Óscar Puente no es un imbécil
No todas las opiniones son respetables, las del ministro de Transportes no suelen serlo, pero la forma de replicarlas nunca puede ser un vulgar insulto
Cobra un sueldo que sale de los Presupuestos Generales del Estado por ser ministro de Transportes y Movilidad Sostenible pero su verdadera ocupación, a lo ... que realmente dedica su tiempo, son las redes sociales. No sólo él, claro está, sino su numeroso equipo de asesores y cargos de confianza. Pagados todos con dinero público. Ya sabes, no es magia, son tus impuestos. Una de sus últimas enriquecedoras aportaciones al debate político consistió en bromear después de que se activara la alerta roja en Valencia: «¿Ha reservado ya Mazón en 'El Ventorro'?». Ironizar con una tragedia que acabó con la vida de 229 personas y destrozó media provincia de Valencia demuestra la catadura moral del dirigente socialista. Un personaje, un tipo de político, representativo del tiempo actual, de la forma en que se entiende y se hace la política en el siglo XXI. Sin filtros, descarnada, de combate. Ácida, sucia. Amigos y enemigos, nosotros y ellos. En su caso, en su imaginario, antifascistas y fascistas. Las redes sociales han excitado y globalizado esta perversión. No deja de sorprenderme el abismo que se abre entre personas a las que conozco -asesores y otros cargos públicos, afables, con los que se puede dialogar, 'normales'- y el perfil que adoptan en sus redes. Agresivo, incendiario, hiriente, incluso humillante hacia el rival. No sé si les obliga el partido, supongo que sí, o es el hábitat digital el que condiciona su forma de comportarse. El caso es que el comentario de Puente fue tan desafortunado que no sólo lo criticaron desde la derecha sino también desde la izquierda. Enric Nomdedéu, que fue secretario autonómico de Empleo y director general de Labora a propuesta de Compromís con el Botànic, estalló contra la ocurrencia del ministro tuitero: «Usted es imbécil», escribió en X, la interminable barra del bar en la que se sustancian estas disputas. En su etapa en el Gobierno autonómico, Nomdedéu también se distinguió por su frenética actividad tuitera. Como tantos otros. Pero la réplica al desparrame de Puente no puede consistir en un insulto, el recurso a la desesperada de quien no es capaz de emplear argumentos racionales. Frente a Óscar Puente, frente a todos los Óscar Puente que pueblan las instituciones y los partidos, hay que usar otros métodos. El fuego no se apaga con gasolina. La política tiene que regresar a unos cauces de normalidad democrática en el que los excesos y la demonización del contrario desaparezcan. Óscar Puente, y otros muchos como él, no es un imbécil, es un peligro público, un cáncer para el sistema de libertades. Un síntoma de cómo hemos degenerado.
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