Un año tras la dana: la reconstrucción no evitaría una nueva inundación en Chiva
Hay cauces, como el de la Contienda y el de Cañadillas, que volverían a inundar el pueblo a través porque sus problemas no se han solventado
¿Volverá a pasar lo mismo en el caso de otra lluvia torrencial como la del 29 de octubre de 2024? Es posible que sí. ... Un año de reconstrucción para dejar sobre el terreno los mismos errores del pasado. Las verdaderas soluciones tienen un trayecto de ejecución superior a la década y hace falta una inversión muy elevada. Por ahora, la mejor de las medidas es mirar al cielo y que no llueva.
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La rambla del Poyo llevó la destrucción a los pueblos de l'Horta Sud el 29 de octubre alimentada por una telaraña de decenas de cauces y barrancos que escapan a todo tipo de control, que para muchos pasan desapercibidos en el mapa. Caudales desaforados sobre los que nadie tuvo conocimiento, escorrentías que sólo saben situar los más viejos del lugar y barreras urbanísticas que la fuerza de la naturaleza rompió sin piedad en una tarde de tragedia y horror.
Hoy, casi un año después de la dana, el plan de reconstrucción se ha desarrollado con la repetición de muchos de los errores que ya estaban en el camino, entre otras cosas porque reconstruir, como bien ha defendido el aún vicepresidente Gan Pampols, significa dejar las cosas como estaban sin modificar nada. Mal o bien, pero como estaban. Si hoy mismo hubiera una dana de la misma magnitud, el daño, en muchos lugares, sería idéntico. La burocracia no permite otra cosa: reconstrucción no es modificación.
Chiva puede servir como punto de partida para explicar sobre el terreno por qué puede volver a pasar lo mismo que aquella tarde, cuando en cuatro horas cayeron casi 500 litros por metro cuadrado y no hubo aliviadero que se pudiera tragar aquel tsunami de agua y barro. En los últimos 76 años ha habido cuatro riadas –1949, 1957, 1983 y 2024– y todas han seguido el mismo patrón. Nadie ha buscado una solución para que el agua no devore el centro del municipio.
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Paco Silvestre –Guitón o Paco Silar en el pueblo– lleva meses dándole vueltas a la cabeza para hallar una fórmula que permita desviar del municipio al menos el 70% del agua que llevó la dana al casco urbano. Su propuesta, variar los cauces de forma sostenible y ecológica por la partida de Cutanda hasta el barranco de la Cueva Morica. Paco, con esa idea fija, trata de que alguien repare en un 'plan sur' en Chiva para que no se vuelva a vivir una situación como la de hace un año. Pero el hecho, más allá de encontrar una salida, es que no se han subsanado los problemas del pasado.
En la zona alta de Chiva hay una serie de barrancos, algunos semiclandestinos para la población en general, que tuvieron mucha trascendencia para el desarrollo posterior de la gran riada.
El primero, sin duda, el barranco del Gayo, conocido en sus distintos tramos como de Chiva, del Poyo o dels Cavalls. Este barranco, que es el que cruza el centro de Chiva, se alimenta de otros dos en su parte alta, en la zona del Armajal, que lo nutren de abundante caudal desde la sierra, con gran cantidad de escorrentías.
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Uno de ellos, y que es uno de los puntos peligrosos que no se ha resuelto bien en este año, es el barranco de la Contienda en la sierra de Chiva, que recoge las aguas que circulan por tres cauces más: Chulilla, Rebo y Bobo.
Tres ramblas que llevaron un caudal abundante desde más arriba de la zona del campo de tiro de Chiva, un punto al que se accede por el camino de la Serretilla. Toda esta maraña de ramblas y barrancos van a parar al de la Contienda, uno de los principales cauces que llegan al barranco del Gayo (o de Chiva). El hecho es que en la Contienda se mantiene ahora mismo el problema que ya existía antes de la dana. Las tareas de reconstrucción vuelven a llevarlo de frente a la autovía A-3, por donde tiene que pasar por un túnel subterráneo que en ninguno de los casos sería capaz de asumir un caudal como el del 24 de octubre de 2024.
