Cohousing senior o cómo envejecer en compañía: el proyecto recién nacido en la Comunitat
Una iniciativa pionera en Alfara de la Baronía reúne a 50 socios en un modelo innovador de vivienda colaborativa para envejecer con compañía, autonomía y calidad de vida.
Vivir la vejez sin renunciar a la autonomía, compartiendo la vida diaria con personas afines y dejando atrás la soledad no deseada: esa es la ... promesa del cohousing senior, una modalidad de vivienda colaborativa que gana terreno en la Comunitat como alternativa a las residencias tradicionales. Este modelo—basado en comunidades de mayores que comparten espacios, servicios y una visión común de cuidados y convivencia—combina lo mejor de dos mundos: privacidad e independencia en apartamentos propios, y una intensa vida comunitaria en zonas y servicios compartidos diseñados para un envejecimiento activo y saludable.
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A diferencia de la residencia clásica, donde se prima la atención centralizada y las rutinas homogéneas, la covivienda senior parte de una idea sencilla y poderosa: las personas mayores pueden autogestionar su forma de vivir, cuidarse mutuamente en lo cotidiano y organizar, desde la base, un entorno a su medida. La clave está en la cooperativa de usuarios, que es la propietaria del complejo y cede el derecho de uso a sus socios, eliminando la lógica especulativa y fomentando la participación. En la Comunitat, varios grupos ya están impulsando proyectos de este tipo y se coordinan en la red Cohabitem, que agrupa iniciativas y facilita el intercambio de experiencias.
Entre las propuestas que avanzan con paso firme, destaca Sistar Cohabitatge, el proyecto de cohousing senior que impulsa la cooperativa Vacaciones Permanentes. Su presidente, Rafael Redondo Collado, resume así el espíritu del grupo: «Envejecer entre amigos». Lo cuentan como algo tan sencillo como ambicioso: un grupo de personas que decidieron organizar su última etapa vital para vivirla con autonomía, compañía y sentido comunitario. La historia de Sistar Cohabitatge arranca hacia 2018 con un núcleo de amigos de Villamalea (Albacete) que fantaseaban con seguir viviendo juntos tras la jubilación. Buscaron un lugar intermedio—ni montaña dura ni costa saturada—con buen clima, servicios y una comunidad acogedora. Lo encontraron en Alfara de la Baronía, en el Camp de Morvedre, un enclave con vistas a la Sierra Calderona, la Sierra de Espadán y el Garbí. La parcela, de más de 39.000 metros cuadrados y con dos elementos protegidos que le dan identidad —una chimenea industrial característica y un «sistar» o distribuidor de agua de la acequia—proporcionaba algo más que suelo: aportaba memoria y paisaje.
«Por eso el proyecto se llama Sistar», explica Redondo. Aquel terreno albergó la antigua fábrica de papel del municipio y acabó disponible a un precio abordable. La cooperativa lo adquirió, elaboró un preproyecto y, desde ahí, la iniciativa fue sumando socios procedentes de Valencia, Pamplona, Barcelona, Zaragoza, Zamora, Ciudad Real, León o Madrid. Hoy son alrededor de 35 unidades de convivencia comprometidas—que en términos de personas suponen unas 50—y trabajan en la fase urbanística con el ayuntamiento para obtener la licencia de obras. «Estamos eligiendo un nuevo equipo arquitectónico para adaptar el diseño a la realidad económica tras la subida de los costes de construcción», señala Redondo. El calendario manejado es prudente pero optimista: lograr la licencia en un año y ejecutar la obra en el siguiente, con el horizonte de que en torno a 2027 los primeros cooperativistas puedan mudarse.
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Cómo será Sistar Cohabitatge
El diseño prevé apartamentos individuales y dobles—unidades de hasta 60 metros cuadrados, con variantes en torno a 40 para personas solas—planteados con criterios de accesibilidad universal: circulación cómoda, baños adaptados, posibilidad de sillas de ruedas y distribución funcional. Integran una pequeña cocina en el salón, una o dos habitaciones, baño, trastero y patios en ambas fachadas para mejorar la luz y ventilación. La idea es preservar la intimidad y el descanso en cada hogar, y complementar esa esfera privada con una potente red de espacios compartidos.
Las zonas comunes cumplirán un papel central en la vida comunitaria: comedor y cocina colectiva, biblioteca, salas multiusos para actividades culturales y recreativas, lavandería, espacios para invitados, una sala de estar amplia y un vaso terapéutico para ejercicios acuáticos y rehabilitación. El exterior, con jardines, huertos, zonas de paseo y espacios de esparcimiento, está pensado para aprovechar la escala excepcional de la parcela y su integración en el pueblo y el entorno natural. La sostenibilidad atraviesa todas las decisiones de diseño: eficiencia energética, autoconsumo mediante aerotermia y energía solar, recuperación de agua de lluvia, tratamiento de aguas grises y estrategias de minimización de residuos. La ambición no es solo construir viviendas, sino crear un vecindario resiliente y eficiente, menos dependiente de recursos externos y más amable con el medio ambiente.
