Balada del río que pasó de monstruo a jardín
El parque urbano más grande de Europa es la historia del éxito vecinal y también de este diario, que abanderó la conversión del cauce en una zona verde cuando sobre el viejo lecho pendía la sombra de una autopista hasta el puerto de Valencia
Aquel terrible día de octubre, el monstruo despertó. Lo hizo de la peor forma posible: arrasó la ciudad y se llevó al menos 81 vidas. Pero el último zarpazo del monstruo que había dado a Valencia también fue la llama que prendió la mecha de una de las conversiones urbanas más llamativas de la historia reciente de Europa, porque en casi ningún otro lugar se ha desviado un río entero para, en su lugar, construir un pulmón verde que se ha convertido en el parque urbano más grande del continente. Aquella criatura de légamo y muerte que había acostumbrado durante 2.000 años a la ciudad que lo abrazaba a crecidas repentinas y terribles se convirtió en una mansa cinta verde que la recorría de parte a parte. Esta es la balada del viejo monstruo del Turia, convertido en la joya de la corona de una Valencia que, ahora sí, lo mira sin temor y con un cariño difícil de medir.
Entre los días 13 y 14 de octubre de 1957, llovió con fuerza en la cabecera del Turia y de los barrancos de Torrent y Carraixet. Seguro que, por desgracia, les suena la historia. El Turia bajó con fuerza desbocada. Hubo dos avenidas el día 14: una de madrugada y otra, mucho más grave, a las 14 horas. La primera mató a la mayoría de víctimas, que dormían en sus camas cuando el agua se las llevó. La segunda anegó calles como la de las Barcas y los alrededores del Mercado Central. También la sede de LAS PROVINCIAS, por cierto, que estaba en el paseo de la Alameda. Valencia sufrió la riada más importante de su historia desde la de 1358, que mató a casi 400 personas y motivó que Pere el Cerimoniós autorizara la creación de la Fábrica de Murs i Valls, un organismo público encargado de gestionar murallas y puentes sobre el río.
Tras la avenida del 57, se planteó la necesidad de desviar el cauce del Turia. El Gobierno de Madrid empezó a arrastrar los pies. El director de este diario entonces, Martí Domínguez, pronunció en la exaltación de la fallera mayor de Valencia de 1958 un discurso que pasó a los anales de la historia de la ciudad: «Cuando enmudecen los hombres, hablan las piedras». Le costó el puesto, pero Madrid respondió a lo que era un clamor en Valencia. Las obras del plan sur comenzaron ese mismo año. Pero entonces había que decidir qué se hacía con el antiguo cauce. Durante décadas, los vecinos del Cap i Casal habían utilizado el río como lugar para emplazar infraviviendas (que fueron arrasadas en la riada), terreno para que pastaran los animales e incluso cultivos.
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Fue entonces cuando surgió la idea de hacer un parque. «¿Qué destino final tendrá el viejo cauce del Turia?». El 27 de julio de 1970, esta pregunta, en forma de titular, empezó a abrir espacio de reflexión en un tema que muy pronto fue una polémica palpitante en la ciudad. En 1972, cuando LAS PROVINCIAS editó en facsímil el viejo libro de ordenanzas de la Fábrica de Murs i Valls, se empezó a vislumbrar que había una transformación en ciernes. La opción de una autopista hasta el puerto siempre estuvo encima de la mesa: asfalto donde ahora hay árboles. Pero entonces el Ministerio de Obras Públicas decidió construir el by-pass y se hizo patente que el acceso por carretera desde Madrid ya no era preciso que atravesara la ciudad por el viejo cauce del Turia como pretendían algunos. En diciembre de 1976, durante su primer viaje oficial a Valencia, Juan Carlos I firmó el decreto de cesión a la ciudad, por el Estado, de la propiedad del viejo cauce del Turia.
Era el momento de elegir el proyecto de parque que se quería. En febrero de 1981 se hizo la primera plantación de árboles por parte de los vecinos, lo que evidenciaba un interés de la ciudadanía por recuperar el río. El lema «El riu és nostre i el volem verd» se extendió por toda la ciudad. Siete meses más tarde, el Ayuntamiento encargó el proyecto del río a Ricardo Bofill, que había firmado los edificios Muralla Roja de Xàbia y el complejo Xanadu en Calpe. Presentó su idea en la Lonja en 1982 y las obras comenzaron en 1986 en el tramo 2, que recayó en Vetges-Tu. Los tramos 10 y 11 se empezaron a construir en 1986. Con la fecha de los 10 años sin trabajos en el río sobre las cabezas de los responsables políticos (si no se había hecho nada el río revertía al estado), las obras se desarrollaron durante día y noche. El tramo de Bofill se terminó en 1987. «Vamos a hacer el jardín lo más verde posible», dijo el arquitecto hace ahora 38 años.
