Km. 92 'La balanza debe estar equilibrada'
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José Garay
Lunes, 6 de octubre 2025, 00:11
Entrenar para un maratón es, sin duda, uno de los retos físicos y mentales más exigentes que una persona puede asumir. No se trata solo ... de correr 42,195 kilómetros el día de la carrera, sino de prepararse durante meses con disciplina, constancia y determinación. Por ello, cuando se toma la decisión de preparar y competir la distancia de Filípides, la coyuntura familiar debe ayudar. Esto significa que debemos pactar y llegar acuerdos para que la convivencia familiar no se erosione. Sin embargo, en esa preparación muchas veces se pasa por alto un elemento fundamental: la vida fuera de las zapatillas. En concreto, la conciliación familiar y la capacidad de ser flexible en la planificación del entrenamiento. Cuando se piensa en un corredor o corredora de maratón, se suele imaginar a alguien que sigue al pie de la letra un plan estructurado, que madruga todos los días para entrenar, que lleva una alimentación estricta y que está dispuesto a hacer sacrificios para alcanzar su meta. Pero, qué ocurre cuando ese corredor también es madre, padre, pareja y debe atender a todas las obligaciones familiares. ¿Es posible mantener ese nivel de exigencia sin afectar el equilibrio personal y familiar? La respuesta no solo es que es posible, sino que además es necesario replantear el enfoque tradicional del entrenamiento maratoniano cuando se quiere conciliar con la vida familiar. La clave está en entender que la planificación debe ser flexible y adaptarse a la realidad de cada persona, no al revés.
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Uno de los principales errores que cometen muchos corredores aficionados es no implicar a la familia en un objetivo tan ambicioso, como apasionante que es desafiar el maratón. Esta visión no solo es injusta, sino también contraproducente. La familia no debería ser ninguna dificultad, sino una parte esencial del proceso. Incluir a tu pareja y tus hijos en la preparación, hacerlos partícipes de los avances y desafíos, es una forma de integrar el entrenamiento en la vida diaria de forma saludable. Cuando se logra esta integración, los entrenamientos dejan de ser una actividad «individualista» y se convierten en un proyecto compartido. Por ejemplo, salir a correr mientras los hijos van en bicicleta, aprovechar el tiempo libre en familia para hacer caminatas activas, o incluso conversar con la pareja sobre la mejor forma de organizar la semana para que ambos tengan sus momentos personales. Estas prácticas no solo ayudan a mantener el compromiso con el entrenamiento, sino que además fortalecen los lazos familiares.
Lograr una conciliación efectiva y una planificación flexible no es algo que suceda automáticamente. Requiere comunicación activa con las personas del entorno. Es importante explicar por qué es importante para uno correr un maratón, cuáles son los tiempos que se necesitan para entrenar, y también estar dispuesto a escuchar y entender las necesidades de los demás. El maratoniano no puede ser egoísta y pensar sólo en uno mismo. A veces, simplemente reorganizar los horarios, ajustar una salida larga al sábado por la tarde en vez del domingo por la mañana, o dividir un entrenamiento en dos sesiones más cortas, puede marcar una gran diferencia tanto en la logística familiar como en la percepción que tienen los demás sobre el compromiso del corredor con la familia. La organización del entrenamiento semanal ha de estar ajustada a las necesidades familiares para que todo fluya perfectamente. Una de las recomendaciones más valiosas para quienes entrenan con responsabilidades familiares es diseñar o adaptar el plan de entrenamiento desde la realidad y no desde la idealización. No todos los corredores pueden entrenar seis días a la semana, ni hacer tiradas de 30 kilómetros cada domingo. Y eso está bien. En lugar de frustrarse por no poder seguir el plan «perfecto», es mejor construir un plan personalizado, flexible y realista, que permita mantener la constancia sin generar un desgaste innecesario.
Uno de los principales errores que cometen muchos corredores aficionados es no implicar a la familia en un objetivo tan ambicioso, como apasionante que es desafiar el maratón. Esta visión no solo es injusta, sino también contraproducente. La familia no debería ser ninguna dificultad, sino una parte esencial del proceso. Incluir a tu pareja y tus hijos en la preparación, hacerlos partícipes de los avances y desafíos, es una forma de integrar el entrenamiento en la vida diaria de forma saludable. Cuando se logra esta integración, los entrenamientos dejan de ser una actividad «individualista» y se convierten en un proyecto compartido. Por ejemplo, salir a correr mientras los hijos van en bicicleta, aprovechar el tiempo libre en familia para hacer caminatas activas, o incluso conversar con la pareja sobre la mejor forma de organizar la semana para que ambos tengan sus momentos personales. Estas prácticas no solo ayudan a mantener el compromiso con el entrenamiento, sino que además fortalecen los lazos familiares.
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Lograr una conciliación efectiva y una planificación flexible no es algo que suceda automáticamente. Requiere comunicación activa con las personas del entorno. Es importante explicar por qué es importante para uno correr un maratón, cuáles son los tiempos que se necesitan para entrenar, y también estar dispuesto a escuchar y entender las necesidades de los demás. El maratoniano no puede ser egoísta y pensar sólo en uno mismo. A veces, simplemente reorganizar los horarios, ajustar una salida larga al sábado por la tarde en vez del domingo por la mañana, o dividir un entrenamiento en dos sesiones más cortas, puede marcar una gran diferencia tanto en la logística familiar como en la percepción que tienen los demás sobre el compromiso del corredor con la familia. La organización del entrenamiento semanal ha de estar ajustada a las necesidades familiares para que todo fluya perfectamente. Una de las recomendaciones más valiosas para quienes entrenan con responsabilidades familiares es diseñar o adaptar el plan de entrenamiento desde la realidad y no desde la idealización. No todos los corredores pueden entrenar seis días a la semana, ni hacer tiradas de 30 kilómetros cada domingo. Y eso está bien. En lugar de frustrarse por no poder seguir el plan «perfecto», es mejor construir un plan personalizado, flexible y realista, que permita mantener la constancia sin generar un desgaste innecesario.
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