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Soler y Guedes prolongan la fiesta
El Valencia ajusticia al Granada con dos remates de cabeza a balón parado y un penalti, que hacen que Mestalla disfrute con la resaca copera
Hay fiestas que uno no quiere que se terminen nunca y más aún si tienen a tipos como Carlos Soler y Gonçalo Guedes como organizadores ... del cotarro. Con ellos te aseguras que una tarde que se presenta pastosilla y poco agradable, acabe en algo más que digno hasta el punto de que al final hasta te vas más contento que unas pascuas a casa. Soler como facilitador y Guedes como ejecutor -hasta de cabeza está inspirado el portugués- le envolvieron el regalo de su 58 cumpleaños a Bordalás -los aficionados le cantaron por ello- en uno de esos partidos que aparentemente sirven de relleno pero que, escarbando en el asunto, tienen más miga de lo que parece. Y es que, el Valencia llevaba aburriendo a Mestalla en juego y en resultados de Liga desde que el 11 de diciembre pasado ganó al Elche. Llegados a este punto, y aunque la resaca copera hace que la grada vaya a perdonar prácticamente todo lo que pueda pasar de regular y malo hasta abril, el Valencia se podía enredar un poco en la clasificación enturbiando con aparentes problemas el reto de La Cartuja. Por eso, y encima con el cansancio de casi todos y las bajas, tanto las previstas como inesperadas, sacar el tema adelante tenía y tuvo un valor significativo. Es verdad que el rival se lo puso fácil, más seguramente de lo previsible, porque el Granada está tan cogido con alfileres que no es de extrañar que Robert Moreno, su entrenador, termine implicado en un juicio sumarísimo por ello.
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De cualquier forma, a Mestalla le preocupa a estas alturas bastante poco si a su equipo le cuesta horrores dar dos pases inteligentes o si deja una primera parte bastante descosida. Sobra que Carlos Soler lance faltas y saques de esquina con tan mala baba que a la defensa rival le pille descolocada; o que siga siendo un tío tan fiable en los penaltis; sobra también con que Guedes esté cuajando la mejor temporada desde el punto de vista goleador de su carrera, hasta el punto de asombrarnos a todos con un remate que firmaría el mítico Santillana; y es suficiente también con que Maxi llame por fin a la puerta y se acabe colando en esa fiesta que han montado casi a hurtadillas el valenciano y el portugués. ¡Ya era hora!, por cierto. Maxi no sólo enchufó uno de cabeza sino que además provocó un penalti, con lío del árbitro y el VAR, justo cuando parecía que el Granada podía agarrarse a un mínimo de esperanza. Ese tercer gol resultó desde luego definitivo.
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Y menos mal, porque aunque es cierto que los andaluces estaban fallones e imprecisos desde que el balón se puso a rodar, el Valencia no anda muy sobrado que digamos en lo que a convicción defensiva se refiere. El gol visitante, de hecho, es un ejemplo de lo que no puede volver a pasar. Foulquier, muy limitado físicamente, y un Comert demasiado inocente -la amarilla del primer tiempo influyó- dejaron vía libre para que se colara el Granada por la banda izquierda de su ataque y el centro acabara impactando en Hugo Guillamón y tocando en Jaume para que cogiera dirección portería. Entre los dos estuvieron a punto de dejar sin música ni luz el guateque de los Soler y compañía. La falta de entendimiento puso el susto en el cuerpo a todos.
Porque, hasta ese momento, el Valencia había transitado desde las dudas iniciales por un once casi parcheado por las circunstancias -Mamardashvili y Diakhaby fueron bajas de última hora por amigdalitis (consecuencias de la última fiesta) hasta los zarpazos que hicieron mover al marcador en ese arranque vertiginoso de la segunda. A Bordalás le tocó componer un 4-1-4-1 casi inhabitual, con Comert y Guillamón de centrales, Lato y Foulquier de laterales -el valenciano apenas duró tres minutos-, Racic por delante de la defensa, Yunus y Soler a la misma altura, con Guedes pegado a la derecha y Marcos André a la izquierda, dejando a Maxi como referencia.
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Le costó al Valencia bastante organizarse. Ocho cambios en el once son muchos y es imposible que todos coincidan en los gustos musicales desde el primer momento. Fueron adaptándose conforme fue cayendo la tarde, sabedores todos de que si Bordalás se veía apurado, al final acabaría echando mano de los agitadores habituales, esos que como Bryan Gil se mueven como nadie y le dan la vuelta al asunto en un abrir y cerrar de ojos. Aunque acabaron entrando, no hizo falta. La cosa se fue animando, primero con ese cabezazo de Guedes y luego con el de Maxi. En tres minutos, jolgorio total. Del incordio del 0-0, a tener el asunto resuelto con un 2-0 que no tenía pinta de aparecer. El matiz es que la sonrisilla apenas duró cuatro minutos. Se bajó un poco la música, como dando un respiro, para que luego Soler le diera caña al asunto con el penalti a Maxi. Fiesta por todo lo alto. Hay traca de sobra hasta el 23 de abril.
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