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Un modelo de cesión de uso
Sistar Cohabitatge se enmarca en el modelo de cesión de uso: la cooperativa —Vacaciones Permanentes—es la propietaria del conjunto y cede a cada socio el derecho de uso de por vida de su vivienda y los espacios comunes. Esto implica que no hay propiedad individual con fines especulativos; hay, en cambio, una inversión en capital social de la cooperativa y una cuota vinculada al uso. «La cooperativa es la dueña y tú tienes un título de cesión de uso por tu participación en el capital social», resume Redondo. El coste estimado por unidad de convivencia, a fecha de hoy, oscila entre 160.000 y 200.000 euros (con variaciones posibles por el tamaño y la evolución de los precios). El grupo trabaja con escenarios de financiación cooperativa y bancaria que permitan pagos mensuales por el uso, además de una aportación inicial ya realizada por los socios (41.000 euros de capital social, recuperable; en caso de renuncia o fallecimiento, revierte a la persona o a sus herederos).Este esquema rebaja incertidumbres—no hay hipoteca individual clásica ni riesgo de mercado inmobiliario—y alinea los incentivos con la vida comunitaria: las decisiones se toman en asamblea, con un Consejo Rector y con la legislación de cooperativas como marco de seguridad jurídica. «Nos organizamos conforme a la ley de cooperativas y a la normativa de vivienda de la Comunitat Valenciana», explica Redondo.
Pero si hay una idea que vertebra el cohousing senior es la prevención de la soledad no deseada. El proyecto no pretende sustituir los cuidados profesionales cuando hacen falta—esos se contratarán—sino tejer el día a día entre vecinos que se conocen y se acompañan. «La mayoría hemos vivido el cuidado de nuestros padres y no queremos ser una carga para nuestros hijos», dice Redondo. Ese aprendizaje generacional se traduce en un modelo que promueve la ayuda mutua: acompañar a alguien al médico, echar una mano con pequeñas tareas, estar pendientes de quien pasa una mala racha, compartir comidas y actividades. En paralelo, la cooperativa gestionará servicios complementarios a los que ya cubren el sistema público y la Ley de Dependencia, ajustándose a las necesidades reales del grupo en cada momento.
La convivencia se cuida desde el origen: las nuevas incorporaciones pasan por entrevistas y un periodo de conocimiento, participan en actividades abiertas y comparten tiempo con la comunidad. No se trata de «apuntarse» a un edificio, sino de integrarse en un grupo humano con una manera de entender la vida. En ese sentido, Sistar Cohabitatge cuida la diversidad generacional dentro del segmento senior: existe un sistema de franjas por edades para evitar que todas las personas lleguen a la alta dependencia a la vez. Hoy, las plazas para mayores de 65 están prácticamente cubiertas; el proyecto mantiene abierto el acceso a quienes se sitúan en el tramo de 60-65 años y desean implicarse desde ahora. Mientras avanza el proyecto técnico, la comunidad ya practica lo que predica: organiza encuentros y actividades en Alfara de la Baronía, utiliza recursos del municipio y convoca asambleas abiertas para la toma de decisiones y la cohesión del grupo. Es un modo de ensayar la vida en común que se quiere materializar en el futuro complejo.
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Lo que Sistar Cohabitatge representa no es un caso aislado. En la Comunitat, el cohousing senior ha encontrado terreno fértil por varias razones: tejido social activo, municipios de tamaño medio bien conectados, suelo con historia industrial susceptible de reconversión y una generación de mayores con trayectoria de participación y autogestión. Redes como Cohabitem agrupan a distintos proyectos, comparten buenas prácticas y contribuyen a que las personas interesadas comparen opciones, se informen y encuentren el grupo que mejor encaje con su enfoque vital.
Esa comparación es, de hecho, un consejo recurrente entre quienes promueven estas iniciativas: mirar más allá de la arquitectura y evaluar el encaje humano, los valores compartidos, la cultura de cuidados, el modelo económico y la gobernanza. En el cohousing senior, la comunidad es el corazón del proyecto. Para quienes hoy rondan los 60 o los 70 años, la palabra «residencia» ya no es sinónimo de tranquilidad garantizada. La dispersión familiar, la vida urbana moderna y la aspiración de mantener independencia y control sobre el propio día a día empujan a buscar alternativas. En Sistar Cohabitatge, esa alternativa se traduce en una promesa concreta: vivir entre amigos, con apoyo mutuo y servicios a la carta, en un entorno natural integrado en el pueblo, y con un diseño pensado para que el envejecimiento sea activo, saludable y acompañado.
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«Elegimos vivir allí hasta el final de nuestros días a través de la ayuda mutua. No queremos ser una carga para nuestros hijos»
Rafael Redondo
Rafael Redondo lo explica con claridad: «Elegimos vivir allí hasta el final de nuestros días a través de la ayuda mutua». Sabe que habrá momentos en que se necesitará apoyo profesional, y no lo oculta: «Los cuidados básicamente se harán a través de profesionales en el momento que sea necesario. Pero sí, esos primeros cuidados… acompañar al médico, ayudar por la mañana en algunas actividades, que la gente no se encuentre sola». Es el núcleo del cohousing senior: construir comunidad para que nadie envejezca en soledad.
La propuesta, además, apela a la responsabilidad y al deseo de no cargar a los hijos con decisiones y cuidados que hoy se vuelven difíciles por la distancia, los trabajos y los nuevos ritmos de vida. «No queremos ser una carga para nuestros hijos», repite Redondo, poniendo en palabras un sentir generacional. En lo económico, la cooperativa busca equilibrio y transparencia: ajusta el proyecto a la coyuntura de precios, ofrece vías de financiación, garantiza la recuperación del capital social y camina con pies de plomo en los plazos. En lo organizativo, se apoya en la seguridad jurídica del régimen cooperativo y la toma de decisiones asamblearia, que son garantía de participación real.
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Y en lo humano, Sistar Cohabitatge es ya un grupo que se reconoce: personas que empiezan a compartir actividades, conversaciones y decisiones, perfilando una vida en común que pronto tendrá un lugar físico. «Animamos a que la gente se decida. Estamos abiertos a conocernos y que la gente compare también con otros proyectos. Es una cuestión de personas, de grupo humano», subraya Redondo. Porque el cohousing senior, más que un edificio con servicios, es una forma de estar en el mundo: con autonomía, compañía, cuidados a medida y una certeza serena de futuro.
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