Paseo por la casa de Torrent que será hogar de una influencer
Cristina Gilabert recupera en Torrent una finca histórica que tendrá bajo su propiedad una nueva vida: influencer con un pie en España y otro en América, se plantea una rehabilitación conforme a su perfil profesional: un reto romántico
De Torrent, la finca conocida como Cà El Parat es un palacio que mira de tú a tú a otra de las construcciones más icónicas ... de la localidad: su emblemática Torre. Enclavado en el número uno de la plaza Colón, todo el edificio transpira riqueza patrimonial, historia, encanto… La clase de valores asociados a los estandartes de que dispone cada enclave donde habita la memoria ciudadana... y también una acuciante necesidad de mejora. Un elemental vistazo desde el exterior ya anticipa que, en efecto, cualquier posibilidad de resucitar al rico conjunto arquitectónico, tras largo tiempo cerrado, pasa por emprender una concienzuda reforma. Luego, un paseo por sus entrañas confirma esa primera impresión: los anteriores inquilinos parece que salieron huyendo de estas cuatro paredes que se distribuyen por las dos plantas que se suman a la baja y trepan también hacia una azotea que promete un nuevo futuro para este señorial ejemplo de buena arquitectura del siglo pasado. Un futuro más luminoso.
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Un futuro que pasa por convertirse en refugio, guarida, hogar y algún misterioso destino adicional que palpita en la incesante imaginación que distingue a su nueva propietaria, Cristina Gilabert, quien posa para la cámara plantada ante su flamante propiedad, con un punto de orgullo: el que detona el convencimiento de que en sus manos al edificio le aguarda un brillante porvenir. Ajena al curioseo que despierta su figura, Cristina se retrata también acompañada por Juanjo Rojo, el arquitecto artífice de que esta reciente adquisición se convierta el día de mañana en el escenario de sus sueños. Sueños en realidad terrenales, mundanos: la suya es una fantasía muy anclada a la tierra. Gilabert destila seguridad en sí misma… aunque todavía no sabe muy bien el destino que le dará a esa finca que de momento opera en ella como un factor de orden sentimental. Quería hacerse con un edificio de estas características, quería además que fuera en su tierra de adopción (aunque es canaria de nacimiento, sus raíces son valencianas) y quería de paso honrar la herencia familiar. «Mi padre era constructor», explica. «Así que…»
Puntos suspensivos que se rellenarán durante la visita al interior de la casa, cuando las dudas a la vista del mejorable estado que presentan las estancias se vayan despejando: donde una mirada menos sagaz sólo encontraría inconvenientes, Gilabert detecta oportunidades. Su imaginación nos acompaña como guía de luz por el recorrido, que en efecto sirve para cercionarnos de su buen ojo como promotora inmobiliaria, una actividad en ciernes para ella, que va a sumarse a las otras ocupaciones que le han dado fama viral y nada menos que dos millones de seguidores en redes sociales: precisamente por Instagram anunció hace casi un año a sus fans que se hacía con este imponente caserón y también por esa vía ha ido comunicando sus peripecias personales y profesionales.
La casa del faro que no tiene faro
El arquitecto Juanjo Rojo exhibe el informe de reforma de la finca que se dispone a reformar como si fuera un tesoro: en él se anota el vínculo emotivo con Torrent, desde que por 1930 la puso en pie un torrentino llamado Vicent Ros, según la imagen de otro edificio que había visto en Madrid y que quiso rematar con un faro... que nunca se construyó, pero que así quedó entronizada en la memoria popular. La casa del faro que bajo la dirección de Cristina Gilabert aspira a arrojar una nueva luz.
Hoy, recién afincada en Miami para emprender nuevos proyectos profesionales relacionados con el ámbito de la imagen y la salud, reserva un rato para acompañar a LAS PROVINCIA en este itinerario por Cà El Parat, esquivando los enseres de los antiguos propietarios y contando con la complicidad de su arquitecto de confianza, en cuya jurisdicción cayó según esa secuencia harto conocida, detonada por el azar: alguien conoce a alguien que conoce a… En este caso, un trabajo de Rojo en el Club Náutico de Lo Pagán, en su tierra natal, atrajo el interés del entorno de Gilabert, que le puso sobre la pisa del arquitecto murciano. Contactó con él, hubo 'match' (el requisito principal que sirve como combustible para fraguar la mejor relación entre profesional y cliente) y ella le convenció para volver a trabajar en Valencia, un destino que no era desconocido para Rojo: ya se embarco aquí en otros proyectos, como la discoteca Sala Jerusalén, por ejemplo, en el centro de la ciudad.
