En Órgiva (Alpujarras, Granada), un agricultor procedía a arrancar sus viejos olivos, que había vendido para trasplantarlos en rotondas y jardines, cuando el Ayuntamiento prohibió ... que siguiera y le impuso que aquellos árboles multicentenarios quedaran para siempre en sus parcelas. La razón fue que representaban un atractivo turístico de primer orden del que no podía prescindir el municipio. El agricultor se quedó sin poder hacer lo que quería: destinar el dinero de la venta a modernizar sus campos y replantarlos con nuevos olivos cuyas tareas pudiera mecanizar, porque los viejos árboles quedan muy bonitos pero son poco operativos a la hora de podar y recolectar, y, por tanto, no son rentables.
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Aquel agricultor lamentó llevar la peor parte del negocio turístico. Tenía (debe tener aún, o sus herederos) elementos que traían a Órgiva (como en cualquier otro pueblo) turistas... que se dejaban el dinero en restaurantes, hoteles y tiendas de todo tipo, mientras que al dueño de olivos con tanto imán nadie le dejaba nada, salvo la obligación de mantenerlos.
En la Alcarria de Guadalajara, los agricultores que cultivan lavanda se están quejando ahora de que sus bellísimas plantaciones componen grandes polos de atracción para miles de turistas que llenan hoteles, restaurantes... y sus mismos campos, que los empresarios hosteleros hacen casi propios. Los turistas se introducen extasiados entre aquel mar de flores lila, se hacen selfis, algunos meriendan, escuchan conciertos improvisados... El ambiente invita a flotar... y patean sin querer lo que no debieran. Con miles de personas, muchas plantas machacadas. Más un par de ramitas en flor per cápita. Quién les va a decir nada, total por dos florecillas. Hasta ahora, los agricultores vendían bien, sacaban lo suyo y callaban por lo otro, pero ahora que se ha hundido el precio de la esencia de lavanda, protestan, porque ponen gratis el elemento que atrae a quienes dan de vivir a otros. Donde no hay harina, todo es mohína.
Aquí cerca también se viven situaciones parecidas. Zonas agrícolas convertidas en parques urbanitas de ocio y paseo, maravillados los paseantes con paisajes agrícolas tan bellos, tan nuestros, pero olvidando a sus dueños que los trabajan: los agricultores. Como en l'Horta.
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