En medio de debates sobre si el río debía o no tener un curso de agua continua, llegó el turno del jardín del Gulliver. En noviembre de 1989, una vez descartado la idea de que Bofill hiciera todo el río, se planteó la construcción de un parque infantil en el tramo del jardín dentro de los puentes de Aragón y el del ferrocarril a Barcelona. Y ahí, en el lecho del monstruo, se acostó un gigante. El Gulliver se inauguró a finales de 1990 y pronto se convirtió en el parque preferido para miles de niños. Generaciones enteras se han deslizado por sus toboganes.
En 1991 llegó Rita Barberá tras las etapas socialistas de Ricard Pérez Casado y Clementina Ródenas y le puso su impronta al Jardín del Turia, un parque que es quizá el proyecto más de ciudad de Valencia. El tramo 3 del parque, entre los puentes de Ademuz y Campanar, siempre tuvo una vocación deportiva, pero Barberá se encontró con un proyecto rebajado desde las aspiraciones de Pérez Casado. En 1990 comenzaron las obras del tramo, que incluye un estado de atletismo. Todo entró en funcionamiento el año siguiente. A su alrededor todavía hay zonas verdes. La afirmación de Bofill se mantiene viva hoy en día. Los tramos 4 y 5, los más silvestres, llegaron en 1992.
Llega la Ciudad de las Artes
Y poco a poco llegamos a 1996, un año clave porque es cuando se decide que el broche de oro del Jardín del Turia iba a ser la Ciudad de las Artes y las Ciencias, obra de Santiago Calatrava. Descartada la Torre de las Comunicaciones (cuyos cimientos ya estaban hasta construidos), Calatrava presentó el Hemisfèric, el Museo de las Ciencias, el Palacio de las Artes, el Oceanogràfic... ya saben, los sospechosos habituales. En 2000 entró en funcionamiento el complejo, que se ha erigido con el paso de los años en uno de los mayores atractivos de la ciudad. En 2004 se inauguró el parque de Cabecera. Así, a un extremo y otro, el río estaba terminado. Proyecto, por tanto, finalizado.
O no. Como aquella pequeña aldea gala, todavía queda un rincón sin adecentar: la desembocadura del río. Y no es un rincón pequeño: se trata de una infraestructura clave para unir Nazaret con el resto de la ciudad y, también, para pagar la deuda de Valencia con el antiguo pueblo marinero. Porque cuando se amplió el puerto, Nazaret perdió su playa. El parque de Cabecera lo planteó el alcalde Joan Ribó (¿se acuerdan de aquello que hablábamos de que cada alcalde deja su firma en el jardín?), pero todo parece indicar que será la alcaldesa María José Catalá, al menos, la que lo empezará. El proyecto incluye un parque infantil en forma de barco para continuar el relato de Gulliver.
Porque el Jardín del Turia es, sobre todo, un relato. Un cuento de cómo la ciudad se enfrentó a un monstruo y lo domó, cómo convirtió a un creador en ocasiones violento en un dócil parque que ahora es el epicentro del día a día de cientos de miles de vecinos que lo emplean para correr, socializar, dar un paseo, comer o simplemente disfrutar de algo de verde. En la pandemia, el lector recordará cómo el río se llenaba de gente que buscaba algo de alivio. Valencia dejó de mirar con terror a la criatura que la atravesaba y decidió abrazar un lecho convertido en una pieza clave sin la que no se puede entender ni la proyección internacional del Cap i Casal ni su evolución urbanística.
La exposición
Con motivo del 160 aniversario de LAS PROVINCIAS, la muestra recorre el cambio urbanístico de la ciudad donde nació y tiene su sede.
- Dónde. Centre del Carme Cultura Contemporània.
- Sala. Sala Dormitorio, en el piso 2.
- Fechas. Del 11 de diciembre a mediados de febrero.
- Horario. De martes a domingo, de 10 a 20 horas
- Acceso gratuito.
La ilustración
Para cada hito hemos seleccionado a un artista plástico.
Anneta Santacreu - Valencia 1981
Los textos
Sobre cada hito reflexiona un escritor, periodista, arquitecto o profesor.
F.P. Puche - Cronista de la ciudad de Valencia