Un fotógrafo, en la puerta de la vivienda del detenido. :: Andy Sole

Seis años sin salir de casa por miedo a la cárcel

Un extremeño en busca y captura que se escondió en un domicilio no rompió su reclusión ni para ir al funeral de su padre y llegó a sacarse una muela él mismo

ANTONIO ARMERO

Martes, 1 de marzo 2016, 21:36

El pasado martes, a petición de los agentes de la Guardia Civil que andaban tras su pista desde ocho días antes, Alberto José N. B., de 48 años, salió de casa. Llevaba seis años encerrado en ella. El instituto armado le detuvo, restó declaración y en unas horas estaba en libertad. Sentado al brasero, con un mechero en la mano y el bote de tabaco de liar cerca, el protagonista confirmaba la inusual historia: sí, llevaba seis años sin pisar la calle.

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Su arresto venía a cumplir el mandamiento de un juzgado de Salamanca, y para su disgusto, suponía también destapar una historia tan sorprendente como la naturalidad con la que Gabriel Iglesias, alcalde del municipio cacereño de Jerte (1.282 vecinos, a 55 kilómetros de Plasencia), expresaba su incredulidad. «Me he quedado alucinado cuando me he enterado de esta historia, yo pensaba que ahí solo vivía la mujer». Ella es Milagros, la pareja de Alberto José.

El inmueble que el detenido convirtió en su escondite pertenece a su abuelo materno, Segundo, un paisano bien conocido en la localidad, lo mismo que a ocho kilómetros, en Tornavacas, casi todos saben quién era Julián, trabajador del Ayuntamiento a quien la vida no le llegó para conocer la detención de su hijo. El hombre falleció hace unos días, y al funeral faltó Alberto José, que ni por esas abandonó su encierro voluntario.

La pregunta de por qué se ocultó en casa se responde en dos palabras: la cárcel. Tras cumplir una condena de tres años en la prisión de Salamanca, no quería volver a pasar por esa experiencia. Su libertad estaba amenazada por una orden de busca y captura del Juzgado de Instrucción número tres de Salamanca, que tiene pendiente juzgarle por un presunto delito contra el patrimonio.

Durante los seis últimos años, la única persona con la que se ha relacionado ha sido Milagros, su pareja, una mujer con problemas de movilidad que se ha encargado de que en ese mundo de cuatro paredes no faltara lo necesario para vivir. Comida, bebida, tabaco...

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Cuando Alberto José tomó la decisión de instalarse de incógnito en la casa de su abuelo, la vivienda ni siquiera estaba conectada a la red de aguas del pueblo. La engancharon para él, que en el año 2009 ya vivía ahí, según consta en un anuncio publicado en el Boletín Oficial de la provincia de Cáceres del 17 de marzo de ese año. Su nombre aparece en una lista de personas a las que se les denegaba el paro «por resultar desconocidos sus domicilios».

Cuatro años más tarde también le buscó el gobierno autonómico. El Diario Oficial de Extremadura del 26 de febrero de 2013 recoge una notificación de la Dirección General de Política Social y Familia en la que aparece su nombre. «No se ha podido practicar la notificación en relación con el expediente de protección de menores por carecer de domicilio conocido», se puede leer.

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Alberto José no salió de casa ni para ir al dentista. En un momento de su largo encierro, tuvo problemas con una muela y optó por quitársela él mismo. Utilizó un alicate.

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