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Personas esperando a las puertas de Casa Caridad. Irene Marsilla

La falta de recursos desborda la pobreza en Valencia

Las colas de la vergüenza que se forman cada día en la ciudad evidencian el déficit de plazas para pernoctar y la escasez de medios para atender a los más necesitados

Domingo, 1 de marzo 2020, 00:50

Manuel es uno de esos hombres a los que la vida le ha azotado. Las decisiones que ha tomado a lo largo de los últimos años le han llevado por los peores caminos y las drogas, el alcohol y las peleas han sido una constante en su día a día. Manuel trabajó en la Cañada Real de Madrid, conocida como el mayor supermercado de droga de Europa, pero un día decidió huir de todo «para no terminar en una cuneta» y tratar de empezar una nueva vida.

Llegó a Valencia en busca de un futuro mejor con lo puesto y desde el primer momento se vio obligado a recurrir a la solidaridad para sobrevivir. «Gracias a asociaciones como Casa Caridad o Cáritas puedo pasar la noche bajo un techo, pero no siempre tengo suerte ya que muchos días están completos y me toca dormir en la calle», asegura Miguel, que evidencia que la administración, ni tan siquiera con la ayuda de entidades privadas y ONGs, ha logrado evitar que cientos de personas duerman cada día en las calles de Valencia y que se formen esas duras colas en las que, llegado un punto, si estás detrás de la marca te quedas sin una cama para la noche.

Según los datos del Ayuntamiento, en la capital hay casi un millar (939) de sintecho y, de ellos, unos 403 acuden a albergues para pasar la noche mientras que los otros 536 duermen en la calle. Pese a que algunos optan por dormir fuera por propia voluntad, existe una importante número de indigentes que lo hace porque no tiene más remedio. Esta es la peor parte de una situación preocupante ya que un segmento importante de la población puede terminar recurriendo a la solidaridad. El informe del 'Estado de la Pobreza 2019' que fue presentado hace apenas unos meses en el Senado destaca que, en la Comunitat, un 30,2% de la población está en riesgo de pobreza. Un dato alarmante que evidencia no solo que la crisis económica no ha llegado a su fin para muchos sino que ha tenido dramáticas consecuencias. Además, se da la particularidad de que ha crecido el sector de los trabajadores pobres ya que muchas personas no pueden llegar a final de mes pese a tener un empleo y tienen que recurrir a la solidaridad.

Esta situación se denuncia desde entidades como el Banco de Alimentos de Valencia, que asegura que en cada reparto que realizan llegan familias que, aunque tienen a alguno de sus miembros trabajando, no pueden llegar a final de mes. La organización prepara para mañana una nueva distribución para la que ha logrado reunir unos 900 packs, y su reparto provocará que se forme una larga cola de personas que esperará junto al jardín Botánico. Pese a todo, Jaime Serra, responsable del Banco de Alimentos de Valencia, pronostica que habrá gente que tendrá que «quedarse con los restos» ya que calcula que en torno a unas cien personas esperarán desde las 17 a las 23 horas sin tener claro si podrán conseguir algún lote, ya que están «desbordados».

Luis Miguel, en el centro de noche San Esteban. J. SIGNES

«Llegué a España con dinero ahorrado pero ahora no tengo nada»

LUIS MANUEL | 39 AÑOS

Abandonar su país para buscar un futuro mejor. Este era el objetivo de Luis Manuel, un venezolano que hace unos meses llegó a España para emprender una nueva vida. Lo hizo de forma irregular pero con unos ahorros importantes y junto a un amigo se alquilaron un apartamento para vivir. Encontrar trabajo no fue tan fácil como pensaron y pese a que consiguieron que les contrataran para recoger fruta en el campo durante dos semanas nunca les pagaron. Tras buscar mucho lograron trabajos puntuales pero fueron insuficientes y los ahorros que tenía junto a su amigo se agotaron. Se quedaron en la calle.

Luis Manuel no se arrepienta de nada y cree que en el futuro podrá encontrar trabajo y salir de esta situación. Por mal que le vaya en España asegura que en Venezuela estaría peor y recuerda que cuando llegó al país después de seis años trabajando en la isla de Aruba no podía reconocerlo. En la misma frontera la policía le robó dinero ahorrado. Sus dos hijos, un joven de 13 años y una adolescente de 17, viven con la abuela materna. De su exmujer no sabe nada excepto que cuando se separaron se trasladó a Chile y allí ha formado una nueva familia.

