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El arzobispo en una ceremonia religiosa. JL BORT

Benavent señala que la familia ya no es un referente «para configurar los valores desde los que orientar la vida»

En su primera carta pastoral el arzobispo afirma que «la vida sacramental ha entrado en crisis y la religiosidad popular a menudo es valorada únicamente por su dimensión cultural»

Juan Sanchis

Valencia

Jueves, 15 de febrero 2024, 02:09

El arzobispo de Valencia, monseñor Enrique Benavent, ha dirigido su primera carta pastoral a la diócesis, con el título 'Una Iglesia esperanzada'. Ha ... sido redactada en castellano y valenciano en el mismo volumen, que desde hoy llegará a parroquias y entidades de la Iglesia, pero que además podrá ser descargada en la página de web del Arzobispado.

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En la carta, Benavent lamenta que la familia «es una institución valorada por los jóvenes, pero más como un ámbito en el que se cubren las necesidades afectivas que como un referente para configurar los valores o las ideas desde los que orientar la vida».

En este sentido, el prelado señala que «la conversión pastoral nos debe llevar a buscar nuevos caminos para la transmisión de la fe» y recuerda que «desde hace unas décadas estamos viviendo en la Iglesia una situación en la que las instituciones básicas que eran unos instrumentos eficaces para la transmisión de la fe (familia, escuela y parroquia), ya no cumplen esa función en la mayoría de los casos».

La escuela, en una sociedad pluralista como la nuestra, «vive de una concepción de la educación como instrucción o transmisión de saberes en la que los modelos éticos o antropológicos están cada vez más ausentes». Y la parroquia y las otras instituciones eclesiales «son víctimas de la desconfianza hacia la Iglesia que se ha instalado en grandes sectores de nuestra sociedad».

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«De un modelo de transmisión de la fe por herencia familiar o por el peso institucional que tenían la escuela y la parroquia, ahora hemos pasado a un modelo testimonial. El excesivo peso institucional, que en épocas pasadas era una ventaja en orden a la eficacia de la transmisión de la fe, hoy parece haberse convertido en un obstáculo».

Según monseñor Benavent «no podemos olvidar que, a pesar de la gran pluralidad de realidades eclesiales y de grupos que existen en la actualidad, la parroquia continúa siendo para la gran mayoría de bautizados en referente fundamental para su vida de fe».

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Y recuerda que «todas las otras realidades eclesiales, métodos de evangelización, movimientos y grupos, etc. son constructores de Iglesia si sirven a la revitalización de la vida de las parroquias y comunidades cristianas. Solo así enriquecen a todos y se evita la tentación de la auto referencialidad».

Haciendo referencia a las visitas que ha realizado a parroquias y las celebraciones de carácter festivo, los encuentros con movimientos y grupos con laicos comprometidos, el arzobispo asegura que todo ello «me ha ayudado a redescubrir la gran vitalidad que hay en nuestra diócesis».

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Por ello, monseñor Benavent invita «a que no nos instalemos en el pesimismo o en la desesperanza y a que sepamos dar gracias a Dios «siempre y en todo lugar» por toda la riqueza de vida cristiana que hay entre nosotros».

En su carta, el Arzobispo se refiere a las dificultades y preocupaciones en el contexto cultural que nos rodea, en el que los interrogantes sobre Dios no tienen relevancia social. Precisamente, esa «imagen de Iglesia, que muchos de nuestros contemporáneos tienen, justificada o injustificadamente, ha provocado en amplios sectores de nuestra sociedad un distanciamiento y una desconfianza frente a ella como el «lugar de la verdad» acerca de Dios y de las propias opciones de vida. El proceso de transmisión de la fe se ha roto, tal vez porque confiábamos demasiado en la fuerza de la cultura cristiana que impregnaba la vida de nuestra sociedad.

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En ese sentido, el Arzobispo asegura también que «la vida sacramental ha entrado en crisis y la religiosidad popular, que puede predisponer el corazón para el encuentro con Dios y, de este modo, ayudar a la evangelización, a menudo es valorada únicamente por su dimensión cultural, es vivida superficialmente y, en algunas ocasiones, también presenta signos de debilidad».