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Ese primer encargo en Valencia forma parte de la misma tipología que caracteriza a su proyecto para Torrent: devolver la dignidad a una antigua edificación y adaptarla a un novedoso lenguaje y renovado uso, aunque Cà El Parat dispone de un sello diferencial muy acusado: se trata de que Cristina Gilabert convierta este edificio en su casa y también su centro de operaciones. Y se trata de estar a la altura del reto que representa para ella y que traslada al arquitecto: construir una especie de campamento base desde donde proyectar sus ambiciones, un propósito que Rojo aspira a reflejar mediante la consecución de un intangible; es decir, conseguir que la casa encierre ese espíritu inconformista de su clienta. Bajo ese objetivo se entienden algunos de los gestos que va explicando mientras guía la visita, que arranca en la planta baja: un espacio abandonado que ya informa del estado en que se encontrará el resto de la finca. Rojo explica cómo los planos que ha presentado ante el Ayuntamiento, celoso como él y como Cristina en proteger el conjunto monumental, incluye la incorporación de un ascensor, así como el derribo de algunas paredes para crear espacios más diáfanos (a razón de 70 metros por planta) que permitan que la luz penetre en el edificio en todo su esplendor, el mantenimiento cuidadoso de los bienes más valiosos de que dispone la casa, un bien patrimonial muy protegido que merece esta clase de mimos que Rojo y Gilabert pretenden asegurar, conciliando ese objetivo de fondo con otra intención no menos importante: que el resultado de su intervención se adapte al sueño que palpita en el espíritu de todo el proyecto. Que Cà El Parat siga fiel a su estampa pero aborde un mañana más luminoso. Y haga realidad la frase con que ella resume el valor de su adquisición: «Es la casa perfecta».
De Canarias a Valencia, pasando por la televisión
Influencer de acusado impacto en redes sociales, nacida en la isla canaria de Fuerteventura, Cristina Gilabert estudió en Canarias auxiliar de enfermería, hasta que con 17 años se mudó a Valencia, donde tiene negocios relacionados con la salud y el bienestar físico. Es conocida entre porque participó en un reality llamado 'La casa fuerte' con su expareja, Ferre, quien se había hecho famoso tras su paso por 'Supervivientes'. Aquel pasado televisivo queda ahora lejos. Modelo fitness, con intereses profesionales tanto en España como en América (de México a Estados Unidos).
Porque, como en otras reformas, la ambición de fondo pasa por mantener la riqueza de sus filigranas en escayolas, la coqueta azulejería que decora uno de los muros, las delicadas artesanías de la fachada… Incluyendo por supuesto la fachada, protegida desde hace meses con una malla que evite desprendimientos a la calle: esa fachada que aspira a la nueva vida que le concederá este diálogo entre lo nuevo y lo viejo que dibuja Rojo y que cuenta además con un atributo especial para alinear a a Cà El Parat con la clase de arquitectura hoy triunfante: ganar la azotea ahora en desuso como un nuevo espacio para mejorar el confort general de la vivienda, aprovechar las posibilidades que ofrece para disfrutar de la vida al aire libre en su versión valenciana, tan propia de nuestro ADN…
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Y hacer realidad la pretensión superior que late en las palabras de Cristina Gilabert: como especialista en cuidado de la imagen y defensora de los beneficios de la salud, cree que en esta casa operará el mismo principio: «Siempre digo que el cambio físico ayuda a la gente, así que haré lo mismo en Torrent: cambiar la casa para que también ayude». ¿A quién? A la propia localidad, por supuesto, pero también a ella: ahora tiene un nuevo objetivo profesional y también vital que satisfacer, una operación que no es sólo inmobiliaria, aunque también. Es sobre todo un proyecto personal.
O, como sostiene cuando se despide, «un desafío romántico».
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