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J.L.BORT

La EMT, emergencia ciudadana

A Catalá le estalla la herencia envenenada que recibió del dúo dinámico Ribó-Grezzi. Arreglar el desastre es prioritario, antes de que el malestar se extienda

Pablo Salazar

Valencia

Jueves, 23 de octubre 2025, 23:46

Si llegas a la parada del autobús a las 8:45 y las pantallas que indican cuándo pasará el siguiente marcan que el tuyo va ... a tardar 20 minutos y que otra línea no lo hará hasta dentro de 30. Si hay otras líneas (31, especialmente, pero también 81) que diariamente, a esa hora punta en que la demanda es mayor, muestran en los frontales del vehículo el cartel de 'Complet', dejando a los pasajeros compuestos y sin viaje. Si se va acumulando gente en la parada. Primero, unas siete, ocho, nueve personas... y así hasta llegar a más de veinte, incluyendo cochecitos de bebé y una mujer mayor con andador. Si finalmente llega, a los 'prometidos' 20 minutos, el esperado autobús, consigues subir y te desplazas sintiéndote como un japonés en el metro de Tokio, donde ya hace años tuvieron que contratar a 'empujadores' para que puedan entrar en los vagones todos los que quieren hacerlo. Si ocurre todo eso y mucho más es que Houston -digo, alcaldesa-, tenemos -digo, tienes- un problema. Lo tiene la alcaldesa de Valencia y su Corporación, propietaria de la EMT. Pero lo sufrimos los cientos de miles de usuarios. Ya sé, porque lo sé, que no en balde vivo en esta ciudad desde que nací, que la herencia recibida del dúo dinámico Ribó-Grezzi era envenenada. En forma de compañía quebrada, a la que robaron 4 millones de euros de sus cuentas, se le quemaron unas cocheras y se le incendiaron varios autobuses en la vía pública en diversos incidentes. Por no hablar de la gestión politizada y muy poco profesional que primaba el fanatismo ideológico de la parejita antes que las necesidades de movilidad de la tercera ciudad española. Lo sé, repito, sé que es un marrón, pero también sé que es la gran opción para hacer de Valencia una ciudad mejor, más eficaz, más amable para sus habitantes y más sostenible. Apostar por el transporte público. Y sin recurrir a las cuantiosas inversiones que son necesarias para construir nuevas líneas del metro o ampliar las existentes. Más autobuses, híbridos o eléctricos, y sobre todo, más articulados (siempre que sea posible por el trazado de las calles). Vehículos donde caben más pasajeros, algo imprescindible en las horas punta. Ampliar la flota -y no sólo renovar la existente- exige contratar más conductores, revisores, mecánicos, administrativos... Pero no hay más remedio, es una urgencia ciudadana. Porque esos viajeros que se quedan en tierra cuando el autobús llega con el cartel de 'Complet' o que tienen que esperar en la parada mucho más de lo razonable, se cabrean, miran el reloj o el móvil, resoplan, refunfuñan, comentan... Y en mayo de 2027, votan.

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