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De esta manera, una situación como la de la riada del año pasado se podría repetir, ya que la tarea de reconstrucción no ha derivado en una reforma crucial para que el barranco de la Contienda no sea un peligro para la A-3. En este punto de la autovía, el agua saltó a la plataforma de la calzada y arrastró a decenas de vehículos.
Muchos conductores pasaron allí la noche salvando su vida por sus propios medios –varios se subieron a autobuses– y con la ayuda de los militares de la UME que se quedaron varados sin poder llegar hasta Utiel.
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Al barranco de la Contienda, a espaldas del polígono industrial de La Pahílla, se une el de Cañadillas, otro de los grandes culpables de la dana del 29 de octubre aguas arriba del barranco de Chiva.
Un cauce que se sitúa en las faldas de la zona de Vista Alegre y que se alimenta de los barrancos de Trancas y Cutanda. Este es uno de los puntos más peligrosos de la zona y el que mejor refleja que las tareas de reconstrucción sólo han servido para dejar la situación como estaba. El riesgo es el mismo porque no se han evitado los puntos negros: los cuellos de botella que derivaron en una riada fuera de control.
Desde uno de los campos de almendros de Paco Silvestre se puede ver el cauce del barranco de Cañadillas y los zarpazos del agua el 29 de octubre. Un cauce de más de cincuenta metros de anchura que, de repente, desaparece ocupado por campos de cultivos y que vuelve a emerger para darse de bruces con las paredes de algunas de las empresas del polígono de La Pahílla.
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En 1983, este barranco ya provocó una inundación importante en Chiva, la conocida riada de Textofil por la gran cantidad de bovinas de hilo de esta empresa que quedaron a la deriva por el terreno, y desde entonces no se ha tomado una solución para solventar este problema.
El caudal de Cañadillas, una vez sale del polígono tiene que pasar por un colector subterráneo de una capacidad insuficiente –tan sólo tiene una anchura de dos metros– para absorber tanta cantidad de agua de lluvia, y después romper junto a la línea férrea de la C3, que siguen sin estar operativa tras la dana del 29 de octubre.
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Además, este cauce artificial, canalizado junto a la parte trasera del polígono y que llega a la antigua Nacional III, está lleno de vegetación de todo tipo, entre ella cañas invasoras, que provocarían en caso de lluvias importantes un colapso en su curso que llevaría a que el agua se desbordara otra vez por las calles del polígono.
Tras atravesar por debajo la N-III, saldría por un colector de dos metros de anchura para darse de bruces con la vía férrea de la C-3 Valencia-Utiel, otra barrera artificial en la que Renfe ha intentado salvar con unos aliviaderos para que no se repita la situación catastrófica del 29 de octubre. Una vez salvada la vía, el barranco de Cañadillas enfila un cauce que no es más ancho que una acequia.
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Ni la Contienda ni Cañadillas han visto modificado su curso, la reconstrucción sólo ha servido para dejar las cosas como estaban antes de la dana y una lluvia de la misma intensidad dejaría los mismo problemas que hace un año. De esta manera, las fábricas de La Pahílla siguen expuestas a la inundación y ambos caudales alimentarían al barranco de Chiva, que volvería a pasar desbocado por una población en la que todavía no se han terminado las obras para contener las aguas. Muchos empresarios han optado por reorganizar sus fábricas con estructuras en altura –superior al 1,70 metros– para salvar su material en caso de una nueva riada.
La situación no es exclusiva de Chiva. En el Poyo, a su paso por Riba-roja, el error de la reconstrucción también es palpable en el cauce. Bajo el puente de la A3, donde está el famoso aforo de las 18:43 horas, el cauce tiene una capacidad de 1.300 metros cúbicos por segundo de paso. Un poco más adelante, a escasamente tres kilómetros, el cauce se reduce a un embudo de 100 metros cúbicos. Ni la fuerza del agua, que el 29 de octubre decidió abrir los campos, ha derivado en la búsqueda de una solución.
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