La llamada. El legado de Ximo Puig crece de manera indubitada cada día que Diana Morant sigue al frente de los socialistas. No es ... la primera vez que sucede un fenómeno de esta naturaleza. Mas bien resulta incluso habitual que el sucesor no alcance las cotas del antecesor. El refranero, como siempre, también condensa esta incertidumbre de los nuevos tiempos. El pasado día 11 de noviembre la actualidad estaba marcada por la comparecencia del presidente Mazón en Les Corts. Unas explicaciones a las que de nuevo le faltó transparencia sobre la tarde del 29 de octubre, el agujero negro que lo complica absolutamente todo en este año loco. Morant arremetía contra el presidente. Bien, lo de siempre. Era su momento y políticamente debe aprovecharlo. A continuación, una compañera, creo recordar, le preguntó por qué no había contestado las llamadas y mensajes del vicepresidente Gan Pampols. La cuestión hacía referencia a una entrevista en LAS PROVINCIAS donde el teniente general lamentaba la desatención de la líder de PSPV. Y ella -¡una ministra!, conviene no olvidarlo- primero lo admitió y luego lo justificó. Sin ruborizarse. Que aquello se trataba de una estrategia de blanqueamiento en la que no iba a participar. Orgullosa ella tras haber detectado la trampa. Los políticos, lamentablemente, tienen prohibido rectificar, pedir perdón o aceptar que se han equivocado. No lo hizo ni siquiera al descubrirse el fraude del título del excomisionado de la dana. Pero seguro que en el equipo de la ministra alguien le habrá trasladado el error. Lo primero, y menor en este caso, es una cuestión de cortesía, de educación. Si alguien llama, lo lógico es interesarte por qué lo ha hecho. Idéntico razonamiento vale para mensajes escritos. Eso de dejar en visto a alguien puede ser hasta un desprecio. Pero al margen de estas consideraciones de buenas maneras existe un interés superior: las víctimas. ¿No debería ser objetivo prioritario su atención y la reconstrucción tras la tragedia? Pues para Morant este detalle parece secundario, menor, insignificante. Lo importante era no pisar el supuesto cepo de Mazón. Pues no tendría y no tendrá el presidente suficientes líos en la cabeza -el más inmediato al judicial- como para pensar en las trampas a una oposición que no despega en las encuestas. Pero es que incluso de ser cierta esa hipótesis, la colaboración debería imponerse. Y ya tendrá tiempo en criticar y denunciar el engaño. Hay un bien superior. Eso sí, la performance que no falte. El grupito de cargos que quedan y van todos juntos a dar un abrazo a las víctimas. Menos abrazos y más colaboración.
Suscríbete a Las Provincias al mejor precio
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión