Una chispa de esperanza
El fuego en la Sierra de Gata ha asustado a los turistas, que superan los 15.000 en agosto. Sucedió lo mismo hace tres años en La Gomera, pero luego hubo «efecto rebote»
julia fernández
Martes, 18 de agosto 2015, 19:11
El vergel cacereño de la Sierra de Gata vive estos días sus horas más negras. Un fuego desatado hace dos semanas en el municipio de Acebo ha consumido 7.817 hectáreas de terreno -el 80% pertenecientes a fincas privadas- y a punto ha estado de borrar del mapa alguno de sus pintorescos pueblos. Los peores momentos se vivieron durante el fin de semana, cuando los equipos de extinción eran incapaces de aplacar las llamas. "Ni mi abuelo había visto algo así nunca", comenta Aitor mientras limpia los apartamentos turísticos que abrió en Semana Santa en Perales del Puerto. Se salvaron del fuego de milagro, aunque no del humo.
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Del desastre al interés
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"En el mapa"
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En la Sierra de Gata algunos confían en que las llamas también traigan prosperidad. "Lo bueno que puede tener este incendio es que nos va a situar en el mapa", se consuela Caridad Hernández, presidenta de Turisgata. Ella sabe como nadie que Extremadura es una gran desconocida y su comarca, más. "Lo primero que sorprende al viajero es que haya tanto verde, pero es que tenemos mucha agua".
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La nueva Ley de Montes
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El fuego en esta comarca extremeña es uno de los primeros que se han producido en España tras la aprobación de la nueva Ley de Montes, en julio. El texto incluye varias medidas polémicas, como la posibilidad de recalificar los terrenos forestales afectados por estos siniestros sin esperar 30 años, como hasta ahora, cuando existan "razones de interés público".
Ha pasado una semana desde que las autoridades desalojaran a 3.000 vecinos del valle Ribera de Acebo y es hora de hacer balance de los daños. Los ecológicos son incuestionables: varios espacios protegidos de la Red Natura 2000 (1.600 hectáreas de gran valor ornitológico y para la biodiversidad) se han convertido en ceniza. Pero, ¿los económicos? Los residentes han empezado a echar cuentas de lo más tangible: pastos, bosques, ganado, granjas... Pero hay otros daños menos visibles de momento, los relacionados con el turismo, el gran activo de la zona. El pasado agosto 15.066 personas visitaron la Sierra de Gata, Las Hurdes y el valle del Alagón. En mayo, el último dato que recoge el Observatorio Turístico de Extremadura, eran 11.119 viajeros, 3.500 más que hace un año.
Inés, cuya familia tiene una casa rural a cinco kilómetros de donde se desató el pavoroso incendio, da el mes por perdido por causa de fuerza mayor: las llamas entraron en la finca, de siete hectáreas, y destruyeron el prado, los frutales y el depósito del agua. Así es "imposible" atender a nadie. "Siendo optimistas, hasta otoño no volveremos a la normalidad". José Luis, otro hostelero de la zona, también se echa las manos a la cabeza: "Son miles de euros perdidos"... Y eso que no tiene que lamentar daños materiales, solo un fin de semana en blanco y tres días sin conexión de teléfono y de internet. No puede imaginar cuántas reservas habrá perdido.
Aitor, el de Perales, no es tan dramático: "Solo he tenido una anulación". ¿Pero tiene interés ir al epicentro de la desgracia? En realidad sí, porque aunque se ha quemado una extensión enorme de terreno es solo el 6% de la comarca. Las llamas solo han lamido "uno de sus seis valles", puntualiza Caridad Hernández, presidenta de Turisgata, la asociación de empresarios turísticos. Desde el resto, la tragedia es hasta imperceptible. "¿Cancelaciones? Apenas llegan al 10%", señala resuelta Maribel Calzada, teniente de alcalde de Robledillo, en el valle de al lado. Aunque no todos ven tan claro que continúe la afluencia tras el incendio.
El efecto rebote canario
Por eso, conviene fijarse en otras zonas azotadas por desastres naturales y ver qué ocurrió después. El mejor ejemplo lo encontramos en La Gomera. La isla canaria estrenó su título de Reserva de la Biosfera en 2012 con otro fuego colosal que duró casi tres meses. Calcinó más de 4.000 hectáreas, 750 de ellas pertenecientes a otra joya natural, el Parque Nacional de Garajonay. "Todo incendio causa daño, pero nosotros hemos recuperado el nivel de antes", señalan desde el área de Turismo del Cabildo insular, la administración local. "Los efectos se dejaron sentir a corto plazo", abunda el gallego Ángel Fernández, director-conservador del parque. Para Navidad, temporada alta en Canarias, la normalidad había vuelto a la zona. "Quizá no en algunos pueblos concretos, pero sí en general", precisa este último. Los datos le avalan. La tasa de ocupación en la isla (sin incluir la zona de la capital) saltó de un paupérrimo 38% ese agosto a un 72% en diciembre, solo un 2% menos que el mismo mes de 2011, según el Instituto Canario de Estadística.
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Y hubo "efecto rebote", porque un año después los números se dispararon por encima de los previos al desastre. En agosto de 2013, la ocupación hotelera rozaba el 60%. En diciembre, ocho de cada diez habitaciones estaban reservadas, un 11% más que un año antes, cuando nadie sospechaba que las llamas obligarían a desalojar a 5.000 personas, el 25% de los habitantes de la isla. El pasado día 4 se cumplieron tres años del siniestro -"provocado, hay que decirlo aunque no se haya encontrado al responsable", incide Fernández- en Garajonay y el trasiego de visitas es el habitual. Cada año, el parque, Patrimonio de la Humanidad desde 1986, recibe a 800.000 personas. Muchas de ellas ni siquiera se han percatado de lo que pasó aquel día. "No lo escondemos ni lo negamos, lo que pasa es que las llamas solo alcanzaron las zonas más degradadas, no la parte más valiosa", subraya el director. Los trabajos de repoblación han ayudado, claro.
Un memorial para 2016
También la semana pasada se celebró el aniversario de otra catástrofe natural que nos cortó la respiración. Justo cuando bomberos, policías y guardias civiles desalojaban los pueblos cacereños de Acebo, Hoyos y Perales del Puerto, a 600 kilómetros de allí, en la localidad oscense de Biescas, recordaban la tragedia del cámping Las Nieves. Aquel 7 de agosto de 1996, 87 personas fallecieron y 183 resultaron heridas como consecuencia de una riada que se llevó por delante el área de acampada, situada en el barranco de Arás, una zona que se creía segura, pero que se convirtió en un mar como consecuencia de una fuerte tormenta en la montaña. "Yo estaba paseando por el municipio para ver los daños materiales, pero no imaginaba que podría pasar algo como lo que pasó", recuerda Luis Estaún. Era y es el alcalde del municipio. Hacía apenas unos minutos que había pasado con el coche por Las Nieves cuando el agua se lo llevó todo. Hoy allí todavía se pueden ver los restos de la desgracia. "Estamos pensando en hacer algún pequeño memorial para el año que viene, que se cumplen veinte años".
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Estos días, la población de Biescas, en plenas fiestas patronales, "se multiplica por cinco". El turismo marcha. "Como siempre", subraya el regidor municipal. Y es que pese a lo ocurrido, nadie dio la espalda a la localidad aragonesa. "Perdimos capacidad de alojamiento en los cuatro primeros años, pero luego la recuperamos". Fue con la apertura de un nuevo cámping de 674 plazas en la pedanía de Gavín.
- ¿Hay turistas que preguntan todavía por lo ocurrido?
- Alguno sí, pero no es lo normal.
Quien responde es Jesús, un vecino de Biescas de 53 años al que la riada pilló en Jaca y pudo volver a su casa "gracias a que conocía unos atajos". "Les dices donde pasó y ya está. No insisten. No es morbo, es curiosidad", añade.
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En la playa de Nemiña, en Muxía, ya nadie encuentra galletas de chapapote. Han pasado trece años desde el hundimiento del Prestige, en noviembre de 2002. Fue una tragedia natural y económica. Se calcularon 500 millones de euros perdidos soloen el sector turístico. El paso del tiempo ha limpiado los recuerdos y ha vuelto a llenar los alojamientos de la Costa da Morte. El año pasado fue el destino gallego con mejor comportamiento, según la Xunta: las visitas se incrementaron un 47%.
Algo parecido ocurre en Lorca tras el doble terremoto de mayo de 2011. Según el Gobierno regional de entonces, la ciudad fue escenario de "la mayor catástrofe patrimonial en Europa en los últimos años". Sin embargo, han sabido rehacerse. Primero, con su idea de abrir las visitas a los monumentos pese a los andamios de los restauradores. Y luego, con sus campañas de promoción. Este mayo, 9.363 viajeros recalaron en la zona. Son 300 más que el mes del terremoto y 2.500 más respecto al año siguiente. Por eso, no es tan raro que Aitor pueda colgar el cartel de completo en sus apartamentos turísticos de Perales del Puerto este mismo fin de semana.
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