El valencianismo sigue metido en un bucle y no indulta a Peter Lim
La afición vuelve a agarrarse a entrenador como faro del equipo, como ocurrió con Bordalás o Baraja, ante un proyecto de Meriton que aunque está fichando en el mercado sigue alejado de su masa social
Cuando el speaker del Valencia comenzó a presentar a los jugadores de la plantilla 25-26, mejor dicho a los que a 9 de agosto ... tienen contrato profesional con el club, marcaban las ocho y cuatro de la tarde. En las gradas, muy vacías, había varios miles de espectadores. Cinco minutos después Carlos Corberán cerró la comitiva. Vamos, un copia y pega de manual con respecto a los últimos años del proyecto de Meriton. Es un particular día de la marmota. Algo habrá que cambiar con esta vorágine, puesto que la imagen del estadio casi vacío en la presentación es tan desalentadora como triste. La cara de José Luis Gayà, de largo el jugador más ovacionado, parecía reflejar ese momento al mirar a todos los lados del estadio y ver muchas más sillas de colores que personas. Es cierto que los asistentes al Trofeo Naranja van más allá de los abonados, puesto que es la opción que tienen los no socios de ver un partido a precios asequibles, y puede que sea una razón. No están acostumbrados o son conocedores del 'timing', puesto que en el calentamiento del partido la imagen de la grada ya era otra.
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La ovación a Carlos Corberán también fue un bucle de lo ocurrido los últimos veranos. El valencianismo, huérfano de referentes en el césped y habiendo cortado el cordón umbilical del afecto con Peter Lim, se abraza al banquillo. Tras el despido de Marcelino García Toral, el último entrenador que hizo campeón al Valencia, primero refugiaron su alma en Bordalás. Soldados de Don José. Luego, soldados de Baraja. Ahora, de Corberán. Y así, hasta el infinito y más allá.
Lo que queda cristalino, y ahí sí que vale la prueba del algodón de los miles de aficionados (en el partido ya eran 33.367) que presenciaron el Naranja. A Peter Lim no lo quiere casi nadie (dejemos ese pequeño margen a los confesos). Ni los fichajes, cinco saltaron al césped, ni el triunfo contra el Torino frenaron las protestas contra la gestión de Meriton. A Ron Gourlay, al que le tienen que traducir todo como es lógico, le tiene que quedar muy claro. Ni los socios, ni los aficionados sin carnet de abonado. Tantas ganas tenían algunos de los que no visitan mucho Mestalla de cantar ese «¡Peter vete ya!» que escuchan en la tele o en la radio que se arrancaron en el minuto 18. En el 19, el preceptivo, se volvió a corear. Y tras los goles del Valencia. Y al final. Prueba de algodón.
En una tarde con mucho calor, y pocas estridencias, hubo un reconocimiento general a Javi Guerra y César Tárrega, que han renovado sus contratos perdonando algo de sueldo en el primer año para ayudar a aliviar el Fair Play y que quepan todos los fichajes (por cierto, otro símbolo de la decadencia del proyecto de Meriton) y a los recién llegados Julen Agirrezabala, José Copete, Dani Raba, Baptiste Santamaria y Filip Ugrinic. También hubo castigo a Sergi Canós y Hugo Guillamón, los dos descartes de Corberán que siguen en la plantilla y están haciendo un efecto tapón en el límite salarial. Lo más emotivo de la presentación fue el homenaje a las bandas de los pueblos afectados por la dana, 200 de sus músicos interpretaron el himno de la Comunitat, y a la memoria de Don Antonio Puchades. En 2025 se cumple el centenario del nacimiento de 'Tonico' y el Valencia celebrará durante toda la temporada la efeméride de la leyenda de Sueca.
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Es cierto que las presentaciones en la era Meriton post pandemia están siendo muy tristes. Sinceramente, para los aficionados veteranos que pueden comparar con lo que ocurría antes el día del Naranja es para llorar de la melancolía, pero también lo son (caprichos del destino las fechas coinciden aunque no tenga nada que ver) desde que el 14 de octubre de 2020 nos dejó Bernardo España. Para el imaginario colectivo del valencianismo, las presentaciones siempre irán ligadas a la imagen de Españeta saltando al césped el último. Después de todas las estrellas. Porque la estrella de ese día era él. Su paso irrepetible, su saludo torero a los cuatro lados del estadio, las bromas de los futbolistas... cuando el Valencia, era el Valencia.
Aún quedaba hueco para un pellizco en el corazón. Julián Carabantes falleció el pasado 9 de julio, a los 56 años, tras una fatal caída. Valencianista de corazón y fallero, durante más de dos décadas dio vida a la mascota del Valencia. Era, por tanto, una de las personas que mas fotos se ha hecho en la ciudad. No hay niño o niña que asista a Mestalla que no tenga una foto con él. Con una representación de la Falla Barrio Beteró en el césped, se guardó un emotivo minuto de silencio con banda sonora de El Fallero. Mestalla honró, como se merece, al murciélago del escudo. Muy atento a todo se mostró Ron Gourlay. Era su debut en el estadio. Durante los actos de presentación no tenía a nadie al lado. Quería empaparse de sensaciones para luego preguntar. A Corona, con el charló buena parte de la noche, o Solís.
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