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Los antisistema de derechas

El conservador, frente al progresista, se caracteriza por ser una persona «de orden», concepto que casa mal con dar plantón al Rey en la recepción del 12 de octubre

Pablo Salazar

Valencia

Lunes, 13 de octubre 2025, 23:18

Otro día les hablaré en profundidad de 'Mitos progres', el deslumbrante libro del filósofo Michael Huemer. Hoy sólo extraigo una cita de la diferencia entre ... progresistas y conservadores. Los primeros, apunta el profesor en la Universidad de Colorado, prefieren presentarse «como personas compasivas, de mentalidad abierta y defensoras de los oprimidos». Y añade: «Muchos también desean ser vistos, y verse a sí mismos, como víctimas, quizás para atraer simpatía, reducir las expectativas que se han puesto en ellos o ganar credibilidad ante otros izquierdistas». Por su parte, los conservadores «prefieren ser vistos, y verse a sí mismos, como personas fuertes, respetables y decididas, defensoras de la tradición». Es lo que llamaríamos -esto no lo escribe Huemer, lo apunto yo- «gente de orden». Tradición, normas establecidas y respeto de los protocolos son conceptos asociados a la derecha. En el ADN de la izquierda, no se olvide, figura la revolución y aunque hoy el hombre de izquierdas es un burgués acomodado y con pocas ganas de salir a la calle a correr delante de los grises que ya no son grises desde hace décadas, aquel espíritu aún se deja sentir en sus decisiones y declaraciones, en sus políticas y en sus comportamientos públicos. Como el del infame Zapatero al no levantarse al paso de la bandera de los Estados Unidos, una actitud impensable en un dirigente de derechas. Un parlamentario 'progresista' (la comilla es intencionada, claro está) puede acudir al Congreso o a Les Corts Valencianes con vaqueros y camiseta. No sólo no se sentirá mal sino que incluso presumirá del desafío a «los convencionalismos de vestimenta». A un diputado conservador no se le ocurriría presentarse en la Cámara con el mismo atuendo con el que sale a recoger setas en el bosque. Son cuestiones de forma pero que tienen un fondo indudable. Pero el populismo también ha trastocado este esquema clásico. No tanto por la izquierda, cuyo aporte revolucionario actual se limita a su aspecto externo, como por la derecha. Y así, ahora nos podemos encontrar a un presidente de los Estados Unidos que abronca en público a otros mandatarios o a los funcionarios de la ONU. A un presidente de Argentina que canta en un concierto como el enloquecido solista de un grupo de 'heavy metal' años ochenta. O al líder del partido de la derecha radical española dando plantón al jefe del Estado, el Rey Felipe VI, en la recepción oficial por el 12 de octubre porque dice que Vox no va a coincidir con «un Gobierno corrupto». Tradición, normas, respeto a los protocolos... ¿dónde quedan estos principios?

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