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Palpatine

Miércoles, 1 de octubre 2025, 23:43

Que no hay clase, que se está acabando la educación y crecen los malos modales, incluso en deportes que siempre han sido un dechado de ... elegancia y saber estar. Eso, al menos, es lo que escriben algunos corresponsales desde el selecto campo de golf de Bethpage Black, en el Long Island neoyorkino, donde la final de la Ryder Cup parece que ha sido un escándalo de groserías. Y es que han sido muchos los espectadores, algunos calientes de copas, que han hecho gala de muy mala educación al provocar e insultar a los jugadores europeos, e incluso a sus esposas, presentes en el campo como espectadoras.

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Europa ha ganado a Estados Unidos en una finalísima de golf muy disputada y muy tensa, en la que los aplausos que antaño cerraban un buen golpe han sido sustituidos por abucheos e insultos en ese momento crucial en el que el palo va a batir la bola. Lo nunca visto. Tanto, que se ha extendido la analogía y se ha escrito que Donald Trump, que tras las sesiones de la Asamblea de la ONU estuvo el viernes en las pistas, ha tenido una influencia directa en el comportamiento del público. Claro, si el presidente corrigió, riñó y amenazó a media humanidad, empezando por acusar de sabotaje a los pobres encargados de la escalera automática y el telepronter ¿cómo no emprenderla con unos jugadores que vienen de allá a quitarnos un trofeo que es nuestro porque es de aquí? La discreta, educada, sencilla Úrsula von del Leyen se limitó a mandar un twit.

Entre tanta sangre, sudor y lágrimas cuesta mucho bordear el acantilado de la frivolidad. Pero son los políticos los que están manoseándolo todo hasta hacerlo groseramente burdo. El caso del ministro Rueda el día del temporal, ese mensaje inverosímil que generó la réplica de que es un imbécil, es un ejemplo de manual. El presidente de los Estados Unidos capitanea una escuela de la política, generosa también en la judicatura, que se ha empeñado en anular los códigos verbales, gestuales, de comportamiento, cortesía y modales con los que entendimos la política, y el mundo, «en la antigüedad», para sustituirla por otros que obviamente son basura... pero se están copiando de tejas abajo.

¿Se imaginan al presidente Truman riñendo a un ascensorista ante la humanidad entera, cuando va a anunciar que Japón se rinde al fin después de dos bombas atómicas? No somos los escribidores los que frivolizamos: Trump habló como el que pide otra copa y más cacahuetes, apoyado en una barra de bar, al anunciar un «plan de paz eterna» para el conflicto de Oriente Medio. Se requiere dignidad para ser creíble. Actuar como aquel emperador de la Galaxia, Sheev Palpatine, separando luz y tinieblas, es mal camino.

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