Urgente La jueza de la dana cita a declarar al jefe de la emergencia 15 meses después de la tragedia
Ilustración: Iván Mata

Que vengan y tomen el relevo

Frente a la descomposición que vivimos, la fortaleza de una juventud que ya debería pilotar nuestro futuro

Jesús Trelis

Valencia

Sábado, 12 de julio 2025, 23:12

El pasado jueves, este periódico celebró la cuarta edición de 'La noche de los Emergentes'. Una forma de reconocer el trabajo de jóvenes valencianos que, ... con una constancia y ejemplaridad envidiables, han logrado alcanzar metas personales que sólo pueden ser que un acicate para nosotros. En esa ceremonia -más festiva que protocolaria-, entre los premiados estaba un joven cineasta valenciano que un buen día dio el salto a Nueva York para impulsar su carrera. Y lo hizo, pese a que pocos creían que iba a poder lograr sus metas. Esto le espetó un amigo: «Estás loco. No creo que haya nadie de Valencia que haya entrado al máster más prestigioso del mundo del cine. Eso para empezar. Luego, ¿qué crees, qué vas a hacer, ir allí, que te apadrine alguien, hacer una peli en Estados Unidos y tener triunfos en festivales?». Todo ello, sin embargo, se cumplió. O se está cumpliendo. Porque Joecar Hanna entró en ese prestigioso máster, grabó dos cortos que están en el top 5 de los festivales del mundo, conquistó Cannes con una de esas creaciones -grabada en Valencia- y ahora está haciendo una película en EEUU con productores de renombre. Y por ello, es un orgullo para esta tierra. Como muchos otros jóvenes con proyectos vitales que van conquistando el mundo. Por ejemplo, el resto de premiados en ese encuentro: Awa Fam, jugadora de baloncesto; Empar Juanes, joyera artesanal; Alma Andreu 'La forte', cómica e influencer, o Luis y Lucas Izquierdo, viticultores. Todos ellos -con esas profesiones que podrían considerarse interesantes sin más- tienen, sin embargo, algo en común: que en su disciplina están entre los mejores. Y que su trabajo les convierte en vitamina para el futuro de esta tierra. No sólo por lo logrado o por las metas que tienen marcadas. Lo son, por como son. Por el fondo que tienen. Por la actitud. Por la manera de afrontar los días con una disciplina, optimismo y honestidad que les hace ejemplares. Y que retrata, a la perfección, lo que es la juventud actual. Esa juventud que, desde la humildad, están cimentando otra forma de ser en el mundo de la que les estamos enseñando desde los parlamentos y gobiernos más variados. Esa juventud a la que frecuentemente ninguneamos y/o ignoramos e incluso menospreciamos y que, de pronto, nos sorprenden cuando, si les observamos, vemos su fondo noble, su ímpetu y su pasión por las cosas. Esa juventud que, de pronto nos sorprende, en efecto, porque, cuando los pueblos vecinos se ahogaban entre la incompetencia de las administraciones durante la dana, se calzaron las botas de agua y cogieron la escoba para marchar a la otra parte del río. Para auxiliar, consolar y ayudar a vecinos a los que la dana les partió el alma.

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En un extraordinario discurso, Joecar, cogiendo nuestra indiferencia colectiva por las solapas dijo: «quiero agradecer esta iniciativa que visibiliza a talentos emergentes ahora, cuando aún estamos empezando a construir estos caminos y no sólo cuando ya hemos ganado prestigio. Porque es en esta etapa cuando necesitamos apoyo, confianza y visibilidad». Y, cargado de razones y emociones, añadió: «talento hay de sobra, si nos lo creemos, nos contagiamos. Que tengamos una pandemia, pero de fe: la merecemos».

En un tiempo en el que perdemos energías hablando de saunas de suegros, de viejas fotos con narcotraficantes, de mordidas, de políticos con doble moral, de señalamientos a inmigrantes, de maltratos a mujeres, de incompetencias y egoísmos desbocados... en un tiempo de descomposición, ellos toman la bandera de la ejemplaridad y nos dan un baño de realismo. Y nos permiten volver a creer que podemos tener un futuro mejor. Y nos obligan, porque de su fortaleza dependerá que no se derrumben los cimientos de la sociedad democrática que nos alberga, a darles visibilidad -más allá de bien intencionados premios-; a apostar por dar rienda suelta a ese potencial que tienen (cada uno en su mundo y disciplina), para que puedan lograr metas que serán absolutamente beneficiosas para la Comunitat; y a, de una vez por todas, ponernos a trabajar en serio para que ese talento, con puro ADN valenciano, se quede aquí. Que no tenga que someterse a un exilio forzado por falta de apoyo y sensibilidad de la gente de esa tierra en la que nacieron, se formaron y fraguaron sus sueños.

La sociedad en la que vivimos debería ser como los jóvenes que vienen detrás de nosotros. Con una mirada más limpia; con una formación más sólida; con unos sueños más realistas y, por tanto, posibles; con unos principios más nobles; con una actitud más conciliadora, y con una generosidad absoluta. La nobleza de una juventud que, más allá de sus méritos personales, rompe las reglas del individualismo actual para reivindicar, por ejemplo en unos premios como los de LAS PROVINCIAS, la libertad para amar, para crecer, para ser distintos, para soñar... Libertad para vivir en comunidad. Y en su tierra. La que ellos aman pero de la que se les destierra por pura incompetencia.

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Es domingo, 13 de julio. Quizá porque asoma el verano, o porque hablamos de juventud, o porque el hartazgo de tanto lodazal empuja a ello... por una cosa u otra, estos días se acrecienta la urgencia de abrir un nuevo tiempo en el que se imponga el optimismo. Ese que Daniel Kahneman definía como el don de acentuar lo positivo sin perder el sentido de la realidad. Volvamos a ser como nuestros jóvenes. Y, sobre todo, dejémosles pasar. Este planeta les necesita. De un sorbo y sin azucarillo.

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