Vista del Roig Arena. José Luis Bort

De Roma a Valencia: por qué se llama Arena al Arena

Adiós al pabellón de toda la vida: la denominación nacida en el antiguo Foro romano ha hecho fortuna para distinguir a los recintos capaces de albergar macroespectáculos y con mayor disponibilidad de asientos

Jorge Alacid

Valencia

Jueves, 4 de septiembre 2025, 19:33

Arena es voz polisémica. Según el Diccionario de la Real Academia, su uso se acepta hasta para designar cinco acepciones diferentes. Es por supuesto el « ... conjunto de partículas desagregadas de las rocas, sobre todo si son silíceas, y acumuladas, ya en las orillas del mar o de los ríos, ya en capas de los terrenos de acarreo». También acepta la docta casa su uso para describir esa clase de «mineral reducido por la naturaleza o el arte a partes muy pequeñas», de donde nace la versión aplicada a la salud corporal: se llama también arena a las «piedras o concreciones pequeñas que se encuentran en la vejiga», descuidando sin embargo que también se localizan a veces en el riñón o en la vesícula. Otra definición nos acerca al objetivo de estas líneas: por qué se llama Arena (así, con mayúsculas) a los recintos deportivos, capaces de admitir otros espectáculos, como el flamante Roig Arena que se dispone a estrenar Valencia. Aclara la RAE que se denomina también arena al ruedo de la plaza de toros (y propone como sinónimos ruedo, albero, redondel, coso o plaza), una expresión nacida del significado que ayuda a nuestras pesquisas: arena es «en un circo, anfiteatro o recinto similar, lugar del combate, lucha o espectáculo».

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Es decir, que si llamamos Arena a la criatura recién nacida al pie del Bulevar es porque ha prendido también en España la moda de denominar con esa palabreja a esa clase de edificios para los cuales la idea de pabellón deportiva se ha quedado pequeña. Inspirados como casi siempre en la cultura latina, volvemos la mirada hacia la Antigüedad para refrescar aquellas imágenes de sudorosos gladiadores, pulgares hacia arriba (o hacia abajo), sangre y algunas lágrimas para bautizar con esa voz a esta clase de recintos: desde el Foro Itálico, visita obligada en la imperial Roma, llegó la costumbre de llamar arena a los estadios y anfiteatros donde se dilucidaban esos combates entre luchadores a golpe de espada (y algunos otros espectáculos) puesto que la superficie de sus disputas era en efecto arena. ¿Por qué? Porque era el material apropiado para absorber la sangre: la fina arena romana hizo fortuna en la época y trasladó esa imagen, con la palabra adherida, al resto de los recintos circulares u ovalados donde se desarrollaban estos espectáculos públicos.

Pasó el tiempo. No hubo noticias de las viejas Arenas diseminadas por el mundo clásico hasta nuestros días, cuando ese concepto se ha ido popularizando a medida que veíamos levantarse en las ciudades de medio mundo esa tipología, asociada también a recintos con un diseño circular u ovalado, utilizados tanto para eventos deportivos (como baloncesto o hockey) como para conciertos y espectáculos; con una particularidad que los distingue respecto al viejo polideportivo y el anticuado pabellón, y también de los lejanos tiempos de Roma: se trata de espacios cerrados y a cubierto. Ideales por lo tanto no sólo para la práctica deportiva, sobre todo si ofrecen una capacidad a la altura de la dimensión que alcanzan algunos de estos espectáculos de masas... aunque el suelo ya no sea de arena.

En ese aspecto de su magnitud superior a la convencional. El estadio de toda la vida (palabra por cierto también de origen latino: aquel stadium de los primeros maratonianos de la Historia) se quedó pequeño, pero es que además concurre otra circunstancia que explica cómo se ha hecho célebre lo de llamar Arena a estas magnas criaturas: dotadas de una superficie que excede las medidas habituales, la mayor capacidad asegura mejores recaudaciones, garantiza el retorno económico a quien arriesgue su dinero organizando espectáculos de todo tipo y permite además una elevada polivalencia. Las Arenas de Londres, Madrid o París se reconvierten en espacios adecuados al tipo de experiencia que alberguen, pueden acoger eventos con un amplio rango de capacidad de público y, de paso, demuestra a todo el planeta la primacía de nuestra civilización grecolatina: hay Arenas por todo el mundo, incluyendo allí donde la lengua madre es el inglés.

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Otro triunfo de Espartaco y los suyos... aunque (ay) en realidad Arena no hay más que una, la auténtica: la del Foro Itálico. Las demás son imitaciones a escala ciclópea, eso sí. Tan majestuosas como la que Valencia estrena este sábado: su Roig Arena.

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