Serra considera que la situación ha empeorado en los últimos años, cree que existe un «verdadero problema» y apunta que, aunque se hayan aumentado las partidas de servicios sociales, a la entidad cada vez llega más gente pidiendo ayuda. En los 25 años de trabajo del Banco de Alimentos de Valencia, la institución calcula que ha ayudado a unas 600.000 personas y ha repartido casi 90 millones de kilos de alimentos. Sus responsables consideran que pese a todo continúan siendo imprescindibles para muchas familias.

Una situación parecida se vive en Casa Caridad, que atiende a cientos de valencianos con necesidades. Los responsables de la institución ven a diario como se forman colas en su sede para comer o pedir ayuda. En general, siempre pueden atender a todos con estos servicios pero con otras iniciativas como los albergues se suelen ver desbordados. Sus responsables apuntan que los datos de ocupación «son del 100% salvo contadas excepciones» y que muchas veces tienen que contactar con los servicios municipales del Ayuntamiento a través del Centro de Atención a los Sin Techo (CAST) para derivarlos a otros lugares. Sus 70 camas en el paseo de la Pechina, las 32 plazas para convalecientes en Benicalap y las 34 para familias en Benicalap son insuficientes y por ello preparan la apertura de un nuevo piso así como otras iniciativas. Otras propuestas como su denominado albergue de baja exigencia tan solo se ve saturado en plena 'operación frío' por sus características.

Cáritas y València és Refugi

El trabajo de las instituciones públicas y de entidades como el Banco de Alimentos y Casa Caridad se alivia también con la labor de otras asociaciones como Cáritas o València és Refugi, que también cuentan con espacios que, día tras día, se ven desbordados. Así lo cuentan desde el centro de noche San Esteban de Cáritas, que lleva dos años atendiendo a sintecho a los que proporciona, desde las 19 horas, ducha, cena, cama y desayuno del día siguiente. Sus responsables admiten que sus plazas son insuficientes y que, por ello, tienen la norma de que cualquiera que se acerque a pedir ayuda puede alojarse en este centro durante tres noches pero, salvo excepciones puntuales, ninguna más hasta la siguiente semana. Una situación que obliga a muchos que acuden aquí a alternar noches en la calle con el albergue.

La situación que viven en la ONG València és Refugi es muy similar a la del resto. Esta organización, que surgió debido a los cambios normativos y sociales en materia de asilo y refugio en el Estado y en el contexto europeo, se centra de forma especial en extranjeros vulnerables. Además de contar con un servicio de cuidado de niños, acompañamiento y formación, dispone de pisos de acogida para los que siempre existe una mayor demanda que oferta. Sus responsables señalan que acogen a las personas que por su situación no pueden acceder a otras instituciones, pero es habitual que se superen las plazas previstas. Por ello cuentan con un local amigo al que pueden recurrir cuando se ven saturados. El sueño de todas estas instituciones, es, algún día no ser necesarias.

José Antonio, en el centro de noche San Esteban. J. SIGNES

«Si me tocara la Primitiva la donaría a los que me ayudan»

JOSÉ ANTONIO P. G | 48 AÑOS

José Antonio P. G. es un valenciano que llevaba una vida como cualquier otro. Durante muchos años trabajó con su familia en el campo y un día decidió trasladarse a la capital para ejercer como transportista. Años más tarde conoció a una mujer con la que comenzó a compartir su vida pero cuando le diagnosticaron una esquizofrenia paranoide todo cambió. Pasados unos años se vio obligado a separarse de su pareja, que consumía drogas y alcohol y estaba en un contexto que le perjudicaba. Y se quedó en la calle.

José Antonio relata como su situación actual le obliga a recurrir a instituciones como Casa Caridad o Cáritas, con las que se muestra más que agradecido. «Si algún día me tocara la Primitiva lo donaría todo a los que me han ayudado durante este tiempo», afirma José Antonio, que admite que estos albergues son para los sin techo «hoteles de lujo». Relata que aunque varios días puede dormir en ellos cuando se terminan las plazas se ve obligado a pasar la noche en la calle. La discapacidad de Antonio le impide trabajar pero ahora también percibe una pequeña pensión que le permite hacer planes de futuro. Gracias al asesoramiento de estas entidades tiene en mente alquilarse una habitación en el medio plazo.

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