El día en que conocí a Robert Redford

Miércoles, 17 de septiembre 2025, 23:36

Como todo turista que visita Los Ángeles cuando estuve en aquella ciudad intenté aproximarme al máximo a las icónicas letras del Mon te Lee, el ... gran icono del cine mundial. Sin embargo lo más cerca que he estado nunca de Hollywood ha sido cuando tuve a Robert Redford a escasos metros en la presentación del festival de Sundance.

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Los Ángeles es una ciudad desaliñada, al menos las zonas que se supone que deberían ser más glamurosas. El paseo de la fama huele mal y está plagado de locales de suvenires cutres y escaparates cochambrosos. El Dolby Theatre, en el que se celebra la gala de los Oscar, por fuera tiene pinta de centro comercial. Y el Teatro Chino, que acoge multitud de estrenos de películas, parece construido con cartón piedra. Yo reconozco que le encontré encanto, precisamente por ese ambiente destartalado y artificial, pero lo cierto es que carece del atractivo que se le presupone a un lugar que en el imaginario colectivo está rodeado de tanta magia y fulgor.

Esa sensación sí la tuve, sin embargo, cuando me encontré con Redford, que derrochaba carisma y producía una fascinación difícil de explicar. Por supuesto que ayudaba el hecho de estar ante una figura que había protagonizado títulos emblemáticos como 'Dos hombres y un destino', 'El golpe' y 'Todos los hombres del presidente'. Y, obviamente, su indudable atractivo físico -incluso con 81 años- favorecía ese halo que desprendía. Pero había algo más, una manera de moverse y hablar del que se sabe estrella, del que es consciente de que sus respuestas interesan y de que gusta aunque vaya en camiseta y vaqueros.

Redford tenía una manera de hablar y de moverse del que se sabe estrella y genera interés

Hasta enero de 2017 no era capaz de situar en el mapa la localidad de Park City. Cuando me invitaron a desplazarme allí para cubrir informativamente el certamen de cine independiente más importante del mundo descubrí que es una localidad en el estado de Utah con apenas 8.000 habitantes y una superficie de 24 kilómetros cuadrados. Y que había conseguido relevancia gracias a la nieve (miles de personas acuden a las tres estaciones de esquí en el extremo de las Rocosas) y al séptimo arte.

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Redford, que solía escaparse a un rancho por la zona, tuvo claro que aquel era un magnífico lugar para crear un evento que sirviese de lanzadera de obras con poco presupuesto pero incuestionable talento. En los años 80 se puso al frente de un proyecto que solía reunir a un centenar de invitados y lo convirtió en un acontecimiento anual al que cualquiera que perteneciera a la industria peleaba por ir. En aquellos días pasé mucho frío, vi mucho cine y me crucé con intérpretes célebres como Kevin Bacon, Elijah Wood o Chloe Sevigny. Pero nunca me sentí tan en Hollywood como cuando levanté la mano para preguntarle a Redford y él aguardó unos segundos, como si le hubiese planteado algo con enjundia, y se dirigió a mí para responderme con convicción.

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