Que los romanos tuvieran hijos. Era la gran preocupación de Augusto en el siglo I a.C. Después de casi un siglo de guerras civiles ... que habían desangrado a Roma, el problema no era solo político, sino demográfico. Roma había conquistado medio mundo, pero no podía repoblar el suyo. La natalidad descendía, los ciudadanos eran cada vez más viejos, y la sociedad carecía del vigor poblacional necesario para sostener su desarrollo. Así que Augusto se convirtió en ingeniero de familias: promulgó diversas leyes para premiar a quienes tenían hijos y castigar a quienes no. El matrimonio se volvió una obligación cívica, penalizó con impuestos más altos a los solteros, instituyó que quienes tuvieran al menos tres hijos recibieran privilegios, y aprobó que los casados sin hijos quedaran en desventaja legal, por ejemplo, podían heredar menos que otros. Recuerdo este auténtico plan de choque de Augusto a propósito de los alarmantes datos que tenemos en España. La tasa de fecundidad en España en 2024 está en 1.16 hijos por mujer, la más baja de la UE (junto a Malta), lejos del 1,46 de media de la UE y no digamos nada del 1,8 de Bulgaria (la patria del futbolista Stoichkov, de por ahí era también el famoso gladiador Espartaco).
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La tasa de reemplazo, es decir el número promedio de hijos por mujer necesario para mantener el tamaño de una población constante en el tiempo -sin considerar la migración- es de 2,1. Los datos de nuestro país son un drama, estamos en mínimos históricos. En 2024, fallecieron en España 439.146 personas y nacieron 322.034 bebés
Adaptando el comienzo memorable de Anna Karenina, todas las sociedades fecundas se parecen: tienen futuro; pero cada sociedad sin bebés encuentra su propio motivo para justificarse. Los de esta catástrofe demográfica en España son múltiples. La incertidumbre laboral, la precariedad crónica, la dificultad de la conciliación de la vida laboral con la familiar, y el estratosférico precio de la vivienda son factores clave: muchos jóvenes no pueden independizarse, y cuando lo hacen, llegan tarde. España es uno de los países donde más se retrasa la edad del primer hijo -más de 32 años de media en mujeres-. El gobierno de Sánchez no hace nada para solucionar esta emergencia nacional: no administra un país, administra únicamente su supervivencia.
Pero no todo es culpa del sistema: también asistimos a un cambio profundo de prioridades. Hay jóvenes que no es que no puedan tener hijos; es que no quieren. Prefieren viajar por todo el mundo, vivir cómodamente y sin compromisos (tener hijos es uno muy grande), o simplemente no asumir una carga que perciben como renuncia. A la vista de un futuro sacrificado, mejor un presente confortable. Y como el Estado no lo incentiva, cada vez menos españoles empujan el carrito del bebé.
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En 2007 los hermanos Coen llevaron al cine la magistral novela de Corman McCarthy 'No es país para viejos'. Definitivamente el nuestro, en cambio, «no es país para niños».
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