Ayer leía una estadística sobre el Valencia que, si me la dicen hace una década, me sonaría a ciencia ficción; sólo un equipo de primera ... ha aportado menos internacionales que el Valencia en esta ventana de selecciones. El Alavés tiene cero e, inmediatamente después, aparece el club de Peter Lim con solo un internacional, Stole Dimitrievski. Un Stole que, por cierto, es titular con su selección y, aunque ustedes no se lo crean, cuando juega... para. Y para mucho.
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Ha llegado un punto de zozobra diaria en el que este tipo de estadísticas pasan desapercibidas como si no ocurriera nada. En este Valencia lo extraordinario se ha convertido en lo normal. Porque, con Meriton, vivir en la cloaca es el techo sobre nuestras cabezas. La descapitalización del club desde que Peter aterrizó en nuestras vidas —gracias a Salvo, Aurelio y los patronos— ha sido galopante. Es como la 'bota malaya'. O 'gota', como rebautizó en su día Felipe González. El fondo es el mismo; te tortura poco a poco. Sin prisa pero sin pausa. Y, en este caso, sin remordimiento alguno. La descapitalización con Meriton es gigantesca y no tiene fin. De hecho, este mismo verano se han vuelto a producir ventas —cada vez menos cuantiosas porque cada vez tienes menos jugadores que vender— para reinvertir una mínima parte de lo ingresado. «Es lo que hay», que diría Anil Murthy.
La defensa actual es el mejor ejemplo; has vendido —más menos— por valor de 30 millones y te has gastado tres. No hace falta ser muy listo para imaginar las consecuencias. Si te pagan 30, el valor de esos activos sobre el césped suele ser 30 y, si luego compras por tres, el valor en el césped será... pues eso. El fútbol parece muy difícil, pero hay algunas cosas sencillas; cuando ingresas mucho y reinviertes poco, lo normal es que tu equipo sea peor. Y, cuando reinviertes poco... en muchos jugadores, llega la clasificación actual de la Liga. Que nadie les engañe; el Valencia es peor equipo en todas las estadísticas de juego respecto a la segunda vuelta del año pasado porque el equipo —como bloque— es peor. Defiende peor, concede más y, como consecuencia, tiene peores resultados.
¿Es culpa de Carlos Corberán? Pues probablemente de elegir a José Manuel Copete, Baptiste Santamaría o Filip Ugrinic sí. Pero, claro, si te dicen que tienes diez millones para fichar cuatro o cinco jugadores ya la culpa es menos tuya. Cuando Manolo Llorente vendió a David Villa al Barça por 40 millones, lo siguiente que hizo es pagar la cláusula de rescisión de Roberto Soldado; los mismos diez millones de este verano... pero para un solo futbolista. El club ganaba dinero, pero se invertía en buenos jugadores para el césped. Y, los buenos —eso no ha cambiado— valen dinero. Ah, por cierto, la dupla goleadora del Valencia de la siguiente temporada fue Soldado-Aduriz. No fue mal la cosa en el cambio con esos dos por aquí.
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Por eso Corberán es responsable de lo que elige pero no de lo que le dan para elegir. Ahí chocamos todos con el mismo muro de siempre; Peter, que desde que decidió cerrar el grifo nunca más lo volvió a abrir. A ratos cerró la llave de paso, a ratos dejó caer gotas para que el club no muriera deshidratado. Y, por el camino, entrenadores al cadalso. Ahora tenemos nuevo fontanero en el Valencia; Ron Gourlay. Que pide unión, paciencia, respeto a su trabajo y nos recuerda que, lo que pasó antes, no es cosa suya. Vamos, que pide lo mismo de todos los anteriores. Pero ¿de qué sirve cambiar al fontanero si la empresa que suministra el agua es la misma?. Y la gente, normal, no traga. Un internacional, mismo desierto.
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