monseñor Carles, quien falleció en diciembre de 2013. Un año después, en 2014, recibió Cañizares el capelo.
Los ochenta años de Cañizares están repletos de una rica trayectoria en el seno de la Iglesia, al servicio de tres papas. A Cañizares siempre se le consideró próximo al cardenal Ratzinger, que al convertirse en Benedicto XVI impuso el capelo cardenalicio a Cañizares. Antes de que el Pontífice alemán se sentara en la silla de Pedro, el purpurado valenciano ya había trabajado con él en la Congregación para la Doctrina de la Fe. Con posterioridad, en 2008, Benedicto XVI puso en sus manos la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
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La vinculación entre Ratzinger y Cañizares conduce a hablar de la inquietud intelectual compartida por ambos: el diálogo entre Fe y Razón como vehículo que conduce a la presencia de la Iglesia en el mundo.
También mantuvo gran vinculación con San Juan Pablo II, quien le concedió la dignidad episcopal iniciándose así la proyección de Cañizares en los enclaves de decisión del catolicismo. Durante el Pontificado del papa viajero llegó a la Congregación para la Doctrina de la Fe, cuando Ratzinger era prefecto. La redacción del Catecismo de la Iglesia Católica, de incuestionable dimensión universal, contó con la colaboración del valenciano.
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Fijar la mirada en esta misión desarrollada en los años 90 deja claro que el valenciano compartía con el papa Wojtyla los desvelos ante los asuntos de la Doctrina de la Fe. Francisco fue el tercer papa al que ha servido desde su dignidad epicospal. El pontífice argentino le nombró arzobispo de Valencia. Compartía con él, el interés por el acercamiento a los desfavorecidos. De hecho Cañizares al llegar a Valencia, en su primera carta afirmó que su acción comprendía dos «predilecciones», y la primera «son los pobres y los que sufren». A Francisco presentó su renuncia en 2022 por razones de edad pasando entonces a ser arzobispo Emérito de Valencia.
Punto de partida de la trayectoria
Ante una trayectoria del calado de la de Cañizares, hay que observar un punto de partida.; los orígenes a los que siempre se ha mantenido próximo. Lo ha demostrado en momentos como el de su llegada a la ciudad del Turia como arzobispo. Ese día, rompiendo la tradición, detuvo sus pasos para visitar a la patrona de su pueblo -Utiel- la Virgen del Remedio, desde donde siendo él muy pequeño su familia se trasladó a Sinarcas. En la escuela de esta localidad cursó estudios primarios y allí conserva muchos amigos que le regalaban el cariñoso apelativo de Toño. A Sinarcas volvía cada verano para disfrutar de las vacaciones y la afición a los paseos por el monte.
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El cardenal, amigo de levantarse a las cinco y media de la mañana, se ordenó sacerdote en 1970 y comenzó su largo periplo por los más diversos destinos. En Alcoy atendió su primera parroquia. Luego llegó a Madrid, de donde partió hacia el obispado de Ávila. Siguió el arzobispado de Granada y años después el de Toledo, donde fue Primado entre 2002 y 2008. Entre mudanza y mudanza, compaginó sus obligaciones con las propias de la Conferencia Episcopal Española (CEE), de la que llegó a ser vicepresidente en dos mandatos: de 2017 a 2020 y desde 2005 a 2008.
Cursó los estudios eclesiásticos en el Seminario diocesano de Valencia. Se ordenó sacerdote el 21 de julio de 1970 y en la Universidad Pontificia de Salamanca obtuvo el doctorado en Teología, con especialidad en Catequética.
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