«Quiero ser una chica normal»

Lo tiene complicado: desde que ganó Eurovisión, la israelí Dana se ha convertido en un incono gay. Ha venido a España reventar Madrid

FRANCISCO APAOLAZA

Sábado, 2 de julio 2016, 21:38

Entra en la residencia del embajador de Israel, en una esquina del Paseo de la Castellana, y se sienta al borde del sofá. Los fotógrafos apuntan a su vestido de volantes y flores en rosas y verdes eléctricos, que abre un generoso escote. Mueve los brazos arriba y abajo como dos alas elásticas, y arquea las cejas, finas, negras y profundas como dos puñaladas de carboncillo. Ocho periodistas la cercan en el salón y las cámaras no pierden detalle. Nadie pensaría que Dana Internacional, icono de la cultura contemporánea israelí, del mundo gay eurovisivo, ese símbolo que se cimbrea cuando pisa las aceras de Madrid, solo quiere ser «una chica normal». Y no es posible, porque ya nunca será una más.

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La entrevista es reposada y casi distraída, pero el rímel exagerado esconde historia pura y dura. Dana Internacional (Sharon Cohen) es la primera transgénero que optó a Eurovisión con la bandera de Israel, la segunda en ganar el festival -Izhar Cohen fue el primero, aunque confesó más tarde que era gay, y en 2010, el cantante Harel Skaat también hizo pública su homosexualidad- y un símbolo con piernas largas. Después de ella, en 2014 la austriaca Conchita Wurst salió al escenario eurovisivo con una barba y un vestido y ganó. Dana ha llegado a España a participar como madrina en el Festival Madrid Orgullo y esta noche actuará en Cibeles tras el desfile. Con ella, Eurovisión comenzó a salir del armario. En realidad, cuando ella salió del armario por todas partes comenzaron a derribar puertas. Vamos a buscar a aquella chica común.

«Ni músculos, ni fútbol»

El mundo comenzó a cambiar cuando nació en Tel Aviv, en 1972, el menor de tres hermanos. Le llamaron Yaron por un tío suyo que había muerto un tiempo antes en un ataque terrorista. Varón, delgado, ojos grandes y divertido. «Con 7 años no tenía nada de músculos ni interés por el fútbol. Cantaba canciones y bailaba por ahí. Las familias 'trans' lo saben todo, así que no hubo sorpresa cuando dije: 'Aquí están mis alas, mirad'. Ya lo sabían. Llega un día en que uno le dice a su madre 'Mamá quiero ser una chica'. Es algo que ocurre». Cuando comenzó a cantar por los bares y decidió someterse a una operación de cambio de sexo en Reino Unido, con 21 años, prendió el sueño loco de Yaron. Entonces pensó un nombre y eligió Dana en honor de Daniel, un amigo suyo de la infancia que había fallecido en un accidente de tráfico. Iba a ser una estrella.

¿En qué momento decide cambiar su vida?

Esa es la pregunta del millón de dólares. Me la he hecho muchas veces y no he sabido responderla. Creo que no hay un momento, sino un proceso. De pronto vas conociendo gente cuando tienes 15 años y vas encontrando que ese es tu mundo. No es una decisión. Sucede, pero el cambio de sexo es algo que hay que madurar dos mil veces. Tu personalidad va cambiando y hay que estar muy seguro, pues es algo que no tiene vuelta atrás. Hay que aceptarse hasta estar completamente segura y pensar: «Esto soy yo y me gusta». Entonces es el momento de hacerlo, cuando uno es maduro.

¿Es una diva?

Ser una diva es un trabajo a tiempo completo. En realidad no lo soy para nada. No me reconocerías cuando me levanto por la mañana.

En 1998, se presentó a Eurovisión y parte del país enloqueció. Hoy en día, Tel Aviv es una de las capitales LGTB del mundo, pero entonces las cosas no eran de la misma manera. La amenazaron de muerte. El mundo judío ultraortodoxo maldijo que fuera a representar al país. «El problema en Israel es que los hombres se meten en la cama de otras mujeres», dijo entonces. Delgada, frágil como el cristal solo en apariencia, no echó un pie atrás. La consideraron una enviada del demonio y se generó tal polémica que no acudió un comentarista hebreo a la gala en Birmingham. La apuesta era terrible, pues de haber perdido la habrían humillado, pero no sucedió así. En el 50 aniversario de la creación del Estado de Israel, ganó con 172 puntos gracias al voto telefónico.

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¿Qué dijeron cuando ganó los que estaban en su contra?

Se tuvieron que callar. Para ellos era una vergüenza nacional, pero cuando fui y gané. Les ofrecí la victoria y el trofeo y quedaron en silencio.

Los había derrotado. 'Diva' se cantaba en las discotecas de todo el mundo y poco a poco, esa canción, tan ligera, tan disco, tan de veranillo, se convirtió en el himno del distinto, del rebelde, del que se sale del molde. En los países árabes prohibieron sus canciones. En Egipto la acusaron incluso de corromper a la juventud, pero los cedés volaban de mano en mano de tapadillo.

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Rechazó a las Spice Girls

Eurovisión comenzó a vivirse entonces por gran parte del mundo gay y Dana Internacional consiguió que se le escuchara en todas las latitudes. Iba de programa en programa, de entrevista en entrevista, por todo el planeta. Incluso le ofrecieron un puesto en las Spice Girls, que declinó. Lo cuenta con la prensa de Madrid delante, apuntándole como un pelotón de atenciones.

¿Qué le sugiere el atentado de Orlando contra un local gay?

Es triste para todos. Pero lo que ha pasado en Orlando es lo mismo que lo que ocurrió en Bataclan. El terror es el terror, no es un ataque contra los gais. Es increíble que vivamos en este mundo que por una parte está avanzando y por otra suframos guerras civiles y religiosas. Hay una gran parte del mundo que está cada vez más unida y otra en la que reverdecen los fascismos. Vuelve paso a paso.

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¿Cuál es la situación de la homosexualidad en Israel?

Israel es un sitio muy complicado. Es el país más complejo que conozco. Tenemos una parte que es el problema con los palestinos, otra parte que es muy ortodoxa y una tercera que acepta a todo el mundo. Somos un país muy joven, pero hemos hecho muchas cosas.

Desde que ganó Eurovisión, esa parte es cada vez más grande, pero el entorno es difícil. «En Tel Aviv hay gente bailando sin mucha ropa y a cien kilómetros, te cortan la cabeza por ser gay; es una situación curiosa». Con la naturalidad que la caracteriza, Dana Internacional cruza las piernas, despeja el balón y describe un problema que no es exclusivo de Oriente. «En Polonia, Hungría, Letonia y Rusia, los europeos pueden hacer muchas cosas por los derechos de los gais. Sin salir de su continente».

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Conoce bien España. La primera vez que estuvo invitada en el desfile del orgullo gay vio tanta gente que no se atrevía a salir del hotel. «Me parecía imposible que tantas personas pudieran caminar juntas sin haber un solo problema. Todo el planeta debería estar orgulloso de lo que es España. De Torremolinos, de Sitges, de Chueca, donde todo el mundo es gay y a nadie le importa lo que sea o lo que parezca el otro».

¿Qué representa el orgullo gay?

En realidad no debería haber orgullo. Ni orgullo, ni vergüenza. Somos lo que somos y ya está.

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