Ante ello, «nos hemos de revisar constantemente e interrogarnos sobre el modo de hacer las cosas, el lenguaje que utilizamos, la oportunidad de nuestras iniciativas, y los caminos más adecuados para conectar con nuestro mundo», afirma.

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De esta manera, «ante los retos que tenemos actualmente en la Iglesia en orden al anuncio del Evangelio, y que nos interpelan a todos, es necesaria una actitud de discernimiento para encontrar los caminos para que el mensaje cristiano sea significativo para nuestro mundo».

Según expresa el arzobispo, «hoy no podemos vivir en la Iglesia como si estuviéramos en otra época ni el mundo que nos rodea es como hace unas décadas»: «situaciones personales que hace unos años eran vistas como casos excepcionales ahora las aceptan culturalmente amplios sectores de nuestra sociedad, y muchas personas las han integrado con toda naturalidad en sus vidas personales. La conversión pastoral nos pide vivir en la Iglesia desde una opción evangelizadora, desde la actitud de que cada persona que hoy se acerca a la Iglesia y entra en relación con ella es una oportunidad para la evangelización».

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Igualmente, en su carta, el arzobispo de Valencia hace referencia al Jubileo de 2025 convocado por el papa Francisco, «un acontecimiento en la Iglesia que puede ser un momento de renovación eclesial y de conversión personal». Se trata del Jubileo ordinario que se celebra cada 25 años, en esta ocasión con el lema 'Peregrinos de la Esperanza'.

En ese sentido, Benavent afirma que «el pueblo fiel siempre ha vivido los años jubilares como un momento de gracia y de renovación eclesial». Así, la dimensión espiritual del jubileo no debería separarse de estos aspectos fundamentales de la vida social porque, en caso contrario, la celebración sería incompleta.

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Por ello, el Papa propone un camino concreto en este tiempo de preparación para el jubileo: recordar las enseñanzas de las cuatro constituciones del Concilio Vaticano II. «El Jubileo debería servir para centrar la vida de nuestra diócesis en la perspectiva del Concilio y, de este modo, crecer en la sinodalidad como rasgo que debe caracterizar la vida de la Iglesia», asegura.

Asimismo, además de la formación y la oración, el Arzobispo destaca la «dimensión social» del Jubileo. «Si como cristianos estamos llamados a alentar la esperanza de nuestro mundo, no podemos olvidar la dimensión social del jubileo: debemos recuperar el sentido de la fraternidad universal; no podemos cerrar los ojos ante la pobreza que impide a tantos hermanos nuestros vivir de manera humanamente digna; estamos llamados a ayudar a los numerosos refugiados que se ven obligados a abandonar sus países y a luchar, de este modo, por un mundo más justo».

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Además, el año jubilar ha sido siempre una «llamada a restablecer en nuestro mundo la justicia querida por Dios. En este momento histórico, el Papa no quiere que nos olvidemos de una de las preocupaciones que los cristianos compartimos con toda la humanidad, que es la necesidad de cuidar de la casa común».

Por otro lado, el titular de la archidiócesis valentina finaliza su carta, poniendo a «María, como modelo y Madre de la Iglesia», en la que «los cristianos somos conscientes de que hemos sido precedidos por una gran cantidad de testigos de la fe que se han mantenido fieles a la llamada del Señor», incluso en momentos y situaciones difíciles.

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El Arzobispo nos invita a poner nuestra mirada dirigiéndonos a ellos, porque el testimonio de los santos es fuente de vida cristiana y recuerda que «nuestra diócesis ha sido enriquecida, por gracia de Dios, con abundantes frutos de santidad».

Así, «nuestra mirada creyente se dirige especialmente a María, la Madre del Señor. Desde el primer momento Ella acompaña a la Iglesia con su presencia silenciosa, y al mismo tiempo, evangelizadora. Al contemplarla como modelo, descubrimos que afrontó todas las situaciones sin perder la confianza en Dios, con una fe esperanzada». ¡Que Ella guíe el caminar de nuestra diócesis y sostenga nuestra esperanza!», concluye Benavent.

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